El más sombrío superviviente del grunge continúa con la prolífica carrera que le ha llevado a alternar numerosas colaboraciones (QOTSA, Isobel Campbell, Twilight Singers, Soulsavers, U.N.K.L.E … y seguro que me dejo alguno) con los trabajos en solitario de sus inicios o junto a la banda creada para la grabación de Bubblegum en 2004 y cuyos componentes principales son básicamente el propio Lanegan y el productor y multiinstrumentista Alain Johannes. Continúa con el acercamiento a la electrónica que inició en el último trabajo junto a su banda (Blues Funeral, 2012) sin perder completamente las señas de identidad que le aferran a la tradición musical de su país.
Su característica voz aguardentosa cada vez interpreta mejor sus historias místicas y desencantadas situándole en la estela de canónicos trovadores norteamericanos como Cash o Waits. A su vez el interés por movimientos como el krautrock o el trip hop le ha llevado a dar un mayor protagonismo a la electrónica hasta obtener un sonido similar al de las canciones de su último trabajo y mantener la distancia con el blues y el folk pausados de sus inicios en solitario.
La contundencia de Harvest Home, primer corte del disco, grave y potente, se desvía de lo que será la tónica general en uno de los temas más rockeros y destacados. A continuación apenas se acompaña de un armonio para trasladarnos a la América profunda en la mística Judgement Time. Floor of the Ocean está presidida por la electrónica calmada y una oscura y creciente guitarra a lo New Order. La voz de Lanegan se rasga en The Killing Season acompañada de percusión y sintetizadores y el wah-wah de la guitarra anima sin excesos el ritmo en Seventh Day. La voz recupera protagonismo en la acústica y desnuda I Am the Wolf, dulcificada en la balada melancólica y hermosa que es Torn Red Heart. El sonido del sintetizador vuelve a oscurecer la siguiente interpretación de Lanegan acompañado de voz femenina. De nuevo luce la voz despojada de arreglos en The Wild People antes de que reaparezca la contundencia a lo Bubblegum en la lenta pero enérgica Death Trip To Tulsa para completar el décimo y último corte.
Sin demasiada novedad por tanto en esta nueva entrega de Lanegan y compañía; solo (y no es poco) un puñado de buenas canciones que conservan el sonido inaugurado en Blues Funeral, aunque a alguna revolución menos, y que contribuyen a agrandar la negra y desengañada figura de esta suerte de crooner moderno.