Después de una vida dedicada a la música en variadas facetas, ocupando en general un plano discreto en sus muy diferentes proyectos, Fino Oyonarte pensó tras sufrir un infarto hace tres años que tenía que «hacer algo propio» y como resultado de aquella necesidad llega a nuestras manos esta delicia que no debería sorprender dada la trayectoria de su autor, pero cuya cuidada transparencia no puede menos que hacerlo.
Inquieto y apasionado, durante las tres últimas décadas además de bajista de Los Enemigos (tras sus inicios en Glutamato Yeyé) ha desarrollado otros proyectos en bandas como Clovis o Los Eterno y ha destacado como productor de gente de la talla de Los Planetas, Lagartija Nick o Los Deltonos además de crear la recomendable editorial musical Libros del ruido. Acompañado en la producción por César Verdú, antiguo colaborador en Clovis y actual batería de León Benavente, y rodeado de otros excelentes músicos como Daniel Lorca de Nada Surf o el prestigioso violinista Phillip Peterson, cuya labor con las cuerdas merece una especial mención, el debut en solitario de Oyonarte trascurre alejado del rock y se adentra en terrenos más sutiles e intimistas, en la línea de autores cercanos como Rafel Berrío o más lejanos como Nick Drake o Elliott Smith, en cualquier caso su labor culmina en una particular y atractiva sencillez. Sus letras, igualmente sencillas a la vez que claras y dirigidas sin rodeos, destilan honestidad y contienen vivencias y reflexiones expresadas desde una generosa y directa intimidad.
Desde el destacable inicio con Afortunado ya se adivina el tono bajo del disco, en este caso con Fino apareciendo al piano y la guitarra y una preciosa presentación de la sección de cuerdas. Los ecos de bossa nova aceleran el tempo con moderación en Atrapado para paulatinamente y con suavidad irlos arropando hasta alumbrar el sonoro final. Más ligera e instrumentada, con un piano central y precioso acompañamiento de vientos y cuerdas, Estos años completa el fantástico trío inicial.
A continuación La deriva fluye sobre apenas una guitarra acústica, casi igual que la bella Casualidad, que cede algo de protagonismo al violín, el violonchelo y unos coros sutiles. Se descuelga el autor la guitarra en Huellas en el tiempo, nostálgica introspección al piano que cierra el segundo trío del disco, antes de que Por dónde empezar vaya introduciendo con timidez nuevos elementos folk para relajar un poco la intensidad emocional y completar, junto a la rigurosa belleza de Sueños y tormentas y la maravillosamente arreglada (a destacar trompeta y cuerdas) Cien pasos, un trío final lleno de sensibilidad.
Una enorme presentación la de este experimentado músico que deja un excelente regusto, un disco de alta intensidad emocional y medida intensidad sonora resultado de una necesidad propia que ha acabado redundando en nuestro propio provecho, un trabajo honesto y sabio y hecho con las pretensiones justas para multiplicar el sencillo placer de escucharlo.