Llega una de las novedades más esperadas y alabadas de la temporada: «Tempest» de Bob Dylan. La expectación ha sido máxima y la crítica se ha rendido al disco número treinta y cinco de Dylan. Prácticamente no hemos encontrado discrepancias y se señala como su mejor obra desde «Love and Theft» (2001). En losrestosdelconcierto.com no somos precisamente expertos en la extensa e inabarcable figura y obra de Bob Dylan, aunque le profesamos nuestra admiración. Siempre miramos suspicazmente estos adjetivos en los casos de artistas ya consagrados y venerados (The Rolling Stones, Van Morrison, Neil Young, incluso Bruce Springsteen…). ¿Hay para tanto?, no cabe duda de que nos encontramos ante un muy buen disco, pero no nos atrevemos a situarlo en la carrera de Dylan. Además, la temporada no está siendo muy buena en lo que a novedades se refiere.
Bob Dylan ha cultivado una imagen de «trovador canalla», si se puede definir así, apostando desde hace mucho tiempo por los sonidos de raíces de la música de Estados Unidos. Sus incursiones en todos los estilos posibles han sido una constante. También está por encima del bien y del mal, hace lo que quiere, como lo demuestra su «Gira interminable», y no rinde cuentas. En «Tempest» profundiza en estas raíces, desde el blues al folk, destacando de nuevo su facilidad para escribir historias, en canciones que se alargan por encima de la media, la música al servicio de la letra. Comienza con un single potentísimo, «Duquesne Whistle», que coescribe con Robert Hunter, ya convertido en clásico dylaniano.
Con «Soon After Midnight» el disco se relaja pero vuelve a subir con una de sus mejores canciones, «Narrow Way». «Long and wasted years» es un pausado tema folk, a las que le siguen varias canciones con tintes blues. «Pay in Blood» compite con «Duquesne Whistle» por la mejor canción el disco, y «Scartlet Town» y «Early Roman Kings» podría interpretarlas en cualquier garito perdido del Mississippi. Con «Tin Angel» nos acercamos de nuevo al Dylan más trovador y en «Tempest», canción sobre la que ha manifestado que se inspiró en el Titanic, vuelven los aires folk a lo largo de más de catorce minutos. Termina la función con «Roll on John», al parecer inspirada en este caso en John Lennon.
En todas las canciones, Dylan vuelve a hacer gala de esa voz rota y cascada que le ha definido en los últimos años. Y la verdad es que le encaja como un guante en la figura que ha ido construyéndose. Y es que, cualquier día, podremos ver a Dylan convertido en personaje secundario de, por ejemplo, alguna película de los Hermanos Coen, donde quedaría perfecto. Aunque no nos hagamos ilusiones.
En definitiva, un disco que a nosotros nos ha gustado mucho, pero que no nos atrevemos a categorizar como «Obra Maestra» de Bob Dylan. A estas alturas, muy difícil.