Se ha cumplido el tercer aniversario de la trágica muerte de Amy Winehouse (1983-2011), y toca recordarla , un homenaje a lo que fue, a lo que pudo ser y no fue, y a un hito en la historia de la música soul y del R&B que visibilizó un movimiento de reivindicación de las raíces del soul, y del resto de estilos más centrados en la música negra. «Back to Black» fue un disco que no ha perdido vigencia porque está repleto de tremendas canciones, refleja la deriva a la que se dirigió su autora, y contó con unos músicos del calibre de The Dap Kings, la banda que acompaña a Sharon Jones, una de nuestras favoritas. Pero vayamos por partes. Amy contaba con un talento descomunal, lo que le había llevado a formar parte del mundillo musical desde prácticamente su juventud más temprana. Con un registro vocal de impresión, Winehouse había llamado la atención y, en 2003, con sólo 20 años, publicaba «Frank» (titulado así por Sinatra) en una major como Island, que forma parte de Universal. El disco, derivado hacia el jazz, aunque sin perder de vista otros estilos, contó con una importante aceptación en Reino Unido, y sólo hay que ver la imagen que transmitía Amy en la portada y en los vídeos, con más peso, sonriente, incluso con una cierta inocencia.
En este disco no había grandes presagios de lo que vendría después, bueno, puede que algo de la capacidad autodestructiva de Amy se podría observar en las letras. El impacto mediático llegó en 2006 con «Back to Black», expandido en 2007 y 2008. Amy Winehouse había tomado prestados a The Dap Kings de Sharon Jones y contó con la producción en parte del disco de Mark Ronson. La gran mayoría de los temas los compuso en solitario Amy y en el disco participaron decenas de músicos, en una producción muy cuidada.
Se metió de lleno en el soul, junto con algún toque de ska, dejando un poco de lado el jazz. Creó un disco imperecedero que bebía de las fuentes de las grandes damas del soul, y se la señaló como digna sucesora. Fue clave en la revitalización de un género que, desde entonces, lanzó nuevas figuras con mayor o menor fortuna (Eli Paperboy Reed, Nick Waterhouse, Duffy, Adele, Mayer Hawthorne, etc.) y revitalizó carreras varadas (Sharon Jones, Charles Bradley, etc.). La portada de «Back to Black» ya nos muesta a una Amy distinta, más delgada, pero todavía sin ese pelo cardado que se convertiría en su seña de identidad y que la conectaba directamente con los 60. Incluso en el vídeo de «Rehab», Winehouse no había comenzado el camino de la autodestrucción que ya estaba encarrilado. Bueno, y si inicias tu disco con «They tried to make me go to rehab but I said, ‘No, no, no'», pues poco más se puede decir. «Rehab» y su estribillo fue un boom, pero allí había mucho más, canciones tremendas como «You Know I’m Not Good» (alto y claro), «Back to Black», «Love Is A Losing Game», etc.
Y después, el hundimiento. Formó una gran banda para los directos, pero en estos solía aparecer en lamentables condiciones. Se convirtió en una habitual de los tabloides y ya no era su talento el que marcaba su agenda sino sus escándalos. Imágenes lamentables, deterioro físico, el papel de su exmarido Blake Fielder-Civil, más malas compañías, etc. De Amy no se hablaba de su música sino de su polémica.
En una espiral demencial, y como la «autoprofecía que se cumple a sí misma», Amy Winehouse parecía destinada a ser otro icono de rock y el pop fallecido pronto. Suspendía conciertos, se hablaba de su recuperación, que estaba grabando, etc. Pero, el 23 de julio de 2011, encontraron su cuerpo y se unió al «club de los 27», fallecidos del rock ilustres a esa edad (Jones, Hendrix, Morrison, Joplin, Cobain). Enseguida, los medios de comunicación especularon, y dieron por hecho, que se había tratado de una sobredosis de droga hasta que, meses después, se conoció el resultado de la autopsia y su fallecimiento se debió a la ingesta de alcohol en grandes cantidades. Fue un triste final, que lamentablemente reforzó los discursos de la moral bienpensante.
Luego vino la explotación necrofílica. Había grabado una canción para un disco de duetos con Tony Bennet, y ahí comenzó. Pero lo peor fue la publicación de un disco póstumo, «Lioness: Hidden Treasures» (2011), con descartes y versiones. Junto con las reediciones de «Frank», «Back to Black» y nuevos directos. Ni que decir tiene, que fueron un éxito.
Amy Winehouse fue una estrella fugaz, subió muy alto y brilló mucho, pero su caída fue un estruendo. La autodestrucción de un talento, pero también con un contexto, y no me refiero al mundo del rock, que ayudó. Nos queda su legado, corto pero elegante y con clase, como el soul, una música a la que ayudó a regresar de unas catacumbas a las que había sido mandada por las modas imperantes. Se convirtió en la última gran esperanza del mainstream, desde un punto de vista de la crítica, posiblemente uno de los últimos iconos de la música popular. Y nunca podremos olvidar su versión de «Valerie» de The Zutons, que hizo suya hasta límites inimaginables.
Buen repaso, Sergio. Siempre recordaré la fecha de su muerte, el 23 de julio de 2011, porque fue el día de mi boda 😉
Hola Andrés, ¡muchas gracias!, yo creo que tenía mucho talento, pero…Feliz aniversario de boda, que os ha tocado antes de ayer. Un fuerte abrazo