No es una música especialmente inmediata ni variada la de este californiano, tampoco resulta demasiado contagiosa ni enérgica como ya apuntamos en reseñas de sus anteriores discos, sin embargo tiene algo que te atrapa con las paulatinas escuchas en que se va descubriendo hasta conquistarte con placeres estructurados que insisten contra lo que en principio pueda escapar a la evidencia. Con su particular sello sigue acumulando excelentes discos, desde aquella séptima referencia («Big Wheel and Others») con la que definitivamente nos sumó para su causa, hasta este nuevo trabajo que extiende la estela del más cercano «Mangy Love» con el que tanto disfrutamos.
Encuadrado en la abultada nómina de autores folk norteamericanos, sin duda es uno de los más personales y abiertos a otras influencias (mayormente tradicionales como el jazz o la psicodelia), además de un virtuoso de las guitarras con las que sostiene brillantes bases y atmósferas inconfundibles. En este nuevo trabajo vuelve a mostrarse especialmente acertado en el uso de estas, además de otros recursos que en ningún momento le apartan de la dirección que tantos años lleva siguiendo.
I Followed the South to What supone un inicio largo (más de siete minutos) e hipnotizante que empieza a ganar la atención para las guitarras y la omnipresente sección rítmica. Con The Great Pixley Train Robbery introduce con contundencia la esencia rock de su país antes de mostrarse oscuro y suave en una Estrella (con sorprendente homenaje a Juan Gabriel) en la que vuelve a destacar la fluidez de las guitarras. Un piano de salón anima el conjunto en Absentee en un tramo del disco en el que, junto a la percusión exótica de la bella Real Life, predomina la calma. La más melódica Sleeping Volcanoes crea una fantástica atmósfera con guitarras que van ascendiendo a las órdenes del bajo y Sidewalk Bop After Suicide suena profunda a partir de las cuerdas y teclados. El sabor del pedal steel fluye con suavidad en Prayer for Another Day antes de las novedosas programaciones rítmicas de la sencilla American Canyon Sutra. Más instrumentada y con una apreciable suavidad vocal, también destaca Tying Up Loose Ends antes de concluir con los diez brillantes minutos de la poderosa evocación sonora que supone Rounder.
No indicado para quienes gusten de emociones automáticas pero si para aquellos que sepan gozar de los provechosos frutos del reposo, con este «Tip of the Sphere» McCombs insiste en una mezcolanza de estilos que, con la irrenunciable sazón norteamericana, contentará una vez más a sus fieles y continúa su acercamiento a un sonido menos austero en el que las guitarras vuelven a ser protagonistas de las piezas más destacadas.