Concept, Logroño (La Rioja), 28 de noviembre de 2012
Teníamos curiosidad por ver a Supersubmarina en directo. Sus dos discos, Electroviral (2010) y Santacruz (2012), nos habían parecido muy interesantes y los presentaban como una de las más importantes novedades de los últimos años en el mundo del pop español. Poseedores de grandes canciones, y con un cantante carismático, José Chino, Supersubmarina demostraban tener aprendida la lección y buscar situarse en la misma liga que juegan Vetusta Morla, Love Of Lesbian, Sidonie, Lori Meyers o La Habitación Roja. Es decir, ese denominado «indie» pero con vocación «comercializada». Supersubmarina puede que se ubiquen incluso un poco más allá, en el sentido de ser más accesibles a grandes públicos y a generaciones más jóvenes, también pertenecen a otro grupo de edad. Y eso es un poco lo que vimos también en la Sala Concept, muchos veinteañeros y una media de edad que a duras penas lograría situarse cerca de la treintena. Además José Chino también tiene bastante tirón entre el público femenino, mayoritario en esta cita.
Vaya por delante que Supersubmarina tuvieron que lidiar con un sonido deficiente. La acústica del lugar no acompaña y, en un grupo con una voz tan personal y con una importante incidencia de las guitarras, se escuchaba mucho más a la sección rítmica. Inconvenientes al margen, Supersubmarina ofreció un concierto corto, no llegó ni de lejos a las dos horas, y en ciertos momentos frío, caracterizado por una escasa empatía. Las canciones se sucedieron prácticamente ininterrumpidamente, sin tiempo para tomar aire, y con el público muy entregado, coreando prácticamente todos los temas. Y es que Supersubmarina tienen grandes canciones, y esa es su mejor virtud, además de demostrar tablas sobre el escenario. Sonaron muchas de Electroviral como por ejemplo las muy aplaudidas «Niebla», «Supersubmarina», «Ana», «In Granada», «XXI» y «Ola de Calor», entre otras. De Santacruz tocaron casi todo el disco, con «Canción de Guerra», «Santacruz», «Hermética», «Para Dormir Cuando No Estés», «El Baile de los Muertos», «De las Dudas Infinitas» (muy apreciada por el público), «Tecnicolor», «Cometas» o la genial «Hogueras». No nos hemos olvidado de «En mis Venas», con la que acabaron la primera parte, ni tampoco de «Cientocero» de Electroviral, con la que terminaron el concierto. Además, hubo tiempo para las muy jaleadas «Puta Vida», «El Encuentro» y «Kevin Mc Alister», de su EP Realimentación (2011), todas ellas muy atractivas.
En definitiva, una gran cantidad de canciones en un corto espacio de tiempo. Supersubmarina dieron un buen concierto, frío eso sí, y nos dejaron con las dudas de saber qué camino van a elegir. Sea el que sea, es un grupo a seguir porque tienen muy buenas canciones. Además, han conseguido alcanzar un estatus, como pudimos observar en el concierto, a través del público congregado.
La Sala Norma de Logroño vivió el 21 de diciembre pasado su particular «fin del mundo». Pero no fue el de los Mayas, una gente que, por cierto, estaba a sus cosas y fueron importunados con el apocalipsis. Pero ese día hubo un fin, seguro que muchos más, y ese no fue otro que el de la gira de Corizonas, que aterrizaban en Logroño por tercera vez en dos años exactamente. Y nosotros nos alegramos enormemente de estas reiteradas visitas. En diciembre de 2010 nos encontramos con un experimento como fue el juntar a los veteranos Los Coronas con los novedosos Arizona Baby, compartiendo escenario y poderosas versiones en «Dos Bandas Y Un Destino». Actual 2012 ya nos entregó a Corizonas en el Palacio de los Deportes en Actual, presentando disco conjunto, «The News Today», en un programa eléctrico junto a Sharon Jones & The Dap Kings, del que dimos sobrada cuenta aquí en «Una noche superlativa», a nuestro juicio el mejor concierto que hemos visto en el festival riojano.
Y a finales de 2012, con Corizonas consolidados como una de las pocas buenas noticias del panorama musical español, nos reunimos de nuevo con ellos unos pocos centenares de personas en la Sala Norma. Fueros dos horas y cuarto de concierto en el que, lejos de dejarse llevar por lo predecible y lo habitual, Corizonas demostraron que tienen bagaje y un arsenal. Obviamente, cayeron sus grandes temas de «The News Today», como «Hey Hey Hey (The News Today)», «The Falcon Sleeps Tonight», «Hotel Room», «El Rancho», «Run to the River» o «I Wanna Believe», entre otras. Junto a ellas, las versiones habituales: la impagable «Everybody Knows This Is Nowhere» (Neil Young), «Wish You Were Here» (Pink Floyd), «Supernaut» (Black Sabbath) o «Pusinh’ too Hard/Mr. Soul» (The Seeds/Buffalo Springfield). A estas canciones, Corizonas las transforma dándoles su toque, derivado de su enorme nivel como músicos y de sus inquietudes y sensibilidades. Tampoco pudo faltar el tema mítico de Arizona Baby, «Shiralee», así como la sorprendente versión de «Piangi Con Me» de The Rokes. Igualmente, presentaron un tema nuevo, más duro.
