Todo apuntaba a que de los tres hermanos Felice el más talentoso era Simone, hermano mayor y primer miembro en abandonar ‘The Felice Brothers’ para participar en el dúo ‘The Duke and the King’, y a la postre productor de este debut en solitario con el que el hermano mediano se destapa como otro más que cualificado compositor. Acompañado por sus hermanos Simone y James, además de otros músicos de sesión, y grabado en cuatro jornadas en su casa natal de Palenville (NY), persevera en la autenticidad del sonido americano que tan bien ha defendido con ‘The Felice Brothers’ en este proyecto personal caracterizado por una acústica inmediata y una austeridad instrumental además del íntimo dramatismo vocal en la frágil voz de Ian. También es destacable el potente contenido lírico, que alterna la temática personal con pequeñas incursiones sociales, y que el autor compaginó con la escritura de un poemario publicado bajo el título de ‘Hotel Swampland’.
A la sombra inevitable de Dylan y en la línea de autores actuales como Conor Oberst o Josh Ritter, ‘In the Kingdom of Dreams’ incluye diez canciones de elevado valor compositivo presentadas con el pulimento justo, lo que las dota de calidez y cercanía y multiplica la presencia de las, en su mayoría, sobresalientes melodías. La preciosa canción que abre y da nombre al disco suena sensible y brilla desde los primeros acordes de su melancólica línea de guitarra, igual de doliente y bella Will I Ever Reach Laredo contiene un estribillo emotivo y una segunda parte de mayor profundidad. Unos ropajes sencillos arreglan la en apariencia ambiciosa y social 21st Century, que va creciendo a medida que avanza, a continuación In Memoriam suena a popular con la única compañía de la guitarra. Signs of Spring introduce el piano, que suena pesado en su pausada intensidad, y Mt. Despair recupera de inicio la intimidad de la guitarra. Road to America es una pieza más country y ligera que va creciendo en contundencia a lomos de la percusión, después la oscura Water Street vuelve a desnudar el sonido y la despojada Ten to One destaca por el piano central de su estribillo. Cierra el disco apenas acompañado por el wurlitzer en la ceremonial In the Final Reckoning.
Partiendo de que la portada (que no invita precisamente al optimismo) no miente (aunque podría haber sido más acertada), el contenido del disco tampoco defrauda, si bien a veces da la sensación de que podría haber crecido con una mayor elaboración, especialmente en las canciones más ligeras, porque otras son de un intimismo necesario. Pero el conjunto demuestra una enorme habilidad para la canción tradicional, como acostumbran los miembros de esta saga, por el nivel al que rayan la mayoría de las composiciones, rezumantes de una sincera proximidad en la cálida voz de Ian Felice.