Era 2008, la tan temida crisis era un rumor que comenzaba a sonar, algo no iba bien, pero…Las grandes giras vendían todas las entradas en cuestión de horas, y Bruce Springsteen con su E Street Band estaba a la cabeza en esas marcas. Pero me voy a diciembre de 2007. Springsteen había publicado unos meses antes «Magic», un buen disco con canciones potentes y muy de la banda. Se anuncian unas fechas en España y lo intentamos, agua. Internet colapsado, los teléfonos comunicando, «manténgase a la espera». En unas pocas horas, no hay entradas. Pocos días después, se anuncia una nueva fecha en Barcelona, repitiendo en el Camp Nou, ojo que eso es muy grande y ya estaba lleno. Da igual, de nuevo se vende todo en unas horas. Pero, en esta ocasión, nos toca la lotería y conseguimos dos entradas (llámalo milagro) y encima por teléfono, casi con más mérito.
20 de julio de 2008, segunda cita con Springsteen en Barcelona. Para entonces, el triunfo en sus conciertos es apoteósico. Son larguísimos, duran más de tres horas, demuestran una fortaleza brutal, con un público entregadísimo, una celebración colectiva con sus rituales más cerca de la religiosidad que de los tiempos seculares que vivimos. Y allí nos fuimos. Barcelona estaba tomada por fans de Springsteen, llenar el Camp Nou dos días seguidos implicaba más de 150.000 espectadores. Dar un paso era encontrarse con gente con camisetas, llegados de todos los lados.
Nosotros, decidimos que hay que ir pronto para coger sitio. Aquello impresiona y piensas todo el rato en la gente que está allí arriba, en la grada, si es posible ver algo, no quiero ni pensarlo en un partido de fútbol. Creemos que no. La espera es de varias horas, se hace larga, aunque sólo ver el estadio ya te deja KO. Este se va llenando, no hay entradas, y la expectación y los nervios suben.
Bruce Springsteen y la E Street Band se retrasan, crece la ansiedad. Nadie sabe qué pasa pero comienza el show. Allí aparece todo el grupo al completo, flanqueado Springsteen por todos ellos, que interpretan los acordes de «Tenth Avenue Freeze-Out» del «Born to run». No es una mala forma de empezar, no señor, la locura se desata mientras el público corea el inicio de la canción. Le sigue el primer single de «Magic», la potente «Radio Nowhere», que la engancha con «Lonesome Day» de «The Rising». Si el comienzo es duro, lo siguiente acaba por reventar: «Prove it All Night», «Darkness on the Edge of Town» y «Spirit in the Night», aquí ya la locura.
La cosa se relaja con «Light of Day», «Working on the Highway» y «Tougher Than the Rest». Springsteen saca su cara más reivindicativa y da entrada a «This Hard Land» y «Youngstown», donde Nils Lofgren se marca un gran solo de guitarra. Luego nos regalan la imponente «Murder Incorporated» y llega uno de los momentos más emotivos del concierto: «The Promise Land». En el resto de la primera parte del concierto, Springsteen va a atacar canciones sobre todo de «The Rising» («Mary´s Place», «The Rising») y de «Magic» («Livin’ in the Future», «Last to Die» y «Long Walk Home»), junto a «I´m Goin’ Down» de «Born in the USA», para terminar con todo un clásico como «Badlands». Para entonces, el Camp Nou se ha caído cinco o seis veces, pero nos parece que esta vez sí que va a caerse.
Pero eso no era nada. A la vuelta espera un larguísimo bis donde la banda la goza. «Thunder road», otro cláscico obvio, da paso a la sorpresa de un «Detroit Medley», donde interpretan varias canciones de rock de los 50. Tras este paréntesis, «Born to Run» (otra vez el Camp Nou se viene abajo), y luego otra extensa «Rosalita». «Bobby Jean» supone un breve respiro para ir terminando, es un decir, porque luego presenta una nueva canción, «American Land», vinculada al estilo folk de «We Shall Overcome: The Seeger Sessions». Springsteen saca a sus hijos y a otro montón de niños para tocar y cantar la canción, que incluso nos ponen la letra en las pantallas a modo de karaoke. Pero no acababa aquí la cosa porque se deja para el final una vesión de «Twist and Shout», en la que intercala fragmentos de «La Bamba», una versión que también fue larguísima.
Ya no recuerdo qué hora era, muy tarde eso sí, en una noche calurosa de julio en Barcelona. Habíamos visto un espectáculo inigualable, con una banda engrasada: Springsteen oficiando de maestro de ceremonias; a su lado el gran Steve Van Zandt, impagable en su papel, y los solos de guitarra de Nils Lofgren; la base rítmica, con un machacón Max Weinberg y Garry Talent, silencioso en un segundo plano; los teclados de Roy Bittan y de Charles Giordiano, sustituto del entonces recientemente fallecido Danny Federici; la presencia testimonial de Patti Scialfa, que en las últimas giras aparece de forma muy irregular, y la cada vez más creciente de la violinista Soozie Tyrell, a medida que en la música de Springsteen ha ganado presencia el folk. Dejamos para el final a Clarence Clemons. Al gran hombre se le veía muy tocado ya entonces, participando escasamente, aunque su sola presencia ya intimidaba. Incluso tenía un poco disimulado trono donde sentarse, como lo contamos. Lo más duro fue, al final, cuando el propio Bruce Springsteen acompañó al bueno de Clarence para salir del escenario ya que, literalmente, no podía bajar la rampa él solo. Una imagen entre triste pero humilde, una imagen que denota que todos estos tipos son de los que van a aguantar hasta el final.
Salimos del Camp Nou y allí había decenas de miles de personas para coger unos autobuses insuficientes, el metro ya había cerrado. Un público variado y heterogéneo, familias enteras, niños, etc., en fin, casi una religión, para muchos de ellos más. En todos había una sensación de plenitud, de haber presenciado un acontecimiento único. Nosotros nos fuimos hacia el centro, al hotel, recorriendo calles vacías de Barcelona que sólo se veían «molestadas» por fans de Springsteen. Estábamos a varios kilómetros pero era imposible no seguir recreando ese concierto.
El sábado 2 de junio volvemos a ver a Springsteen y la E Street Band, junto con un buen número de músicos añadidos. Ya no estará Clarence Clemons, pero su recuerdo permanece. Tampoco tendremos el efecto sorpresa de ser la primera vez que lo vemos en directo, pero las crónicas hablan de nuevo de grandes conciertos. Lo contaremos.