Hace unos días escribíamos un largo artículo sobre la trayectoria de una de las mejores bandas actuales de Rock americano como son Drive-By Truckers, un grupo que creemos que no ha alcanzado el reconocimiento merecido por su calidad. Drive-By Truckers han regresado con un nuevo trabajo, American Band, que les devuelve a la actualidad en plena forma. Es, bajo mi punto de vista, su mejor disco desde la cumbre que supuso Brighter Than Creation’s Dark (2008), y está muy por encima de su última entrega, el más plano English Oceans (2014). Lo primero que destaca de su onceavo disco es la portada, una preciosa fotografía que rompe con lo que era otra de sus señas de identidad, esos dibujos realizados por Wes Freed desde Southern Rock Opera (2001), aunque hay dibujo de Freed en el libreto y demás. Por lo demás, la banda liderada por esa dupla que conforman Paterson Hood y Mike Cooley sigue apostando por ese sonido del Southern Rock, esas guitarras que se empastan a la perfección, esos muros de sonido que se te clavan y te transportan, esos toques sutiles de Country, la presencia del Hammond, etc.
Bendecido unánimamente por la crítica, nos encontramos ante un disco que deja poso, un disco que ya se va convirtiendo en uno de mis favoritos del año. Un trabajo de contenido muy político en el que se tratan cuestiones relacionadas con la violencia, las armas o los conflictos raciales. Drive-By Truckers no responden al estereotipo sureño pero musicalmente son pura esencia de esa zona de Estados Unidos. Las tareas compositivas están prácticamente divididas al 50% entre Hood y Cooley, secundados por los habituales Brad Morgan a la batería y el multinstrumentista Jay González y el más reciente fichaje de Matt Patton al bajo. El inicio es brutal, cuatro canciones que son tremendas y que se muestran en una línea de continuidad sin descanso. Cooley firma la espectacular ‘Ramon Casiano’, un inicio con esa guitarra que se te va clavando, esa voz de Hood y esos riffs. Todavía estás noqueado cuando llega ‘Darkness Flags on the Cusp of Down’, sin perder el ritmo, las guitarras se muestran más pesadas pero la canción va creciendo hacia un estribillo fascinante. Y la tercera toma es para ‘Surrender Under Protest’, Rock americano del bueno, con la voz de Cooley, sin bajar el pistón y que recuerda a un Petty y sus Heartbreakers enfurecidos. Y cuando piensas que ya, que por favor que no puedes, en ‘Guns of Umpqua’ se ralentiza levemente con esas guitarras acústicas del inicio, pero no, no frenan. El cielo se ha caído sobre nuestras cabezas y ‘Filthy and Fried’, interpretada por Cooley, muestra algún toque más Country debido a su voz grave, aunque no le falta un punto épico y el Hammond gana protagonismo. En ‘Sun Don’t Shine’ van abandonado esa energía inicial, que no la calidad, por un medio tiempo con la voz de Hood en primer plano y con un piano que encaja a la perfección, uno de los temas que ganan con las escuchas.
‘Kinky Hypocrite’ nos devuelve a Cooley a la voz, es un tema más del Rock & Roll clásico de los 50, que inicia una segunda parte del disco que es notable pero que cuenta con la mejor canción del disco. Con ‘Ever South’ realizan una pequeña ruptura del sonido, con ese inicio lento y esa batería tan diferente, pero es un tema al que luego le incorporan las guitarras y que está muy bien construido. Y llega el momento cumbre, ‘What It Means’, más de seis minutos de una canción increíble que tiene un comienzo acústico y al que luego incorporan las guitarras eléctricas, el Hammond y todo lo demás, hasta crear un medio tiempo que se inserta en la tradición del Rock & Roll norteamericano, con ese punto de épica melancólica que decíamos antes. El final es para la menor y nostálgica ‘Once They Banned Imagine’ y el cierre es para el más sureño ‘Baggage’, un tema más endurecido que funciona a la perfección como colofón.
Encantados estamos con este American Band de Drive-By Truckes, un disco que alcanza casi el sobresaliente y que pensamos que puede ser otra de las cimas de unos de los representantes por antonomasia del rock sureño y de todo aquello que se llamó ‘Americana’.