En septiembre de 2012 se producía el regreso de Bob Dylan con un nuevo disco, «Tempest», decimos regreso pero el bueno de Bob nunca se ha ido, y siempre está ofreciendo cosas, desde revisitaciones de su obra, bootlegs, y por no hablar de su gira interminable. Pero «Tempest» ofrecía canciones nuevas y la crítica de nuevo se volcó con el disco, sobrevalorándolo. A estas alturas de la película, es obvio que Bob Dylan es un genio y que siempre tiene cosas que ofrecer, incluso un buen disco como este «Tempest». En su evolución, Dylan ha cambiado su forma de cantar, ahora con una voz más áspera y rasgada, y aparece como un revisitador-reciclador de sonidos, especialmente se siente cómodo en ello, pero con el rock y el folk como escudo. Incluso estéticamente, Bob Dylan parece ya un viejo personaje sacado de una litografía del Mississippi.
«Duquesne Whistle», compuesta junto al poeta Robert Hunter, que ya colaboró con Dylan en el pasado y con Grateful Dead, nos muestra a un Bob Dylan divertido, juguetón se podría decir incluso, con un ritmo de entrada del tema que se perfila con ese pasado. El título ya hace referencia al silbido del tren de Duquesne, una ciudad de Estados Unidos. «Duquesne Whistle» avanza a través de unas guitarras, que parecen simular el ruido del ferrocarril, y del steel guitar, así como una batería que acompaña a ese tren que parece venir. La letra también es críptica y oscura, por lo que su interpretación está abierta a todo tipo de conjeturas.
Atentos también al vídeo que se rodó del tema, dirigido por Nash Edgerton, en el que un impagable Dylan, acompañado por un variopinto grupo de colegas, recorre las calles de Los Ángeles, mientras transcurre la historia central. Y sí, a nadie le queda mejor que al viejo Bob ese sombrero de ala ancha, no lo dudamos.