Desde sus inicios la música de Yann Tiersen se ha movido con comodidad entre la canción francesa y el rock de sus trabajos más personales; sin embargo son sus clásicas, minimalistas y casi artesanales bandas sonoras, especialmente Amelie, las que le han proporcionado el éxito y le caracterizan para el gran público. Estas dos caras no hacen sino confirmar su extraordinario talento y versatilidad.
La base de su música sigue combinando los mismos elementos, aunque en diferente proporción; la elegancia y delicadeza de instrumentos clásicos como el piano o el acordeón y la energía de los juegos orquestales de sus trabajos anteriores van dejando paso a un mayor protagonismo de las guitarras o los sintetizadores. Al mismo tiempo aumenta la presencia vocal (principalmente coral y sin rastro del francés) y la distorsión creando atmósferas menos armónicas de lo que cabría esperar.
Su sonido sigue siendo muy reconocible (aún aparecen vibráfonos o pianos de juguete), dando lugar a un rock singular, distinto del de tradición anglosajona, y en ello radica su valor principal. En mi opinión ha tenido trabajos más inspirados; si bien su indudable talento crea momentos de gran calidad y emoción (Forgive Me o Another Shore), estos carecen de la continuidad deseada a lo largo del disco.