La visita de U2 a España con sus cuatro conciertos en el Palau Sant Jordi ha destapado una especie de ‘caja de los truenos’ sobre los irlandeses, su evolución y, especialmente, su situación. A lo largo de estos días, han aparecido artículos muy interesantes, y algunos con argumentaciones bien fundadas, sobre la deriva de Bono, The Edge, Mullen y Clayton. A estas alturas, parece que U2 han descendido de las alturas y se han convertido en una caricatura de sí mismos o en algo parecido. Que U2 han ido envejeciendo mal en lo musical no se le escapa ni al más fan de los irlandeses, que la megalomanía de sus directos es un hecho por mucho que lo vendan con la tecnología y todos los fuegos de artificio que quieran, o que sus patinazos han sido demasiado fuertes. En contra de estas argumentaciones, un ‘Sold Out’ inmenso y una serie de canciones que siguen estando ahí, como un legado que se agrieta por momentos y que nos lleva a pensar si U2 han sabido gestionar bien su trayectoria. Habrá gente que los compare con The Rolling Stones, pero creo que Jagger, Richards y compañía tienen una ventaja sobre U2, no nos mienten, vienen a hacer su negocio y su espectáculo, y punto. U2 no, U2 han adoptado una pose que en cierto sentido se les ha ido de las manos. Y tampoco tienen a su favor la labor de sus supuestos sucesores: el hundimiento a lo bestia de Coldplay o la mayor si cabe (e insoportable) megalomanía de Muse.
¿Cuándo se comenzó a estropear el asunto?, bien, hay varias opciones. Lenore lo sitúa tras el Atchtung Baby (1991), para muchos y muchas el gran disco de U2, lo que puede ser su mayor legado. Otros pueden irse ya al siglo XXI, y habrá gente que se incline por los dos últimos discos, de los que hablaremos posteriormente. Yo creo que nos podemos ir un poco antes, pero sí que estos dos trabajos, con muy poco que salvar, se llevan la palma. Que All That You Can’t Leave Behing (2000) y How to Dismantle an Atomic Bomb (2004) no sean discos sobresalientes, o incluso notables, no quiere decir que no contengan buenos momentos, y vale que algunos pueden ser ‘fáciles’ y ‘tramposos’, pero hay canciones que se salvan y que aguantan muy bien el paso del tiempo, como la propia ‘Beautiful Day’, ‘Elevation’ (no es un tema de mis favoritos), ‘Walk On’, ‘Vertigo’, ‘City of Bliding Lights’ o ‘Miracle Drug’.
Pero algo ha cambiado en la valoración de U2 y hace referencia a esa pérdida del capital simbólico que había atesorado la banda durante décadas. Y es que U2 fueron muy grandes, atravesaron los 80 con discos que fueron creciendo, desde Boy (1980), October (1981), War (1983) hasta The Unforgetable Fire (1984). Discos donde van construyendo su sonido épico, y con canciones que se van insertando en la memoria colectiva como ‘Sunday Bloody Sunday’, ‘Pride (In the Name of Love)’ o ‘New Years Day’. Pero la epifanía de U2 la va a dar el tremendo The Joshua Tree (1987) y los tres irrebatibles himnos de inicio: ‘Where the Streets Have No Name’, ‘I’ll Still Haven’t Found What I’m Lookin For’ y ‘With or Without You’. Son tiempos de la MTV y de los vídeos televisivos y una generación ve a U2 emulando a The Beatles en una terraza o al paseo por Las Vegas. Son tiempos en los que se acercan a los sonidos más norteamericanos y cuando Bono comienza a cimentar a lo bestia su mesianismo. Hoy, estos tres temas están entre los cuatro más radiados seguramente por las emisoras nostálgicas. U2 se convierten con este disco en una de las bandas más importantes del mundo, saltan todas las barreras y adelantan a la grandísima mayoría de bandas y artistas del momento. Llega Rattle and Hum, un disco diferente, con canciones nuevas, versiones y directos, y con una mirada ya absoluta al sonido norteamericano.
