Se cumplen treinta años de la publicación de ‘Rattle and Hum’ (1988) y veinticinco de ‘Zooropa’ (1993), dos discos muy diferentes que también encierran interesantes confluencias. Sucesores ambos de las indiscutibles obras cumbre de U2 y enmarcados en dos etapas creativas completamente distintas, al mirar atrás sorprenden las enormes diferencias estilísticas entre ellos a pesar de estar separados por tan solo cinco años; el primero fue escrito con la mirada puesta en el pasado y el segundo en el futuro, uno miraba a América y el otro a Europa. Por otro lado aunque ambos fueron considerados secundarios dada la forma en que se concibieron inicialmente (el primero como complemento a una ambiciosa película y el segundo como un EP que poco a poco se iría extendiendo) los dos han ido cobrando relativo valor por estar integrados en la época de mayor y más brillante productividad de la banda irlandesa.
Los cuatro dublineses nunca fueron precisamente un dechado de modestia (tampoco anduvieron nunca escasos de ambición) y desde sus inicios mantuvieron una clara referencia en el mercado norteamericano como objetivo a conquistar. Tras sus reivindicativos inicios fueron poco a poco adoptando sonidos y temáticas de la otra orilla del Atlántico y ya en ‘The Unforgettable Fire’ (1984) (y un año después en el EP en directo ‘Wide Awake in America’), y apoyados en la producción de Brian Eno junto a Daniel Lanois, pulieron e intensificaron una personalidad sonora que culminaría en su definitiva eclosión con ‘The Joshua Tree’ en 1997 (cuya gira de treinta aniversario también conmemoramos en este blog).
El éxito desmedido de ‘The Joshua Tree’ les proporcionó la capacidad de hacer una película de su gira por EEUU, que también sirviera de homenaje a la música popular norteamericana, y de posteriormente publicar un doble LP que incluyera algunas de estas interpretaciones junto a otras versiones, homenajes y nuevas canciones hasta completar una miscelánea que demostraría el gran estado de forma de la banda y su increíble capacidad para asimilar y desarrollar nuevos estilos musicales. Su resultado comercial fue espectacular (catorce millones de copias vendidas), no así el recibimiento de una parte de la crítica que los tachó de excesivamente pretenciosos.
Así fue que se atrevieron con versiones de The Beatles (Helter Skelter) o Dylan (All Along the Watchtower), junto a quien también interpretaron Love Rescue Me o Hawkmoon 69, grabaron junto a BB King (When Love Comes to Town) e incluyeron extractos de grabaciones callejeras e incluso de la famosa interpretación del himno nacional estadounidense por parte de Jimmy Hendrix en Woodstock en 1969, junto otros cortes grabados durante la gira norteamericana de ‘The Joshua Tree’ (Pride, Bullet the Blue Sky) o la versión de I Still Haven´t Found What I´m Looking For con el coro gospel The New Voices of Freedom. A ello añadieron diez canciones inéditas, entre las que una mayoría homenajeaba con sorprendente soltura a los maestros de la música norteamericana. Temas como Desire, Hawkmoon 69, Angel of Harlem, When Love Comes to Town, Silver and Gold, Love Rescue Me o God Part II, además de la primera interpretación vocal de The Edge en Van Diemen´s Land y el excelso cierre que suponía All I Want Is You, bebían directamente de las fuentes mencionadas y completaban un trabajo en su mayoría interpretado por una banda plena de forma e insolencia.
La concepción de Zooropa fue completamente distinta; inspirado y grabado durante la ‘Zoo TV Tour’ (gira de presentación del ‘Achtung Baby‘), lo que inicialmente fuera proyectado como un EP para su gira europea y pudiera haber parecido un simple remanente de la radical reinvención que acababan de llevar a cabo, fue creciendo hasta completar diez canciones que conservaban el espíritu inconformista e innovador de su predecesor. Su éxito fue menor para las cifras en las que se venían moviendo (cinco millones de unidades vendidas) pero hay que tener en cuenta que ‘Zooropa’ no contó con la previsión ni los desaforados medios de promoción de otros trabajos de la banda. La recepción de la crítica tampoco fue mala y supo apreciar la calidad y el riesgo de la propuesta aunque también dejó apuntes al respecto de la inconexión e irregularidad del listado final.
En manos por primera vez de Flood, que produjo el disco junto a Brian Eno y The Edge, y ya superado el efecto sorpresa con su anterior trabajo, continuaron experimentando si cabe más que entonces. La solemne apertura con los más de seis minutos de Zooropa, junto a una intrascendente Babyface, la sorprendente Numb (de nuevo en la voz de The Edge) y la extensa y chirriante Lemon conforman un inicio esclarecedor aunque, a mi parecer, menos inspirado que una segunda parte que contiene lo mejor del disco. Y es que Stay (Faraway, So Close) es palabras mayores y podría incluirse entre lo más destacado de su carrera, y la deshinibida Daddy’s Gonna Pay for Your Crashed Car o la oscura inspiración de Some Days Are Better than Others, The First Time o Dirty Day son aciertos indudables. El cierre a lo grande junto a Johnny Cash con The Wanderer también merece todos los elogios por el descaro de ambas partes y por la brillantez del resultado.
La banda acababa de escribir sus páginas más destacadas antes de publicarlos y, con el poder que les daba su reciente instalación en la cima, en ambos casos decidieron esquivar la lógica más inmediata. Escuchados en perspectiva cuesta reconocer a la misma banda tras las notas de ambos y eso engrandece aún más una trayectoria hasta entonces inmaculada, a la que aún quedaban cartuchos memorables, pero que rondaba la culminación de su etapa más memorable.
Varios lustros después (como no podía ser de otra forma) la historia ha cambiado mucho y la banda viene acumulando duras críticas a sus últimos discos (algo menos en el más reciente ‘Songs of Experience’ por lo que respecta a quien esto suscribe) en lo que puede considerarse un natural proceso de declive de complicada solución, pero no conviene olvidar que en su etapa de mayor efervescencia creativa, incluso en sus trabajos menos reconocidos, el cuarteto de Dublín era capaz de moverse por los terrenos más dispares con increíbles destreza y brillantez en unos años que exprimieron con generosidad hasta componer el grueso de un legado de enorme y duradero valor.