The Joshua Tree Tour 2017, el poder de las canciones

Han pasado treinta años del mítico concierto con el que U2 se presentaban en España, en el estadio Santiago Bernabeu, junto a Pretenders y UB40. En aquella ocasión daban a conocer un disco que empezaba a hacer historia y que les abría las puertas de lo que llegarían a ser en las décadas posteriores. Treinta años atrás Bono trepaba por los andamios de un escenario que se quedaba corto para sus carreras, entonces tenía treinta años menos. Ellos y nosotros, todos, hemos envejecido peor que unas canciones que conservan su poder de emocionar, algunas de ellas convertidas en símbolos para mucha gente y en referentes del rock de estadio.

Treinta años después los cuatro de Dublin rememoraban su disco más emblemático y, sin que nadie esperara que todo siguiera igual, volvían a reunir a 55.000 personas ante el acostumbrado escenario gigante que albergaría otro espectáculo enorme. El sonido volvía a estar a la altura de un recinto de semejantes dimensiones desde la actuación de un telonero de lujo como Noel Gallagher y sus High Flying Birds, que completó una brillante actuación en la que alternó algunos temas de Oasis (Champagne Supernova, Wonderwall…) con su más reciente repertorio, menos popular pero con canciones también fantásticas.

Y como estaba previsto, precedidos de The Whole Of The Moon de los Waterboys, fueron apareciendo por separado los cuatro músicos irlandeses rumbo al escenario pequeño en el que iniciarían el concierto con cuatro de sus clásicos más antiguos: energizantes y poderosas Sunday Bloody Sunday y New Year’s Day recordaban sus inicios con un vigor extraordinario. A continuación vendrían Bad y Pride (In The Name Of Love), la primera con un `primer homenaje a Bowie incluido, dos clásicos vibrantes de especial valor en sus directos, sobre todo para lo más veteranos.

Y tras un corto desplazamiento hasta el escenario principal la banda formó bajo la inmensa pantalla para, al resguardo del árbol protagonista, iniciar la parte central del espectáculo, la interpretación completa y ordenada del álbum homenajeado. Las imágenes creadas para la ocasión por Anton Corbijn comenzaron a deslumbrar con el mítico inicio del disco: desataban la euforia Where The Streets Have No Name que ponía la épica, I Still Haven’t Found What I’m Looking For la mística y With Or Without You la emoción, para continuar con la potente Bullet The Blue Sky y la maravillosa Running To Stand Still antes de que una renovada versión de Red Hill Mining Town, vestida de preciosos vientos y coros, completara la recreación de la cara A.

La cara B bajaba de inicio las revoluciones con los ritmos americanos de In God´s Country y Trip Through Your Wires y la bella pausa de One Tree Hill antes de desatarse en una versión explosiva de Exit, de lo mejor de la noche, con mensaje a Trump incluido. Con Mothers Of The Disappeared pusieron un emotivo broche a las canciones del 87.

Pero la noche continuó con su línea temporal y algunos de sus éxitos post-The Joshua Tree sonaron en los bises. Tras Miss Sarajevo, abierta con un directo y esclarecedor mensaje de una adolescente refugiada siria, retomarían el poder de las guitarras con tres trallazos consecutivos como son Beautiful Day, Elevation y Vertigo. Les sucedieron dos canciones de ‘Achtung Baby’, una Ultraviolet (Light My Way) dedicada a las mujeres y una inexcusable One como cierre antes de regalar un adelanto de su próximo disco, The Little Things That Give You Away, en la línea de sus últimas producciones.

Han pasado treinta años y las canciones son las que mejor los llevan, sin duda. Hace tiempo que U2 se alejó del nivel que los desmidió, ya pasó la época de los himnos automáticos y las fiebres masivas, por ello se puede opinar que han acertado al echar la vista atrás. Además, cuando tienes un disco tan completo como ‘The Joshua Tree’, puedes hacerlo. Con un espectáculo más centrado en las canciones, con menos desmesura visual y mayor presencia como banda, repitieron triunfo ante un público entregado que pudo escuchar parte de un repertorio difícil de enriquecer pero al que esperamos queden aniversarios por celebrar.

