Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno es la obra de un apasionado de la música, de un tipo que ha dedicado muchos años a analizar este fenómeno. Bob Stanley ha creado un libro maravilloso que no se lee sino que se devora, que no puedes dejarlo en ningún momento hasta llegar al final de sus casi 750 páginas. Stanley es músico en la banda alternativa Saint Etienne, grupo mimado por la crítica, además de ejercer también de crítico en numerosos medios. Se nota porque la pluma de Stanley es vigorosa y se desliza a lo largo del relato que traza de la historia del Pop, que como indica engloba todo, desde el Rock al Heavy Metal. Inteligentemente, el libro se estructura en orden cronológico desde los orígenes del Rock & Roll a comienzos de la década de los 50 hasta finales del siglo XX, cuando el R&B se convierte en el último género del Pop dominante. Stanley se muestra muy negativo con lo que viene después, no sólo por las transformaciones de la música, la industria y la irrupción de Internet, que él valora como medio, sino por la deriva del Pop. El libro no sólo se estructura temporalmente sino también en forma de diálogos, que tendrán varios niveles. Por un lado, entre las dos orillas del Atlántico, Estados Unidos y Gran Bretaña, y no esperen nada más fuera del mundo anglosajón, las referencias son contadas (el Reggae y la música procedente de Jamaica, ABBA y poquito más). Por otro lado, también establece diálogos entre estilos, grupos y artistas, y aquí es donde Stanley muestra sus debilidades y sus fobias más furibundas, porque Stanley es honesto en todo el libro, y parece trazar una línea en ese sentido, en la autenticidad, o en una cierta autenticidad y la honestidad. Huye de lo que él considera postureo o abandonar unos principios, por mucho que estos sean los que sean, y se producen ejemplos curiosos. Además, observa que el Pop tiene que estar en constante evolución, transformándose continuamente, aunque luego sean modas, estilos o etiquetas que no llegan a durar más de cinco años como dominantes, y que luego o desaparecen o se regeneran, con incluso alguna que otra resurrección por el camino. En cambio, sólo en dos estilos observa continuidad: el Country, al que respeta por su trayectoria y por ciertos valores que representa, en todas sus evoluciones posteriores, salvo aspectos comerciales; y el Heavy Metal, del cual, como se puede intuir, no es nada fan y se lleva algunas de las pullas más hilarantes del libro. Porque esa es otra, la sonrisa es casi permanente y en algunos casos llegas a la risa. Ironía y sarcasmo sin parar.
Stanley se rinde a The Beatles, no podía ser de otra forma; a The Beach Boys más luminosos y que llevaron el Pop a otra dimensión con el brutal Pet Sounds, a pesar de Mike Love (y sí, te entendemos Bob); al Soul de los 60; a la música Disco en sus inicios…en fin, a muchas cosas. Algunas de ellas, como puede observarse no sorprenden, la devoción por la etapa más creativa de Michael Jackson, por el Prince de los 80, por Bowie, por la época dorada del Brill Building, por David Bowie, Joy Division, New Order…Y se rinde a Sly & The Family Stone (por supuesto) o a Blondie. Pero en otros casos, se desata en argumentaciones, algunas de ellas muy bien fundamentadas, para poner por las nubes a The Monkees; ABBA (uno de los mejores capítulos, defendidos a capa y espada por su capacidad para crear joyas Pop como ‘Dancing Queen’ o ‘The Winner Takes It All’); The Bee Gees, también puestos en valor en sus diferentes etapas; a The KLF, abanderados del Acid House de finales de los 80 y primeros 90 en Gran Bretaña, de Bill Drummond y Jimmy Cauty, y una de las historias, de sobra conocida, más divertidas de todo el libro…Y tambien defiende a gente como Adam and the Ants, el primer disco de Phil Collins, los primeros trabajos de Mariah Carey (le doy la razón aquí), incluso a Spice Girls y el disco Celebrity Skin de Hole (que no es un mal disco).
Y hay espacio para sus fobias. La primera de todas ellas se la llevan The Rolling Stones, en contraposición de The Beatles, a los que acusa casi de todos los males del Rock & Roll por su deriva y por generar un modelo de figura impostado, y aunque alguna parte de razón tiene, hombre… En esa misma línea se sitúan The Doors y Jim Morrison, no creo que le gustaría quedarse a solas con su discografía, y también hay puntos oscuros sobre Dylan. Contundente es con Bob Marley, al que acusa de ser un ‘producto prefabricado’, y hace sangre con los pobres The Clash, frente a la autenticidad de Sex Pistols (John Lyndon es doblemente valorado también por PiL). Como no podía ser de otra manera, U2 son masacrados, y la evolución de REM también recibe lo suyo. El BritPop, haciendo una media, casi no se salvaría, mientras que en el Grunge se queda con Nirvana. Y muchos más reciben los dardos de Stanley, especialmente el Heavy Metal.
Habrá cosas con las que no estemos de acuerdo, pero que Bob Stanley ha creado una obra que es obligatoria para todos y todas los aficionados a la música es un hecho. Documentada, argumentada y con un ingenio superlativo (baste como ejemplo esta cita sobre Steely Dan: «Se esforzaban en no hacerse querer, pero la gente los quería. Yo lo he intentado por activa y por pasiva. Como me pasa con el noventa por ciento del jazz, creo que algún día me gustarán mucho más»), pero con el de que el presente y el futuro no son muy halagüeños para el Pop en sentido amplio . Y no intenten coger todas las canciones y artistas que salen en el libro, de verdad que es inabarcable. No sé con qué canción cerrar todo esto, así que le vamos a rendir homenaje a Bob Stanley con una de sus canciones favoritas, ‘The Winner Takes It All’ de ABBA: