Solange es una cantante afroamericana de Houston que publicó a finales de 2016 el disco A Seat at the Table que ha sido valorado de forma muy positiva por la crítica, hasta el punto que los de Pitchfork lo eligieron disco del año. Hasta aquí, vale, pero el caso es que Solange se apellida Knowles y es hermana de Beyoncé. Obviamente, esto es una ventaja en la vida pero, si te quieres dedicar a lo mismo, pues no sé…igual en algún momento la cosa cambia. A Solange trataron de alistarla para Destiny’s Child, pero no cuajo la cosa, y mientras trabajaba como actriz, sacó su primer disco en 2003, Solo Star, cuyo título lo dice todo y la portada lo mismo. Aquello no cuajó y le costó sacar un disco cinco años, Sol-Angel and the Hadley St. Dreams, virando de estilo y alejándose de lo anterior, y participando en la composición de todos los temas. Se lo tomó con calma hasta el EP True (2012), donde apuntaló lo que presentaría en A Seat at the Table, otro título para estudiar, y aquí nos encontramos con un disco que sí, que merece esas críticas porque es una obra con personalidad y atemporal. Mientras que Beyoncé ha alcanzado una de las cimas de su carrera con Lemonade, Solange ha irrumpido silenciosamente, de forma más contenida que su hermana. Como suele ser habitual en este tipo de trabajo, Solange, compositora de todos los temas, ha contado con la producción y colaboración de una gran cantidad de colaboradores con nombres tan destacados como Quetslove (The Roots), Lyl Wayne, The-Dream, Q-Tip (A Tribe Called Quest) el muy habitual André 3000 (Outkast), Raphael Saadiq, entre otros incluidos su padre, Mathew Knowles’, que aparece en el interludio ‘Dad Was Mad’, y su madre Tina Knowles que se encarga de otro interludio ‘Tina Taught Me’. Eso sí, el disco cuenta con muchos más interludios que generan una situación de continuidad.
El inicio es para la breve ‘Rise’, un tema muy pausado y que encaja a la perfección, que sirve como un anuncio de lo que está por venir. ‘Weary’ es un gran tema de R&B moderno, con esa base rítmica y su voz que se levanta por encima, lo que será una constante en todo el disco. Llega el primer interludio que dará paso a otro tema de gran calidad, ‘Cranes in the Sky’, una delicia Soul con un tono como épico pero contenido, un medio tiempo que está entre lo mejor de todo el disco. En ‘Mad’ pone el contrapunto Lil Wayne, siendo una canción que aporta un toque más Soul. ‘Don’t You Wait’ también se eleva como uno de los temas del disco, más innovador y experimental, con una base más electrónica, y con más fuerza en su voz frente a la delicadeza mostrada hasta el momento. Y tras un nuevo interludio llega el plato fuerte, la excelsa ‘Don’t Touch My Hair’, donde colabora el británico Sampha, y que lo tiene todo, incluida una cadencia Soul y que destaca por su elegancia. ‘Where Do We Go’ se cuela como un R&B más clásico, con ese piano más contundentedel comienzo, otro tema que no se queda ni mucho menos atrás.
En ‘F.U.B.U.’ adopta una cadencia jazzística que me quiere recordar a la primera Erikah Badu, otra canción que se sitúa en el sobresaliente y con la colaboración de The-Dream y BJ the Chicago Kid. Q-Tip aparece en ‘Borderline (An Ode to Self Care), que sigue el modelo anterior y que también funciona. El final del disco desciende levemente el nivel, pero siempre en el notable, incluso rozando en algunos temas las notas anteriores, como en la más moderna y con una producción mayor ‘Junie’. El disco se cierra con ‘Don’t Wish Me Well’, ese sintetizador de inicio recuerda a los ochenta, y, tras un nuevo interludio, culmina con ‘Scales’ donde colabora Kelela, un tema más minimalista, con la voz en primer plano y más melódico. Y el final es para otra autoafirmación, ‘Closing: The Choseen Ones’, menos de un minuto donde destacan los vientos y la voz del polifacético Master P, que se hace cargo de varios interludios.
Como decíamos, se lo ha tomado con calma, pero ha merecido la pena con un disco que ha alcanzado tanto el reconocimiento de la crítica como el número 1 del Billboard. Imaginamos que Solange se habrá quitado un peso bastante grande de encima con este disco reivindicativo, tanto en lo colectivo como en lo personal, y a la que habrá que seguir. No se pierdan este explícito ‘Don’t Touch My Hair’: