A los dieciocho eres bastante impresionable y aunque la burocracia diga que te has convertido en adulto nuestra capacidad de asombro demuestra que no es así. Yo idolatraba a los U2 de finales de los ochenta, tanto «The Unforgettable Fire» (1984) como «The Joshua Tree» (1986) y en menor medida «Rattle & Hum» (1988) habían copado casi en exclusividad las horas de mi aparato de música, por lo que el lanzamiento en 1991 del «Achtung Baby» me provocó una expectación enorme. La incredulidad que me produjo su primera escucha sería del mismo calibre.
Ni rastro de la música de raíces ni del rock más clásico que les había caracterizado así como de las referencias políticas y existenciales de sus inicios. Habían llevado a cabo una reinvención absoluta de su concepto artístico; tanto su música como su mensaje y su imagen eran completamente nuevos y eso, después del enorme éxito de sus últimas obras, era difícil de entender inicialmente. Con el tiempo se revelaría como una arriesgada pero inteligente maniobra. Se habían propuesto ser la banda más grande de los noventa y lo consiguieron, en gran medida, al renunciar a su legado de los ochenta.
Es posible que Achtung Baby contuviera sus canciones menos radiables, pero también alguna de sus composiciones más memorables. Puede que no fuera su disco más influyente ni alcanzara el éxito de sus predecesores, pero a día de hoy, pasados veinte años, es el que menos acusa el desgaste del tiempo. Todo ello culminaría con la gira ZOO TV Tour, en mi opinión, su gira más impresionante. Su impactante imaginería, su incesante torpedeo de mensajes así como la carta blanca al histrionismo de Bono, representando a The Fly en una serie de escenificaciones memorables, serían el germen de sus posterioes giras, que evolucionarían en tamaño y volumen pero que nunca volverían a sorprender como lo hicieron entonces.
En definitiva, los U2 de 1991 se negaron a vivir de las rentas y se arriesgaron creando la que hasta hoy ha sido su obra más perdurable, guardaron en un cajón la fórmula del éxito y se lanzaron sin asideros a componer su obra magna. En estos días se cumplen veinte años del lanzamiento del Achtung Baby, y al volver a verlo expuesto, junto a otras importantísimas reediciones de su generación, me he preguntado si dentro de veinte años se podría repetir este fenómeno, y no he tenido dudas. Al final he decidido reservar la nostalgia para otro día, quizás para un artículo de orgulloso cuasi-cuarentón que narre la fortuna que supuso que sus dieciocho años coincidieran con esa privilegiada generación de músicos. Próximamente…
J.C.S.