José Ignacio Lapido, ex de 091, cuenta con una carrera muy alabada y reconocida por la crítica. Su anterior disco, «De Sombras y Sueños» (2010) ya alcanzó una elevada valoración, destacándose uno de sus puntos fuertes: el nivel de sus letras. Caracterizadas por una cierta negrura y un pesimismo acorde con los tiempos, Lapido se consolidaba así en la lista de grandes artistas que, lamentablemente, no parecen tener hueco en el sistema musical español. Pero, afortunadamente, estos grupos y cantantes situados en los márgenes del mismo parecen no querer rendirse, mientras mantienen y aumentan poco a poco la base de seguidores. Lapido no es un recién llegado, ni mucho menos, pero era la primera vez que me acercaba a su obra. Confieso que el pesimismo que destilaba «De Sombras y Sueños» me hizo no fijarme en él. Pero «Formas de Matar el Tiempo» me llegó de forma insospechada e inesperada (gracias amigo), y tenía ganas de acercarme a Lapido. Y aconsejo, amigo/a lector/a, que hagan lo mismo porque se encontrarán con una propuesta musical de gran nivel y con unas letras de una calidad superlativa. Rock de muchos quilates, con una gran presencia de guitarras pero también de órganos y pianos eléctricos, con numerosos medios tiempos para enmarcar, y esas letras, esas letras que se te clavan tras una y otra escucha, que van desde la cotidianidad más inmediata hasta la construcción de imágenes poderosas.
Más positivas que en su anterior entrega, Lapido va entregando cada tema hasta llegar a los diez que completan «Formas de Matar el Tiempo», y el disco va creciendo. Comienza con «Un día de perros», un medio tiempo que se acelera, con un toque de optimismo en versos como «Vamos a esperar a que las nubes se abran y que dejen pasar, esa intensa luz majestuosa y rara, como si un Dios nos mirara a la cara». Con «Muy lejos de aquí», otro medio tiempo, llega la mejor canción del disco, superlativa, con una melodía que acompaña a una letra sublime. No en vano, es el primer single de este disco:
«Cuando por fin» es más rápida y con otras estrofas para enmarcar como por ejemplo «Cuando por fin estén bien orientadas las antenas, cuando por fin se ajustan los tornillos en las tuercas, todo irá bien cuando por fin consiga poner…en hora mi reloj de arena». Le sigue «Cosas por hacer», más pausada, y posiblemente la mejor letra del disco, con un final con este mensaje de esperanza: «No es tan malo…aún quedan cosas por hacer», destacando de fondo un genial órgano eléctrico. Cuando llegamos a «40 días en el desierto» las letras no dejan de sorprendernos. «No hay vuelta atrás» es la más «americana», con un toque country muy claro, manteniendo el elevado nivel de las letras una vez más.
De no estar en el disco «Muy lejos de aquí», «La ciudad que nunca existió» sería la mejor canción del disco. Rock portentoso, en una gran combinación de teclados y guitarras, con una letra muy cinematográfica, y muy metafórica. «Desvaríos» retoma la pausa pero es sólo por un instante, para dar paso a otra canción fogosa, «Está que arde», con un verso ilustrativo del momento que vivimos: «Me temo que la cosa está que arde por aquí». Y termina tranquilo el disco, con una canción de ¿desamor?, cuyos versos tienen una calidad de altura con ejemplos como «Puede que lo malo haya pasado y nos espere lo mejor, o puede que nos saquen del error».
Lapido firma el disco español del año hasta la fecha, junto con «Delantera Mítica» de Quique González, que también destacaba por las letras. Habrá que esperar que Lapido aterrice por estos lares para verlo en directo. De momento, os recomendamos que escuchéis este disco y sus letras, unas letras que os van a ir atrapando en cada escucha, como decíamos al principio. Y, para muestra, «Está que arde», que es como está la «cosa»: