Es más que posible que el nombre de Jimi Goodwin no diga nada a muchísima gente y que si añado que fue miembro destacado de Doves (banda de Manchester de la que hablo en pasado pese a que su disolución nunca se ha hecho oficial) no facilite mucho su identificación, pero lo cierto es que para quien esto firma se trata de un disco esperado por su presumible cercanía al sonido del magnífico trío que formó junto a los mellizos Williams. Juntos editaron cuatro estupendos trabajos muy por encima de la media de gran parte de sus populares coetáneos durante los últimos coletazos del brit-pop.
Una vez escuchado Odludek queda clara la magnífica sinergia con la que aquellos tres talentos buscaban la excelencia y la dificultad de repetirla en solitario. En este disco Goodwin experimenta con éxito en algunas partes pero siempre termina por asomar la personalidad de la banda a la que prestaba voz y bajo, de la misma forma que es inevitable percibir añejos restos de esa música que, anclada en gente como Paul Weller o los Stone Roses, dominó la escena británica de los noventa.
El disco se abre con la contundencia de Terracotta Warrior, que golpea de inicio antes de moderarse con una acertada línea de bajo en una combinación que funciona por partes. La mezcla de estilos continúa en Didsbury Girl que suena a trip-hop y en la que intercala unas reconocibles cuerdas. El inicio dance de Live Like a River se electrifica con ruidosas guitarras en uno de los temas más enérgicos, antes de dar paso a las dos colaboraciones de Guy Garvey (líder de Elbow) en las hermosas guitarras y coros de Hope y el intrascendente divertimento deudor del Parklife que es Man V. Dingo. Aparecen los primeros teclados y los aires de jazz en Keep my Soul in Song antes del acertado sencillo Oh Whiskey, la más acústica del disco que asciende en su segunda parte hasta conformar una brillante pieza de pop clásico. The Ghost of the Empties también se abre con unos repetitivos teclados paulatinamente rodeados con acierto hasta crear una atmósfera tan brit como el inconfundible rock de Manchester de Lonely at the Drop. El disco lo cierra Panic Tree, otro intrascendente divertimento ferial.
No es un disco intimista, como invitan a esperar los discos en solitario de otros miembros de destacadas bandas, ni de ruptura, a pesar de ciertas innovaciones que en ningún caso suponen demasiados riesgos. No depara por tanto muchas sorpresas este primer trabajo en solitario de Goodwin que, sin alcanzar la inspiración de sus mejores interpretaciones, demuestra que aún conserva el talento para crear intensas melodías pop.