Fernando Navarro es uno de los periodistas del ámbito musical más destacados de este país. En la actualidad, es ya responsable de la sección de Música de El País; lleva casi siete años con su referente blog La Ruta Norteamericana en ese mismo medio; es colaborador en Rolling Stone, Ruta 66 y la Cadena SER; y hace casi tres años publicó un fantástico libro como fue Acordes Rotos. Retazos eternos de la música norteamericana (66 rpm), en el que trazaba los semblantes de algunos y algunas artistas ‘malditos’, que se quedaron en el camino del éxito a pesar de su sobrado talento. Y todo eso, Fernando Navarro lo ha hecho con poco más de treinta y tres años. Dotado de una visión holística, en su forma de acercarse a sus artículos se observa el peso de su formación también como historiador, y de ver la música desde diferentes perspectivas, sin perder de vista sus componentes sociales, culturales, políticos, etc., Navarro publica su primera novela, Martha. Música para el recuerdo (66 rpm) y, como no podía ser de otra manera, la música es central, pero no es lo único, va de muchas más cosas, aunque siempre medidas y mediadas por canciones que te agarran a la vida.
Si alguien esperaba que Fernando Navarro iba a realizar una visión en un sentido enciclopédico de discos y canciones, se puede ir olvidando. Acierta el autor cuando condensa la importancia de la música en unos pocos grupos y artistas, los más relevantes en este libro no abarcan los dedos de las dos manos, desde Los Rodríguez y Burning a Tom Waits y Van Morrison, y no son tanto los artistas como las canciones, verdaderos caminos y curas para almas torturadas. Con un impactante inicio que te lleva a una tragedia se produce el auténtico desencadenante de una trama que nos traslada al periplo vital de Javi, un hombre de nuestro tiempo, atrapado en dilemas existenciales desde lo laboral a lo personal, en un mundo kafkiano y veloz, y que regresa a otros dilemas del pasado, a las decisiones tomadas y no tomadas que guían nuestro destino, y que siempre están ahí, porque estamos decidiendo continuamente. Marta es el nombre de su decisión más trascendental y determinante, esa espina clavada que representa más que una relación, representa un ideal. Navarro va a ir saltando del presente al pasado en toda la novela, un juego difícil que resuelve brillantemente y que en ningún momento muestra disonancias. Al contrario, refuerza las partes, de ese pasado mirado con una mezcla de ilusión y nostalgia a un presente marcado por las dudas y la crisis sistémica que comenzó en 2008, y que aparece en la novela con la fuerza que ha irrumpido en la sociedad. Si bien es cierto que en los inicios es una novela que se mueve ‘lenta’, en su evolución Martha. Música para el recuerdo va ganando mucho cuerpo, hasta alcanzar una voz propia que explota del todo especialmente en el último tercio. No son muchos más peros los que se le pueden poner, posiblemente algunas reiteraciones sobren en ciertos momentos, pero también pueden responder al contexto en que se enmarcan.
Martha es el título de una canción de Tom Waits, del disco Closing Time (1973), vinculada para siempre a la Marta de Hoyo de Manzanares, municipio de la sierra madrileña que se convierte en otro de los protagonistas de la novela. Hoyo de Manzanares representa todos los pueblos a los que muchos y muchas de nosotros íbamos en los veranos de nuestra infancia, adolescencia y juventud, lugares que suponían la ruptura con la vida cotidiana de la ciudad, que contaban con sus ritmos, ritos y escenarios. Navarro es muy hábil al jugar con este elemento nostálgico que provoca una identificación automática. Somos las generaciones que veníamos del éxodo rural, aunque no es el caso del protagonista de la novela, y el mantener, o adquirir, una casa en el pueblo era lo habitual. El Hoyo de Manzanares que nos describe Navarro es el de la segunda mitad de la década de los 90 y los primeros años de siglo XXI, un pueblo por el que nuestro protagonista se siente en su entorno, y en el que aparecerá Marta. El valor de lo comunitario está también muy presente en esas páginas, también de lo sencillo, en el sentido positivo de la palabra, del valor del tiempo, de lo contemplativo, a diferencia de nuestras vidas posmodernas.
Otros valor central de Martha. Música para el recuerdo es el de la amistad. Navarro teje una red de lealtades y amistades, le otorga una importancia de primer orden, de nuevo frente a las transformaciones no ya de la sociedad sino de la evolución de la propia vida de cada uno. En los amigos del pueblo, en personas que van marcando a Javi en su trayectoria, hay algunos de los momentos más emotivos de todo el libro, sin este elemento la novela no sería la misma. La transformación de la amistad tiene un componente de pérdida de inocencia cuando las lealtades se quiebran y los lazos se resquebrajan o se transforman. Eso lo hemos vivido todos, es muy real. La escena del encuentro de la cuadrilla años después es paradigmática. Personajes arquetípicos en muchos casos, pero muy reales precisamente.
Y está el amor, como no podía ser de otra manera. Fernando Navarro crea un personaje que se mueve en una especie de bruma como es Marta. Marta es una persona especial, una persona que destaca por la diferencia con lo que le rodea, una persona que tiene un aura. Es normal que una persona como Javi, idealista e impregnado de un sentido ético y estético de la vida, caiga rendido ante Marta, pero que por eso mismo le marque en sus decisiones. Hay una mirada inocente en todo ello que tiene su sentido.
En definitiva, el debut como novelista de Fernando Navarro no ha decepcionado, al contrario, parece el inicio de más y eso es algo que le vamos a pedir. Al final, Martha. Música para el recuerdo nos habla de la música, pero nos habla de todo, nos habla de las inquietudes de las personas y de esa sensación de sentirse ‘diferente’ en un mundo cada vez más uniforme y homogenizado. Y la forma de sentirse «diferente» precisamente es la música, esa música que va a ir guiando a Javi en su periplo vital. El rock ‘n’ roll no aparece tanto como salvador sino como argumento para seguir en la lucha diaria. Navarro ha conseguido plasmar esa emoción, puedes sentir esas canciones en tus venas, puedes poner tus canciones en cualquier momento de tu vida y descubrirás que ellas también ayudaron a empujarte a seguir. A la gente que se identifique con esta novela, les va a ser imposible no hacer ese ejercicio. En toda la novela hay grandísimas canciones, algunas de las cuales están en mi lista, pero me quedo para cerrar esta reseña con ‘Astral Weeks’ de Van Morrison…sublime, ‘To be born again’: