Había ganas de escuchar con detenimiento a Kurt Vile, un artista al que nunca nos habíamos acerdo pese a tenerlo en la lista de pendientes desde hacía mucho tiempo, y más con su disco anterior, el muy valorado Walking on a Pretty Daze (2013). Durante la última década, Vile ha cultivado la imagen de un tipo de artista introspectivo, no me atrevería a decir que torturado, basándose en las estructuras más canónicas del rock norteamericano (de Springsteen a Petty, pasando por Young), pero tamizado por las influencias también del indie, especialmente de cierta tendencia lo-fi. Vile fue cofundador con su amigo Adam Granduciel de los ya consolidados The War on Drugs, banda que nos cautivó en 2014 con su monumental Lost in the Dream, y ambos mantienen una constante en su música, que nos remite de nuevo a esa introspección que decíamos antes. Pero Vile no grabó mucho con The War on Drugs, donde el frontman y principal compositor era Granduciel, dejando la banda de forma amistosa en 2008, con Granduciel formando parte incluso en la banda en directo de Vile, The Violators, y colaborando en buena parte de sus discos, y al contrario. Debutando en ese mismo año con el disco Constant Hitmaker, su salto no lo daría hasta su cuarto trabajo, Smoke Ring for the Halo (2011), alabado unánimente por la crítica, jugada que repetería con su trabajo ya mencionado de 2013. Y ciertamente, la mayor parte de los medios especializados se han rendido a B’lieve i’m going down, disco que tampoco en parte entra a la primera escucha, pero que te va conquistando. Canciones muy sólidas, generando una atmósfera que nos muestra posiblemente esa cara b del ‘sueño americano’, de la misma forma que Granduciel y The War on Drugs.
Vile es menos eléctrico que The War on Drugs, predomina la acústica y una composiciones más desnudas, pero que crean una atmósfera coherente. La voz de Vile adquiere diferentes matices, incluso frasea, pero tiene un punto apagado que es sin duda uno de sus rasgos. El inicio despista ya que la tremenda ‘Pretty Pimpin’ es un tema más dinámico y acelerado. En ‘I’m an Outlaw’ reduce el tono y nos seduce, adquiriendo ya la que será la constante del disco, un tono más oscuro, aunque en ‘Dust Bunnies’, también muy destacable, todavía se descuelga alguna guitarra eléctrica. Muy ambiental es la sobresaliente ‘That’s Life, Tho (Almost Hate to Say)’, un corte casi tenebroso. En ‘Wheelhouse’ nos encontramos con uno de los pocos momentos en que el nivel se resiente, es muy lo-fi, la voz de Vile es casi un susurro, aunque sí que es cierto que va ganando con las escuchas. Pero nos vuelve a despertar la atención con la más juguetona ‘Life Like This’, donde se apoya también en el piano.
Muy desnudo y atmosférico es ‘All in a Daze Work’, casi hipnótica y de nuevo con la voz de Vile quedando por detrás. Más alegre y animada, recuperando también el piano, es ‘Lost my Head There’, donde parece darse alguna pequeña alegría. El toque más Folk llega de nuevo con ‘Stand Inside’, mientras que en ‘Bad Omens’ realiza una de sus tomas más eclécticas. El disco va a finalizar con ‘Kidding Around’, en la línea del disco, acústica aunque incorpora al final la eléctrica, y con el broche fantástico que es ‘Wild Imagination’, maravillosa canción más animada pero con una letra también críptica.
Muy notable disco de Kurt Vile, aclamado por la crítica y no sólo con unas canciones muy destacables en un conjunto muy coherente. Obviamente, no parece Kurt Vile la mejor compañía para irse de fiesta, pero a nosotros nos gusta.