La banda sonó de nuevo impecable, con un Javier Vielba cada vez más frontman que nunca gracias a un carisma que crece, haciendo continuas referencias al fin del mundo. A su lado, Fernando Pardo ofrecía el contrapunto necesario, pero cargado de ironía. Las guitarras de David Krahe y de Rubén Marrón se complementaban perfectamente, y la sección rítmica, con Javier Vacas al bajo y Roberto Lozano «Loza» a la batería, destacaba en un conjunto donde se hace muy difícil hacerlo. Junto a todos ellos, la trompeta de Yehen Riechkalov, definidora también del sonido Corizonas.
El concierto alcanzó su cumbre en los bises. Iniciados con «I Wanna Believe», contó con la aparición de Miguel Pardo, cantante de Sex Museum, la otra banda de Fernando Pardo, Javier Vacas y Loza, interprentando un tema de los Sonics. Aquello se transformó primero en un guateque, como ellos lo definieron, y luego en una discoteca, aquí ya con Javier Vielba bailando y saltando entre el público, con nuevas versiones, que suponen un hallazgo para muchos de nosotros.
Y así llegó el largo punto y aparte que se avecina para el proyecto Corizonas. En el horizonte cercano, en menos de un mes, nuevo disco de Los Coronas, «Adiós Sancho»,mientras que Arizona Baby también están inmersos en nuevas canciones. Echaremos mucho de menos a Corizonas, aunque seguro que disfrutamos de los nuevos trabajos de las dos bandas por separado. Como señalábamos al comienzo de esta crónica, Corizonas ha sido una de las pocas novedades estimulantes del panorama musical español en estos dos últimos años, proyecto que ha congregado una importante y, sobre todo, fiel parroquia. Esperamos su vuelta, cuando sea, que seguro que es bien recibida y nos aportará más luz en un mundo cada vez más oscuro.
Volvía Springsteen y su E Street Band y su concierto del 2 de junio en Anoeta (San Sebastián) nos confirmó en varias de nuestras apreciaciones sobre el bueno de Bruce. Lo primero, y de nuevo, la heterogeneidad del público presente en Donosti, como en todos sus conciertos. Un público intergeneracional, que va desde niños y familias enteras hasta personas ya muy entradas en años. La segunda, y tal y como escuchábamos a la gente y las centenares de camisetas de Springsteen que veíamos, cada una de una gira diferente, que la mayoría acumulaba muchas citas con Springsteen en los más diversos lugares.
Todo ello nos lleva a la tercera conclusión: el sentimiento de comunidad que rodeaba a todo aquello. Ya comentamos en anteriores posts que los conciertos de Bruce Springsteen y la E Street Band alcanzaban un valor cuasi religioso, sagrado, en el que todos participábamos de una liturgia. Sin embargo, el sentimiento de comunidad, de formar parte de algo, es lo que trasciende al fenómeno. Posiblemente, seguro, la presencia de una banda como la E Street Band, en esta ocasión ampliadísima en ocho miembros más, acrecienta el valor comunitario de Springsteen. En tiempos de individualismo feroz, agarrarse a estos aspectos es vital. Y Springsteen, y su equipo, lo saben y lo explotan, en el mejor sentido de la palabra, al máximo, como luego veremos. «Somos una comunidad» parece querer decir Bruce en cada gesto, en cada momento. Me gustaría pensar, y me da la impresión que es así, que se lo cree porque, la verdad, a estas alturas de la película no tiene necesidad.
Pero vayamos al concierto. La AEMET había pronosticado lluvia y tormentas en Donosti a la hora del concierto. Nosotros pasamos el día en esta maravillosa ciudad y observábamos como, a medida que pasaba el día, ese previsión se iba a convertir en una certeza imposible de disimular. Como decíamos, rodeados de más de 40.000 personas, nos dirigimos a Anoeta a tomar posiciones. El cielo estaba encapotado y todo presagiaba lo que luego se vendría encima. Springsteen se hizo esperar media hora, como es habitual, pero la impaciencia de la gente se olvidó al segundo de hacer acto de presencia. Había ganas de ver a la ampliada E Street Band con una sección de viento, cinco músicos entre ellos el saxofonista Jack Clemons, ocupando la plaza de su tío Clarence. Hasta en eso Springsteen hace gala de comunidad, como también cuando Max Weinberg no pudo tocar en varios conciertos de una gira anterior y lo sustituyó su hijo. A ellos se unían un percusionista y tres coristas. Faltaba Patti Scialfa, que estaba en casa con los niños, como dijo Springsteen en el concierto.
