Para qué renovarse si aún no han agotado la fórmula que les condujo al éxito a estos madrileños allá por 2008. Para qué hacer caso de las modas que insisten en la necesidad de reinventarse cada poco tiempo si esa fórmula sigue dando excelentes resultados como demuestran en este tercer largo. Insistiendo en su sonido de siempre no pierden credibilidad ni entusiasmo y mantienen el exquisito cuidado de unas letras, en ocasiones algo crípticas, pero que son claras con respecto a su postura frente a la realidad actual.
Conservan su característico sonido enraizado en la intensidad del rock americano moderno junto a otras influencias más experimentales e imperceptibles elementos electrónicos, a pesar de lo cual siguen sonando tan terrenales como el primer día. Contiene este disco la misma clase de estribillos de calidad, pegadizos y coreables, que han venido provocando la entrega total de sus fidelísimos seguidores en sus potentes directos. Si los dos anteriores discos estaban cargados de himnos que encendían constantemente al público que les acudía a ver, en esta ocasión los pelotazos son los menos pero el conjunto se sostiene de sobra.
Se abre el disco con su primer sencillo, el que le da nombre y uno de los temas más destacados, para continuar con la reivindicativa «Golpe Maestro» de intensas percusiones y destacada línea de bajo en un rock de estructura clásica. Un suave piano da inicio a «La Mosca en tu Pared» antes de desaparecer para ascender hasta un medio tiempo, como el de «Fuego» y sus brillantes letras. Más ritmo encontramos en «Fiesta Mayor» marcado por el protagonismo del bajo, le siguen los bonitos acordes casi habaneros de «¡Alto!» y la también destacable por su estribillo eléctrico y popero «La Grieta». En «Pirómanos» retoman el rock y en «Las Salas de Espera» vuelven a recordar a los primeros Radiohead sin renunciar a los toques folk. «Cuarteles de Invierno» nos remite a sus anteriores discos para romper la línea sonora general en «Tour de Francia», brillante pieza de pop-rock. El melancólico cierre lo pone «Una Sonata Fantasma» que crece sin intención de romper.
Una vez más Vetusta Morla demuestran su indudable talento para crear potentes y dramáticas canciones y la fiabilidad de una banda que crea desde la absoluta independencia (todos sus discos son autoeditados), alejada de cualquier presión que no sea la creativa; el resto es producto de unos bien engrasados intérpretes en perfecta conjunción con la privilegiada voz de Pucho.