Toca retornar a Bruce Springsteen en los aniversarios redondos que tenemos este 2020. Y, uno de ellos es la vuelta al sonido más acústico, más Folk y crudo, que ya había bordado con los clásicos Nebraska (1982) y The Ghost of Tom Joad (1995). Springsteen había vuelto a acelerar, que luego intensificaría, con el siglo XXI. Tras recuperar a la E Street Band, se inspiraba en el 11-S para The Rising (2002), un retorno con su banda al estudio y gira subsiguiente. Pero, en ese periodo, Springsteen retornó a esos sonidos más acústicos y Folk, incluso con tonos más Country, siguiendo la estela de los dos discos señalados anteriormente. Sin embargo, Devils & Dust (2005), que es un disco notable, no está a la altura de los otros dos. También puede lastrarle la comparación con ellos, sin duda, y no es menos cierto que Springsteen no ha vuelto a explorar esta veta posteriormente en estudio, no así en directo. El caso es que, en 2005, Springsteen venía también desencantado con la renovación de la presidencia de Estados Unidos por George W. Bush. Recordemos que, junto a otros artistas y bandas como R.E.M. y Pearl Jam, entre otros muchos, se había involucrado en la gira Vote for Change. Sin embargo, muchas canciones del disco habían sido compuesto años atrás, puede que la respuesta a la situación política de su país fuese más claramente el fantástico We Shall Overcome: The Seeger Sessions de 2006, que tocará recordar el año que viene. En Devils & Dust encontramos un tono intimista pero menos que sus «discos hermanos», hay más intensidad y cuerdas, y con los años suena muy bien. Producido de nuevo por Brendan O’Brien, participan Patti Scialfa, Soozy Tyrell y Danny Federici, y cuenta con Steve Jordan a la batería, entre otros músicos. Vamos con este interesante disco de Springsteen, puede que sepultado injustamente en la enorme discografía del de New Jersey.
Comienza con «Devils & Dust», sin duda la mejor canción del disco, épica springsteeniana, melancólica e intensa, armónica incluida, y con un tono crepuscular que la empareja al Country también. En esa línea va «All the Way Home», más rockera incluso, pero en la que incorpora el pedal steel y en la que prescinde del tono acústico, una gran canción también. Impactante y crepuscular de nuevo es «Reno», de nuevo el punto Country aparece y, aunque comienza de forma contenida, luego se expande. «Long Time Comin'» es una de las grandes canciones del disco, acústica pero a la que incorpora ese toque espiritual y gospeliano incluso que tanto le gusta, y aquí lo clava, siguiendo su canon. El tempo más característico del disco, crepuscular y contención que se va rompiendo, retorna con una lograda «Black Cowboys». Y en «Maria’s Bed» la apuesta es Country claramente, hay cuerdas y la instrumentación queda de fondo al comienzo.
La segunda parte comienza con la acústica «Silver Palomino», muy intimista, y el tono espiritual retorna con la crepuscular «Jesus Was an Only Son». «Leah» cambia el ritmo, aquí destaca la incorporación de la trompeta y también las cuerdas, aunque su voz mantiene en parte la línea intimista. «The Hitter», en mi opinión la más floja de las canciones, es más sombría, acústica y con la instrumentación muy de fondo. Sorprende la luminosidad más Country de «All I’m Thinkin’ About» y en ella incluso canta en falsete (aquí ponemos el vídeo en acústico). El cierre no podía ser más que de forma crepuscular y acústica con «Matamoros Banks».
Como decíamos, un disco notable que se vio sin duda «ocultado» por la hiperactividad de Springsteen. En 2006 ya estaba a otra cosa y no ha parado. Como decíamos, no sabemos si Springsteen regresará a esos sonidos tan acústicos en estudio. Con él, todo es posible.