Llega a finales de 2013 uno de los discos que más controversia puede desatar en el panorama musical español: el nuevo trabajo de Enrique Bunbury, «Palosanto». Atentos, hablar de Bunbury provoca siempre una visión dicotómica del personaje y del artista: o se le quiere y admira o directamente se le odia. Muchas veces, a Bunbury, como a otros muchos (Calamaro, Sabina, Loquillo, etc.), el personaje les sepulta y no se reconoce su talento. Vale que Bunbury ha hecho muchos méritos para que, como personaje, cueste empatizar con él, y enumerar la lista de agravios daría para un post. Pero, también es cierto que es uno de los artistas del rock español más importantes de las últimas dos décadas y media. Un tipo que tiene en su haber Héroes del Silencio y una carrera en solitario como la suya, pues merece que nos olvidemos del personaje y nos centremos en su música, al menos es lo que yo siempre he intentado.
Bunbury acumula muchos aciertos y discos y canciones de elevado nivel. Hay que poner en valor propuestas como «Pequeño» (1999), «Flamingos» (2002) o «Las Consecuencias» (2010), sin olvidar un disco que me parece muy a tener en cuenta, pese a que muchas voces no lo ven tan interesante, «Hellville de Luxe» (2008). Menos me entusiasmaron «Radical Sonora» (1997), «El viaje a ninguna parte» (2004) aunque tenía sus aciertos, o «Licenciado Cantinas» (2011).
Pero vayamos a «Palosanto», el flamante disco de Bunbury en 2013. Hiperpublicitado por los medios de comunicación, Bunbury presenta un extenso trabajo de quince temas estructurado en dos partes. Aunque en algunas entrevistas y artículos se señala la accesibilidad del disco, en el sentido de intentar llegar a un público más amplio, no lo tengo tan claro. «Palosanto» presenta una cierta irregularidad que acaba lastrándolo, especialmente por una sobreproducción (orquestaciones, coros, etc.), que corre a cargo del propio Bunbury, y a algunas canciones que no acaban de cuadrar. Incluso la voz de Bunbury va cambiando en parte de los temas, adoptando ciertos rasgos, más ásperos, que también sorprenden.
Bunbury estructura el disco en dos partes: una primera, hasta la octava canción, más política y con unas letras más centradas en la actualidad; y una segunda parte más personal, quizás la más débil de las dos. Bunbury demuestra de nuevo que es un buen letrista, aunque en algunos casos no deja de mostrarse críptico. El comienzo, el primer single, «Despierta», es un llamamiento en el que la voz de Bunbury te va llevando a lo largo de este medio tiempo, reconocido también por un vídeo que ha generado polémica (no me parece para tanto, la verdad), y con unas guitarras punzantes. Luego llega el mejor tema del disco, en mi opinión, «Más alto que nosotros sólo el cielo», una gran canción, más optimista y vital. Pero con «Salvavidas» no se consigue mantener la expectativa anterior, aunque repunta algo con la más eléctrica «Los inmortales». En «Prisioneros» hay un exceso de producción, aunque el estribillo es interesante. Otro de los momentos destacados de «Palosanto» es la explícita «Habrá una guerra en las calles», más mestiza y derivada hacia ritmos más latinos. «Destrucción masiva» es la canción más rockera, un camino en el que Bunbury no incidirá, y con una forma peculiar de cantar por su parte. «El cambio y la celebración» es un tema con una de las mejores letras de todo el disco, pero su ritmo lento la lastra.
Aquí termina la primera parte, la más política, para pasar a la segunda, más personal e introspectiva. Precisamente, la segunda será menos atractiva. Se inicia con la controvertida «Hijo de Cortés», donde Bunbury ajusta cuentas con la visión del pasado desde el presente. «Mar de dudas» es interesante, vuelven ciertas influencias latinas. «Miento cuando digo lo que siento» también está sobreproducida. Una de las sorpresas más interesantes es «Nostalgias imperiales», donde se detecta una cierta influencia de Calexico en su carácter fronterizo. «Plano secuencia» y «Causalidades», aunque esta última tiene una letra atractiva, son más lentas y monótonas. El final es «Todo», una canción que insiste en las influencias que han ido tamizando la música de Bunbury.
No hay que negarle a Bunbury su valentía y ambición, y el hecho de que siga siendo uno de los músicos con más talento de este país, pero no es menos cierto que en «Palosanto» parece haberse quedado a medias. La duración del disco y la sobreproducción ocultan en algunos momentos los buenos hallazagos del mismo. Como letrista, Bunbury sigue mostrándose en buena forma. Y seguro que gran parte de estas canciones ganan en directo, lejos de los efectismos del disco.