Y llegó el momento en el que desde Los Restos del Concierto abordásemos el nuevo disco de Bruce Springsteen, Western Stars. Springsteen es hoy una de las principales figuras de la música popular y cada paso que da es mirado con lupa. Es una leyenda que, como tantos y tantas, compite contra sí mismo y contra sus principales obras, publicadas en los setenta y ochenta del siglo XX. Springsteen se ha caracterizado por llevar dos décadas girando con la E Street Band a todo trapo, en conciertos que tienen mucho de celebración colectiva y que él ha fomentado. Por otro lado, publicó su reveladora autobiografía, ha estado en un espectáculo intimista en Broadway y su ritmo de discos con material nuevo se ha ralentizado pero se mantiene, aunque no deja de hacer caja con reediciones, directos y otras publicaciones recopilatorias. Los últimos discos de Springsteen son escrutados y suelen recibir valoraciones regulares, cuando no directamente negativas debido a que no resisten la comparación con sus obras pasadas, aunque Pitchfork y otros medios le han dado buenas puntuaciones. Es cierto que esa sensación del «piloto automático» se cumple, aunque él va tocando teclas, empeñado también parece ser en llevar la llama del «sueño americano» y sus contradicciones. Con Western Stars, su disco número diecinueve, ha apostado por el Pop orquestal californiano de los sesenta y setenta, con un tono crepuscular que impregna el disco. Si en High Hopes (2014) componía un irregular y extraño popurrí y en Wrecking Ball (2012) cogía fuerza y contundencia para denunciar la crisis del momento, su nuevo trabajo se empareja en tono con el Working on a Dream (2009), aunque con diferencias ya que el de hace una década tiene un tono más del Country y del Folk. Western Stars es un nuevo disco de Springsteen que pasará sin pena ni gloria, hay algunas cosas interesantes y otras de las que te olvidas a la primera escucha, sobre todo destaca la descompensación del disco entre una primera parte que parece apuntar más alto y una segunda que es muy plana y aburrida. Springsteen ha contado de nuevo con Ron Aniello, esta vez encargado de la producción en exclusiva (ya estuvo en High Hopes con Brendan O’Brien y Springsteen y en Wrecking Ball con el propio Boss), y aquí igual encontramos una de las debilidades del disco, la labor de producción es muy edulcorada, como veremos en canciones como «Chasin’ Wild Horses». Igual, algunas canciones pueden tener una segunda lectura, más desnudas y acústicas. A Springsteen le han acompañado músicos como Patti Scialfa, el propio Aniello, Soozie Tyrell y Charlie Giordano (E Street Band), el antiguo integrante de la E Street Band David Sancious, el batería Matt Chamberlein, el percusionista Lenny Castro, entre otros muchos ya que es un disco muy orquestal. Tampoco debemos dejar de reseñar el diseño de la portada y el disco. Springsteen juega con la iconografía norteamericana, desierto y espacios abiertos, el coche y el sombrero de cowboy, todos símbolos de libertad, de inmensidad, de una suerte de «destino». En la portada apuesta por la imagen de un caballo corriendo hacia el horizonte…En fin, que cada cual saque sus conclusiones pero a mí es una portada que me deja un tanto «extrañado».
Comienza con una intimista «Hitch Hikin», tiene un inicio de un Country/Folk más tradicional y hasta los dos minutos y medio no confirma ese Pop orquestal que marcará el disco con el protagonismo de la voz de Springsteen. Es una canción que tiene algo y se confirma con el tono crepuscular de «The Wayfear», una de las mejores canciones del disco y con un tono contenido. En «Tucson Train» sigue en un nivel aceptable, las cuerdas ocupan el primer plano de la canción, tiene un título muy de las tradiciones norteamericanas, en este caso las ferroviarias, «Tucson Train». «Western Stars» por su parte comienza casi como una letanía, es más Springsteen en su forma de cantar, y luego crecen de nuevo las cuerdas hasta dominar la canción. Y «Sleepy Joe’s Cafe» es una de las canciones diferentes, seguramente la mejor, se aparta del camino del Pop orquestal para apostar por el Folk vinculado al disco We Shall Overcome: The Seeger Sessions (2006) que funciona mucho mejor. Pero la cosa comienza a caerse con canciones como «Drive Fast (the Stuntman)», una canción que combina el Country crepuscular con el Pop orquestal pero que no funciona. Y peor lo hace «Chasin’ Wild Horses», donde incide en una suerte de «Country orquestal» con pedal steel incluido.
La segunda parte no augura nada destacable, aunque comienza con una más interesante «Sundown», es la canción más Pop del disco, el tono nostálgico se impone y la melodía es más interesante con una batería en primer plano. Pero con la reducida, menos de dos minutos, «Somewhere North of Nashville» se confirma que la segunda parte bajará bastante, a pesar de la estructura más Folk del tema. La épica orquestal se impone en una «Stones» que parece que quiere apuntar algo más pero que se queda en eso, en «un quiero y no puedo». Con «There Goes My Miracle» llega un momento en el que mejora algo el disco, una canción más efectista que efectiva, destacando su tono épico. El cierre es para dos canciones que me parecen de las más flojas y planas que he escuchado de Springsteen, primero «Hello Sunshine» que te deja indiferente y finaliza con la más minimalista, que no aporta nada, «Moonlight Motel». De hecho, se las podría haber ahorrado porque no te dejan buen recuerdo.
He escuchado Western Stars en numerosas ocasiones, le he dado numerosas oportunidades, con algunas canciones pensaba que podría ir más allá, especialmente las situadas en la primera mitad del disco, pero es un trabajo de Springsteen que te deja indiferente, como decíamos del final del disco. Sigue empeñado en llevar la bandera del «sueño americano», sus contradicciones, etc., pero el estilo elegido en esta ocasión le ha llevado a pinchar, fallando parte de las canciones y una producción descompensada. Aunque sabemos que sus mejores obras ya han pasado, y esos trabajos y lo que fue capaz de hacer le colocan en lo más alto del Olimpo de la historia de la música popular, no es menos cierto que se le puede pedir más. Un disco lamentablemente irrelevante que incide en el errático último tramo de la carrera de Bruce Springsteen.