Parece mentira pero han pasado ya casi treinta años desde que se publicó el Appetite for Destruction, uno de esos discos icónicos y que marcan a varias generaciones. Porque muchos llegamos a determinados sonidos gracias a discos como este, un clásico que lleva vendidas decenas de millones de copias en el mundo y que colocó a Guns N’ Roses (GNR) como la banda más importante del momento. Lo que vino después ya lo hemos contado en otras ocasiones, de la megalomanía de los Use Your Illusion al desvarío de los años siguientes, con Axl al mando de la nave con una legión de mercenarios hasta la publicación del Chinese Democracy (2008). Y lo que parecía imposible, muchos ceros tendrían la culpa, reunión de parte de los GNR (Axl, Slash y Duff) en una lucrativa gira. Pero toca recordar el momento del Appetite for Destruction, sus valores y los motivos por los que sigue siendo una gozada escucharlo.
La historia de GNR es conocida así que vamos a situarla en el contexto del circuito de clubes angelino donde unos jóvenes Axl Rose e Izzy Stradlin habían llegado de Indiana para intentar triunfar en la música. Era el momento del ‘Hair Metal’ o ‘Glam Metal’ y triunfaban formaciones como Bon Jovi, Whitesnake, Mötley Crüe, etc., sin olvidar que por allí también estaban unos Van Halen o que Aerosmith iban a ir recuperando el terreno perdido. El Hard Rock que hacían estas bandas triunfó, y de qué manera, y Axl e Izzy iban claramente por ese camino. A la formación se unieron Slash a la guitarra principal, Duff McKagan al bajo y Steven Adler en la batería. A lo largo de los años centrales de la década de los ochenta se irían ganando una reputación en ese circuito mientras vivían como podían los clichés del Rock & Roll. Grabaron un EP a finales de 1986 titulado Live ?!*@ Like a Suicide que posteriormente sería incluido en el Lies (1988). Compuesto por dos temas propios ‘Reckless Life’ y ‘Move to the City’ y dos versiones de Rose Tatto (‘Nice Boys’) y Aerosmith (‘Mama Kin’), fueron llamando la atención de la industria y ficharían por Geffen para entrar en el estudio y grabar su primer disco.
Aquel disco fue Appetite for Destruction y ya desde el minuto uno aquello prometía. GNR pasaron a todas las bandas del momento como una exhalación con un disco directo con numerosas canciones imbatibles. Superada la censura de su primera portada, apareció la que sería definitiva e icónica, con la cruz y las calaveras de los cinco integrantes de la banda. El disco ofrecía lo que prometía, todos los clichés ya señalados, pero una gama de influencias que iban desde Hanoi Rocks al Punk, aunque sin olvidar las referencias anteriores. La voz de Axl, llevada al límite en no pocos casos, los riffs de Slash y las guitarras de Izzy Stradlin y la sección rítmica de McKagan y Adler dieron lugar a una colección de doce canciones firmadas por todos los integrantes de la banda, aunque se sabe quiénes compusieron cada tema, algunas de las cuales ya habían compuesto anteriormente. El comienzo con el inconfundible riff del ‘Welcome to the Jungle’ lo convierte en un clásico instantáneo, que da paso a la contundente ‘It’s So Easy’ y al ‘homenaje’ al vino barato que bebían en ‘Nightrain’. ‘Out ta Get Me’ es uno de los temas menos conocidos del disco y que suena también poderoso mientras que ‘Mr. Brownstone’ hace referencia a la adicción a la heroína que tenían algunos integrantes de la banda cuando la compusieron. Y la primera parte del disco se cierra con ‘Paradise City’, otro clásico al momento que se convirtió en otra de las canciones más celebradas de la banda con ese inicio tan inconfundible, silbato incluido.
La segunda parte se inicia con una ‘My Michelle’ que suena más Punk y le sigue ‘Think About You’, otro de los temas ‘desconocidos’ y sepultados por el resto y que compuso Stradlin, una de mis canciones favoritas. Y llega el momento del gran Hit, ‘Sweet Child of Mine’, la canción que catapultó a GNR, no hay nada que añadir. El final del disco queda para tres temas menos conocidos como la también más Punk ‘You’re Crazy’, el más complejo ‘Anything Goes’ (¿un preludio de lo que vendría unos pocos años después?) y ‘Rocket Queen’ con ese final tan explícito.
En definitiva, treinta aniversario de un disco tremendo, uno de los clásicos del Rock, de una banda que se quedó a mitad de camino por todo lo que ocurrió en la primera mitad de la década de los noventa, pero que estuvo en lo más alto. Entendemos la expectación por verlos, aunque no sean todos los GNR originales, pero el espectáculo está garantizado.