Apartadas sus disputas internas y sus salidas de tono, marginado todo aquello que responda a razones extramusicales, lo cierto es que Oasis fueron la banda más importante surgida en la Gran Bretaña durante la década de los noventa. Sobre fobias y filias particulares habría mucho que hablar, pero parece razonable afirmar que sus dos primeros discos integran por derecho y sin discusión la restringida lista de joyas surgidas en las islas durante esos años.
Su debut de 1994 ya había supuesto un apreciable seísmo en la incipiente escena del britpop. Con más de ocho millones de copias vendidas, «Definitely Maybe» supuso el descubrimiento de los hermanos Gallagher quienes, escoltados en sus inicios por Paul Arthurs «Bonehead» a la guitarra, Paul Mcguigan al bajo y Toby McCarroll a la batería (sustituido ya en su segundo largo por Allan White) deslumbraron desde el principio en una poderosa escena en la que dominaban bandas del calibre de Suede o Pulp, y que pronto sería sobreexplotada por los medios como pilar de la recuperada hegemonía británica del pop mundial.
Si tras un complicado ejercicio nos abstraemos del espectáculo mediático en que convirtieron tanto Noel como Liam sus andanzas familiares o sentimentales además de las polémicas que mantuvieron con otros músicos, nos queda la inevitable coronación de una banda que se convirtió en la más grande de su generación, celebrando algunos de los conciertos más multitudinarios que se recuerdan (como los de Knebworth en 1996 en los que reunieron a 250.000 personas durante dos jornadas) y liderando mercados tan exigentes como el norteamericano.
Sus más grandes hitos los alcanzaron con el disco que aquí recordamos, un «(What’s The Story) Morning Glory?» que lanzaban un mes de octubre de hace veinticinco años después de haber avanzado dos sencillos, con el segundo de los cuales (Roll With It) disputarían (y perderían) la más sonora batalla del britpop al coincidir su lanzamiento con el de Country House de Blur, un hecho que no deja de ser anecdótico en un recorrido tan impresionante como el que luego tendría el disco de Oasis: alrededor de treinta millones de copias siendo el cuarto disco más vendido de la historia en Inglaterra.
Con la potencia eléctrica de Hello y el desafío en la voz de Liam se abre estupendamente el álbum, seguida en la misma línea por el rock efectivo de la nombrada Roll With It. Luego se inicia el fantástico e inconfundible rasgueo de Wonderwall, su principal himno, que introduce las primeras secciones de cuerdas, para continuar la tónica en Don´t Look Back In Anger, una magnífica balada abierta al piano y cantado por Noel. Recuperan el ímpetu en Hey Now!, ruidosa y melódica al mismo tiempo, para mantenerlo en el que fue primer sencillo, Some Might Say con ecos de T-Rex en las guitarras. Semioculta en el listado aparece la magnífica Cast No Shadow, en la línea orquestal de Wonderwall, para a continuación llegar el medio tiempo ligero y rítmico She´s Electric, en el que Liam baja el tono, para acabar a todo trapo con Morning Glory antes del cierre colosal de Champagne Supernova, irrefrenable fuente de emociones que se inicia íntima para culminar comunitaria sin remedio.
A la inútil controversia entre sus dos primeros discos, ambos magníficos y destacados sobre el resto de su discografía, solo cabe indicar las diferencias evidentes en los arreglos de este segundo, más elaborados y dimensionados, porque el nivel de las canciones es igualmente superior. En su siguiente disco «Be Here Now» sí se les iría la mano con los arreglos, repetitivos además de desmesurados, en una carrera que se prolongaría hasta 2009 con importantes tropiezos y que no lograría igualar los resultados de sus inicios. En cualquier caso puede considerarse el principal culpable de que la música británica recuperara por unos años el cetro mundial y no cabe duda de que es uno de los discos más relevantes tanto a nivel comercial como artístico de las últimas décadas, una colección de canciones que dos décadas y media después aún conserva el efecto energizante del mejor pop.