Cuando el numerosísimo combo salió, había comenzando a llover violentamente. Para intentar mitigar esa lluvia, tocaron una gran versión de «Who’ll stop de rain» de la Creedence Clearwater Revival. Buen comienzo bajo la lluvia, a los que siguió «We take care of our own» y «Wrecking ball» de su último disco, esta segunda impresionante, siguiendo con su línea derivada hacia el folk y a los himnos contestatarios. «The ties that blind» de «The river» dio lugar a volver a «Wrecking ball» con otra canción para la revolución: «Death to my hometown». Seguía lloviendo y las canciones no frenaban, se enlazaban unas con otras. Recupera «My city of ruins», la canción que escribó tras el 11S y que publicó en «The Rising», presentando a la banda, muy rápidamente eso sí. Salvo unas pocas excepciones, el resto de la primera parte del concierto se basaría en canciones de los 70. Así, «Spirit in the night» del «Greetings from Asbury Park» puso emoción, a la que siguió «Nihgt» de «Born to run». Volvieron al «Greentings…» con una festiva «Does this bus stop at 82nd street?», esta para muy conocedores de la obra de Bruce. «Jack of all trades», la emotiva canción de «Wrecking ball» dedicada a los parados trajo a colación la situación del país, destacando un intenso solo de trompeta.
Aunque había dejado de llover hacía un rato, las nubes aún amenzaban. Pero la intensidad del concierto subía. «Adam raised a Cain» y «Prove it all night» de «Darkness of the edge of town» fueron seguidas de «She´s the one» de «Born to run». En esos momentos, cada vez que Jack Clemons daba un paso al frente para emular a Clarece Clemons, la gente se acordaba del mítico saxofonista. La fiesta seguía con «Working on the highway» («Born in the USA»), «Shackled and drawn» («Wrecking ball») y «Waintin’ on a sunny day» («The Rising»). Esta última es una canción que crece y crece y que lleva al público en volandas con su estribillo y su pop escorado al soul. Incluso Bruce subió a un niño de cinco años a cantar al escenario (otro día hablamos de esta cuestión).
Paradójicamente, en ese momento volvió la lluvia que aún sería más virulenta que al principio. Pero daba igual. «Save my love» («The promise») precedió a una emotiva «The river». «Backstreets» («Born to run») sonó colosal, con la sección rítmica, Weinberg y Garry Tallent, imponente. Con «Badlands» se desató de nuevo la locura bajo una poderosa tormenta. Y finalizó esta primera parte con la grandiosa «Land of hope and dreams», incluida finalmente en «Wrecking ball».
La banda se despidió pero no se fueron, algo que no había visto en mi vida. Siguieron sin pausa con la descafeinada «Rocky ground» del último disco, cuando Springsteen nos pidió que rezásemos para salir de la situación. Aunque ganó algo en directo, no me convence. Pero fue sólo un respiro. Atacó con «Born in the USA», siguió con «Born to run» y enlazó con «Hungry heart». «Sí, hay tenéis» parecía querer decir. Luego llegó un clásico del rock, «Seven nights to rock», que nos iba dejando sin fuerzas de tanto bailar sobre el suelo mojado de Anoeta. Pero había que seguir con «Dancing in the dark», subiendo otros niños del público a bailar al escenario.
Con tres horas de concierto y una banda rota, con un Springsteen que se había vuelto a vaciar, llegó el final. El «Tenth Avenue freeze-out» del «Born to run» fue un colófón inolvidable. Y entonces llegó el momento emotivo de la noche, el más porque hubo muchos, cuando en el verso que hace referencia a Clarence Clemons «And the Big Man joined the band», el grupo dejó de tocar y se proyectaron unas emocionantes imágenes del saxofonista, un icono de la banda y clave en la música de Springsteen. Durante un minuto, el público aplaudió constantemente, en un homenaje sentido que se repite en cada concierto.
Y se acabó. Con el sentido de comunidad que hemos señalado, Springsteen esperó a que saliesen todos los miembros de la banda, dieciséis, para felicitarlos, abrazarlos y besarlos. Habíamos asistido a otra «misa» de Bruce Springsteen y a un triunfo colosal, bajo la lluvia, tocando sin parar un solo minuto. Springsteen es, junto a The Rolling Stones y U2, el último representante del rock de estadio que puede congregar estas multitudes. Sin embargo, The Rolling Stones aparecen como una máquina engrasada de marketing, con escenarios colosales y fuegos artificiales. U2 van más allá y han perdido cierta dimensión humana, con el más difícil todavía. Ambos grupos apabullan no sólo con la música, que ya sería mucho más que suficiente, sino con una forma que se antoja en no pocos casos excesiva e innecesaria.
Springsteen y la E Street Band no. Representan la autenticidad, sea una pose o no, apostamos por lo segundo. Forma y contenido se dan la mano en un espectáculo comunitario, que Springsteen no ha olvidado e incluso ha potenciado. En lo musical, ofrecieron un concierto irrefutable, grandioso, destacando sus canciones de los 70 y las más reivindicativas del último disco. En lo demás, en lo que rodea al concierto, era un ritual comunitario. El mundo se resquebraja pero Bruce Springsteen y la E Street Band van a poner la banda sonora a la revolución a base de rock & roll y espíritu comunitario.
Las fotos de Javi y este vídeo muestran la que estaba cayendo