Y en lo más alto, hacen un giro que sorprende a todos y todas, en un momento de cambio en el mundo y en la música, llega el mejor disco de U2 para mi criterio, Achtung Baby (1991), un trabajo en el que se abrazan a otros ritmos, introducen la electrónica, y consiguen no dejar a nadie indiferente. Su mérito consiste ya no sólo en que no pierdan sus seguidores, que se podían ver superados por el nuevo sonido (o los cambios en el mismo, eso es para discutir), sino que ganaron más, y eso igual les hizo pensar que todo valía. Sí, Achtung Baby es un hito y, a diferencia de otros discos anteriores de los irlandeses, no ha envejecido. Pero aquí podemos considerar que comienza la cuesta abajo, la megalomanía de las giras se instala en U2 que comienzan a venirse muy arriba, especialmente Bono. Con su prestigio en lo más alto, van un salto más allá y sacan en 1993 el más difícil Zooropa, pero U2 ya han encontrado su camino y las giras serán cada vez más complejas y el más difícil todavía, lo que les llevará a una situación financiera complicada con la de Pop (1997). Musicalmente, estos dos discos suponen un retroceso, y aunque tienen algunas canciones interesantes, lo cierto es que no llegan a calar y nos muestran a unos U2 más dispersos.
La década de los 90 ha sido una montaña rusa para U2, que han arrasado con sus megalómanos conciertos, algo que será ya marca de la casa. En 2000, anuncian que vuelven a sus orígenes con el aseado All That You Can’t Leave Behind, a pesar de ‘Elevation’ (y que me perdonen los fans), y de nuevo gira, y otro disco que sigue esa senda, How to Dismantle an Atomic Bomb (2004), y más gira, y vendiendo todas las entradas a los conciertos. Pero ya a U2 se les tiene en el punto de mira, digamos que se han pasado de frenada, con ese Bono de aquí para allá, con todo tipo de líderes mundiales. Le llueven muchos palos, muchísimos, y lo malo es que ya no cesarán. Lo que ocurre después es todavía más complicado de explicar, o no, pero U2 entran en un vacío creativo demoledor. Y es que, ni en No Line on The Horizon (2009) ni en Songs of Innocence (2014) hay casi nada destacable, no puedo recordar una canción de estos discos, y no aportan nada. Parecen discos sacados para justificar una gira más, mastodóntica a más no poder. Y con su último disco todavía se hunden más con la polémica con Apple, y es que ahí se les fue de las manos, pero mucho. Claro, que habrá gente que diga que U2 llenan en todos sus conciertos, y es cierto, pero también este hecho puede ser una muestra de la banalización de la música, especialmente en su lado más mainstream, el concierto convertido en un acontecimiento social (siempre lo fue) pero en el que la música pasa a un segundo o tercer plano y priman el resto de aspectos. Y claro, también habrá gente que diga que mire hacia Springsteen o hacia The Rolling Stones, y también tienen lo suyo, pero en el caso de U2 la cosa es todavía más clara.
U2 es una de las grandes bandas de las últimas décadas, el paradigma del Rock de estadios para todos los públicos, con un legado muy grande, pero parece que empeñados en mancharlo. Es curioso que Bono haya incluso superado a la brillante y celebrada parodia de Joaquín Reyes en 2007. Puede que U2 hubiesen tenido que mirar hacia otro lado, volver a ciertas raíces, retomar la senda de finales de los 80, no lo sé. Puede también que Bono se haya expuesto demasiado. Los críticos se han echado encima de U2, en algunos casos con buenas argumentaciones, en otros puede que aprovechando la inercia del pim pam pum. Nos quedamos con sus buenos discos y sus canciones, con aquellas en las que U2 todavía eran creíbles, prefiriendo borrar casi la última década. Y otra cosa, en 2005 pudimos ver a REM en Zaragoza, en aquella inhóspita Feria de Muestras. Aquellos REM crepusculares venían de entregar probablemente su peor disco, Around the Sun (2004), y su gira era casi de ‘provincias’, con todos los respetos, parando incluso en localidades como Torrevieja. Bien, aquel concierto fue emotivo, emocionante y lo recuerdo con mucho cariño. Ese mismo año, meses después, en San Sebastián desembocó el Vertigo Tour, una gira a lo bestia, con todo vendido, a diferencia de REM, y con el público entregado. Aquel concierto fue correcto, pero me dejó frío, y sí, tocaron casi todas mis canciones favoritas de U2, pero carecía de emoción. Igual un día Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. recuerdan de verdad sus orígenes o hagan lo que hicieron en 1991 y nos sorprenden pero, mientras sigan por este camino, no.