Más pulcros y vigorosos (también más guapos y arreglados) vuelven estos seis elegantes neohippies con un tercer disco que parece calculado para aumentar un par de tallas su tipografía festivalera. Lo que, apadrinado por Sub Pop, empezó en Seattle en 2009 como un proyecto de indie folk en la estela de Arcade Fire, y con evidentes coincidencias con los primeros Mumford & Sons, se desmarca con lo que parece ser un paso adelante hacia el estrellato (ahora desde Warner, entraron directamente al número 2 de ventas del billboard estadounidense) y presentan una colección de canciones coreables y llenas de empuje y buenas vibraciones, que dejan un excelente sabor general.
En lo que quizás sea un metraje excesivo (pongamos que sobran dos o tres canciones) vuelven a demostrar una pericia instrumental y un talento compositivo que, arreglados con limpieza y precisión (¿demasiado?), deberían acercarles a una mayor audiencia general a la vez que les alejan de esos oídos exquisitos que rehuyen todo lo que suene a radiable.
El arranque es demoledor con la romántica All We Ever Knew de inicio marcando sus nuevos derroteros, seguida del pop-rock de City Of Angels y el precioso medio tiempo de Rythm & Blues. Retoman el folk, banjo incluido, en la cálida y bonita False Alarm antes del soul potenciado de la bellamente cantada Dreamer. Se suavizan en la acústica Library Magic, con bonitos juegos de voces, y en Turn It Around aparece con acierto su vena más bailable, casi disco. Colors es puro y enérgico pop y Take A Walk contiene preciosas partes de cuerdas y una lograda parte vocal. Tras el breve interludio de Oh My Dear viene I Don’t Mind a bajar un poco el nivel. Tampoco tienen mucha historia ni Your Mother’s Eyes ni Signs Of Light, que levanta en la emotiva despedida, rayando la épica.
The Head And The Heart crecen con inteligencia en este ambicioso tercer disco, y lo hacen en una dirección que debería auparles a ligas mayores sin, de momento, ver reducido el interés ni la expectación que hasta ahora ha ido aumentando con cada trabajo. No debería pasar desapercibido, por tanto, a los amantes del folk-pop este disco que, sin descubrir nada, contiene dosis de enorme fuerza y apreciable talento.
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