Hace más o menos veinte años se cocía una interesante escena musical, quién sabe si como alternativa al agonizante britpop, la cual incluía un montón de bandas que más allá de la coincidencia generacional (y el acecho dirigido de los intereses comerciales) poco tenían que ver entre sí, como The White Stripes, Kings of Leon, The Strokes, Interpol… Por supuesto que había coincidencias entre algunas de ellas pero no tenían demasiada consistencia por las diferencias estilísticas y geográficas. Tal denominación no llegó muy lejos, pero algunas de esas bandas sí.
En 1998 se formaba en San Francisco el trío Black Rebel Motorcycle Club y tres años más tarde la publicación de su debut caía en el saco de la referida New Rock Revolution. Habían bebido de la tradición musical norteamericana así como de la psicodelia, el shoegaze, el garage, el punk… hasta conformar un sonido que desde su puesta de largo marcaba su territorio con un bajo protagonista y rotundo y unas guitarras duras, ruidosas y variadas.
Compuesto por las cabezas pensantes Peter Hayes y Robert Levon (que también alternaban en la voz) y el batería Nick Jago (que abandonaría la banda definitivamente en 2008, siendo sustituido hasta hoy por Lea Shapiro), debutaron en 2001 con un brutal disco homónimo cuyo nivel no han conseguido emular durante el resto de su carrera. Esto no quiere decir que no hayan editado posteriores discos apreciables, pero ninguno alcanzaría el nivel ni la justificada resonancia de un debut que de inmediato les afianzó en un status que han conservado con dificultades.
Pero su primer disco contenía argumentos de sobra para depositar en ellos quintales de confianza, como la canción de apertura Love Burns que, tras la intro, presentaba de entrada las guitarras y la batería en una demostración de shoegaze endurecido. Luego llegaba la salmódica Red Eyes and Tears y sus acordes lúgubres hasta romper en el estribillo antes de una daga punk-rockera como Whatever Happened to My Rock’n’Roll (Punk Song), llena de ritmo y potencia. Se relajaban de inicio en Awake, aunque resuenen la distorsión y el ruido en el estribillo para, a continuación presentar la estupenda White Palms, primera demostración de un bajo engranado, rotundo y seductor.
De nuevo una original línea de bajo abría el medio tiempo As Sure as the Sun, que también contaba con potentes guitarras, para dar paso a uno de los cortes más destacables, una Riffles que, tras una extensa intro, daba entrada a las inconfundibles guitarras en un bárbaro ejercicio de psicodelia-rock. El ejercicio de distorsión guitarrera de Too Real pasaba algo desapercibida antes de recuperar el nivel con el blues de quilates Spread Your Love, con la brillante insistencia de la sección rítmica y unas guitarras y harmónica aportando contundencia y sabor respectivamente. Para acabar dejaron la oscura y pesada Head Up High, de ruidosa emoción en el estribillo, y una Salvation que abrían las percusiones para, en un desarrollo denso, ir ganando emoción con la suma de guitarras y voz.
Trasladados al poco tiempo a Los Angeles, han sido productores y arreglistas de la mayoría de sus discos, el primero de los cuales les sirvió para atrapar con firmeza a un buen número de fieles. Con el tiempo la banda ha ido reduciendo expectativas y ha editado hasta siete trabajos más, siempre con muestras de su genio pero a menudo con una irregularidad que les ha lastrado, como su último trabajo, un flojo ‘Wrong Creatures’ que ya quedaba lejos de sus mejores momentos, los que deslumbraron cuando irrumpían en el negocio con una pujante personalidad y que veinte años después se mantienen como persistente faro de su carrera.