Atención, llevamos unas semanas dedicadas a escuchar las noticias referidas a la reunión de The Rolling Stones en su cincuenta aniversario. Siendo una de las más grandes efemérides del mundo del rock, no es menos cierto que esta reunión no deja buenas sensaciones. O, al menos, los Stones se nos han hecho muy viejos de repente. Sí, ya sé que esto es contradictorio, ya eran viejos antes. Pero vayamos poco a poco. Hay que comenzar señalando que Jagger, Richards, Watts y Wood son una gran empresa de marketing, una compañía en sí misma, que ha sabido rentabilizarse y sacar partido a todas las oportunidades. Durante casi dos décadas, a sus pocos discos originales les han acompañado giras mastodónticas con una infraestructura cada vez más creciente. ¿Y la música?, no había discusión, siguen siendo los más grandes y se hacen acompañar por una banda de acompañamiento de lujo. Pero los achaques de la edad y su cada vez mayor impostura, con un eficaz reparto de papeles entre el «auténtico» y guardián de las esencias rockeras Keith Richards y el calculador y controlador del asunto Mick Jagger, han dado lugar a un agrietamiento de los Stones.
En su última gran aparición, el documental/concierto «Shine A Light» de Martin Scorsesse, sobrio y eficaz pero sin alma, ya daba grima ver a los Stones rodeados de los Clinton y compañía. No, no nos caímos del árbol, como Keith Richards del cocotero, con aquella imagen. Pero explicitaba algo que no casaba con una cierta ideología que se transmitía en himnos como «Gimme Shelter». Libraba aquel disco la contundencia de los temas e invitados como Jack White y Buddy Guy, dejando a un lado la incomprensible presencia de Christina Aguilera.
Durante estos años también hemos vivido la reedición de su discografía, poniéndose a precios muy asequibles todos sus discos, así como las versiones extendidas de los clásicos «Exile on Main St.» y «Some Girls», con jugosos discos adicionales de grandísimas canciones. Pero lo más divertido ocurrió cuando Keih Richards decidió publicar su autobiografía, Life, en la que arremetía contra Mick Jagger desde todos los frentes y posiciones. Genio y figura, el bueno de Keith se postulaba de nuevo como el auténtico, el que conservaba las raíces del blues de sus inicios, el icono. Mick no se lo tomó muy bien, señalando que no volverían a reunirse los Stones. Además, y para más inri, y como queriendo dar la razón a Keith, montó un grupo con el inefable Dave Stewart, Joss Stone, un hijo de Bob Marley, Damian, y el responsable de la música de la película «Slumdog Millionaire», A. R. Rahman, una gran estrella en la India. Es decir un totum revolutum llamado SuperHeavy, algo que iba más allá de lo que cualquier fan medio de los Stones, o persona con una mínima sensibilidad musical, podría soportar. Este desastre produjo momentos irreparables como la canción, y el vídeo, «Miracle Worker».
Mientras tanto, Ronnie Wood luchaba contra la adicción al alcohol y Charlie Watts llevaba una vida más tranquila y relajada. La relación «pimpinilesca» entre Jagger y Richards llegaba a un punto culminante. Y ese no era otro que el cincuenta aniversario del primer concierto de la banda. Por lo tanto, un buen momento para poner en marcha de nuevo la caja registradora a lo grande. Un día se rumoreaba que iban a grabar nuevo material. Otro día era Ronnie Wood el que afirmaba que se iban a reunir. Salían imágenes en París, etc. Noticias todas ellas sujetas a un plan de marketing colosal.
Y llegaba el momento. El disco nuevo se quedaba en dos canciones en un enésimo recopilatario titulado «GRRR!». Dejando atrás esa portada, el disco nos ofrece cincuenta temas, todos los clásicos y más. Además, a ello se sumaban las versiones extendidas con más jugosas golosinas. Junto al disco, más novedades interesantes como el documental «Crossfire Hurricane», que nos devuelve a los primeros años de la banda. Y, por si esto fuera poco, la gira ansiada y deseada, que se quedó en cuatro exclusivos y carísimos conciertos en Londres y New York. Eso sí, a ellos se sumarán numerosos invitados, incluidos los rescatados Bill Wayman, el taciturno bajista original que se bajó del grupo en 1993, y el mítico guitarrista Mick Taylor que había abandonado el combo en 1974, siendo sustituido por Ronnie Wood. Taylor es uno de los integrantes de los Stones más respetados, siendo clave en su sonido tras la salida de Brian Jones. Es decir, ¿quién puede ofrecer más?, pues poca gente, la verdad. Sin olvidar lo más importante, su música y sus canciones.
Pero, como decíamos al principio, los Stones han envejecido de golpe. Y no hay mejor muestra que el vídeo del primer single de «GRRR!», «Doom and Gloom», que protagoniza Noomi Rapace, conocida por interpretar a Lisbeth Salander en la versión sueca de la saga Millenium. Pues bien, en el vídeo Noomi Rapace hace una potente y sensual actuación que no sólo se come la pantalla sino que también a Jagger, Richards, Wood y Watts, juntos y por separado. Ojo, la canción está bien, es muy stoniana, eso tampoco lo vamos a negar. Pero en las imágenes los cuatro stones, por mucho que Jagger lo intente, salen mal parados.
En fin, siempre amaremos a los Stones. Han sido los más grandes y tienen una cantidad maravillosa de canciones inmortales. En una de las pocas superficies comerciales que venden todavía discos, la portada del «GRRR!» me mira desafiante. Me quiere tentar, pero no caigo. Por el contrario, en el estante de las series medias están la gran mayoría de los discos de los Stones y pillo uno de los pocos que me faltan, «Between the Buttons» (1967). En su portada, The Rolling Stones lucen muy jóvenes, excepto el bueno de Charlie Watts que siempre fue mayor. Y lo sumo a «Beggars Banquet», «Let It Bleed», «Sticky Fingers», etc. Da igual en lo que se hayan convertido, siguen siendo los más grandes, a pesar de que hace mucho tiempo que abandonaron la autenticidad, aquella de la que hacían gala en la colosal «Gimme Shelter»: