Han pasado tres años desde que Yann Tiersen editase Skyline, su último trabajo de estudio, en el que continuaba con el progresivo alejamiento del sonido que le dió a conocer mundialmente. Como si renegara del abrumador éxito de la banda sonora de Amelie el autor bretón hace tiempo que comenzó a embadurnar su minimalismo clásico de experimentación e inmediatez manteniendo su característica belleza aunque aumentando las distancias.
En esta ocasión se ha trasladado a Islandia para grabar este Infinity junto a músicos principalmente de ese país y una menor colaboración de su troupe habitual y el resultado son canciones extrañamente cálidas y lejanas en las que se aprecia una mayor presencia de la electrónica. La agradable imperfeción de los juegos de coros también son otro de los rasgos distintivos del disco que conserva la estructura narrativa e incluso de banda sonora que es habitual en los discos de Tiersen. Cada canción parece un relato y todas juntas componen una suerte de historia sonora.
La música nos va a alcanzar desde las profundidades en el tema que da nombre al disco, que asciende hacia la música que específicamente se inicia con los característicos instrumentos de juguete de Slippery stones junto a coros como los que refería antes y las omnipresentes cuerdas. A midsummer evening se inicia con otra aproximación lenta para ir creciendo hasta la entrada de las percusiones y la instrumentación pop junto a los bonitos juegos de voces. La cuarta canción es una recitación en bretón culminada en compañía de una mezcla de sintetizadores con sonidos folk. Lights combina el rock que Tiersen practicó en sus inicios con el minimalismo que le dió el reconocimiento general en uno de los temas en que su estilo clásico es más reconocible. Gronjord, interpretada en feroés, es un bello conjunto de cuerda y Steinn, cantada en islandés, tiene una mayor presencia de los sintetizadores junto a la guitarra acústica final. In our minds es bastante lenta y The crossing contiene una brillante línea de bajo que, junto a los coros, le confiere un aire pop antes del solitario cierre del violín. Meterorites pone el punto final con una largo monólogo en inglés al que acompaña una cristalina instrumentación.
Se siguen disipando los ecos de Nyman y Mertens así como de la chanson en este trabajo que de nuevo contiene la expresión de las verdaderas inquietudes de Yann Tiersen, un músico experimental y avanzado que domina la receta de una belleza complicada pero a la que el tiempo siempre termina por abrazar.