Guitarras para una fría noche arnedana de junio

Arnedo Arena, Fardelej 2017, Arnedo (La Rioja), 30 de junio de 2017

Teníamos una deuda pendiente con el Fardelej, el festival arnedano que cumple su quinta edición en 2017. Por diversos motivos, desde viajes hasta familiares, no habíamos podido bajar a la Ciudad del Calzado a disfrutar de sus conciertos y de un festival que se ha consolidado en estos años, identificado con el Pop-Rock nacional y, especialmente, la etiqueta denominada ‘indie’. Este año no había ningún impedimento para ir a Arnedo, al menos a la jornada del viernes, a ponernos bajo el resguardo de Peña Isasa en una tarde-noche en la que fue bajando la temperatura pero que se fue calentando con las guitarras del Arnedo Arena. El Fardelej cumplió con nuestras expectativas, organizado con mimo y cuidado, y con un importante ambiente en las calles de la ciudad, por donde nos dimos un paseo antes de los conciertos. Una vez en el coqueto Arnedo Arena, el público fue llegando hasta alcanzar una notable entrada cuando tocó el turno de Lori Meyers, los cabezas del cartel, pero luego iremos con ellos.

El primer grupo del cartel fueron los locales Musgo, proyecto encabezado por Chema León que nos sorprendió. A pesar de una escasa, pero entregada, presencia de público, Musgo mostraron sus credenciales basadas en un sonido contundente y atmosférico, muy deudor en parte de la oscuridad de los ochenta pero también con una clara marca progresiva. Musgo convencieron con una propuesta no muy frecuente en estos días.

Para el segundo acto de la noche la elección había sido Viva Suecia. Reconozco mi desconocimiento de la banda murciana producida por Paco Román (Neuman) y que en 2016 publicaron su debut La Fuerza Mayor. Viva Suecia tenían numerosos seguidores y seguidoras y su concierto fue de menos a más, con esos sonidos que les emparentan con todos los grupos del ‘indie’, al igual que con su estética. En este sentido, por unos momentos me sonaban a unos Supersubmarina más cañeros pero también había retazos de Neuman en sus guitarras. El concierto terminó con sus dos canciones más populares, coreadas por el público, la fantástica ‘Bien por ti’ con ese muro de guitarras, y la  más épica ‘Permiso o perdón’. Nos dejaron buen sabor de boca Viva Suecia, de menos a más como decíamos, y con el Arnedo Arena con muy buen aspecto para el plato fuerte de la noche.

Hace muchísimo tiempo que Lori Meyers juegan en la Champions League del ‘indie’ junto a Vetusta Morla y Love Of Lesbian. Nosotros hemos comentado en ocasiones que nuestra relación con Lori Meyers ha sido a menos, nos siguen encantando sus discos Viaje de estudios (2004) y especialmente Cronolánea (2008), en Cuando el destino nos alcance (2010) había canciones muy buenas, pero con Impronta (2013) nos dejaron fríos. También recordamos con cariño su concierto, muy bueno, en Actual 2012. A Arnedo acudían a presentar En la espiral, su trabajo de 2017, y sonaron contundentes, con Antonio López (Noni) haciendo de frontman, junto a Alejandro Méndez al frente de una formación que se mostró cohesionada. Con un público entregado, Lori Meyers también ofrecieron algunas de sus grandes canciones, coreadas de nuevo por casi todo el Arnedo Arena, que superaron a sus temas más recientes, aunque algunos como ‘Evolución’, ‘Siempre brilla el sol’ o la muy Pop ‘Eternidad’ fueron muy celebrados. Sonaron también temas de Impronta, como por ejemplo la fuerza de ‘Planilandia’, ‘Impronta’, ‘El tiempo pasará’ y ‘Emborracharme’. Pero cuando la gente lo dio todo fue con la inevitable y sobresaliente ‘Con luces de neón’, ‘Luciérnagas y mariposas’, con ‘Aha han vuelto’ convirtieron el Arnedo Arena en una pista de baile, así como con ‘Mi realidad’, o con ‘Ham’a’Cuckoo’, entre otras.

Salíamos de Arnedo con trece grados superada la una de la madrugada. El sábado era el turno de Iván Ferreiro como cabeza de cartel mientras que seguro que los organizadores ya están pensando en la edición del año que viene. De esta forma, inaugurábamos el calendario festivalero riojano de este verano, que continuará con sus siguientes platos fuertes en Ezcaray con el debut del Ezcaray Fest y la segunda edición del MUWI en Logroño, así como otras interesantes propuestas.

 

De vuelta al Azkena

Recinto Mendizabala, Azkena 2017, Vitoria – Gasteiz, 24 de junio de 2017

Regresábamos el sábado 24 de junio a nuestro querido festival Azkena de Vitoria-Gasteiz, una cita ineludible para la parroquia más rockera que va camino de las dos décadas de existencia. De nuevo, fue un placer acercarnos a Mendizabala y comprobar cómo la organización se ha ido cada vez superando, haciendo un festival muy accesible y cómodo, y con novedades interesantes como las pulseras que se cargaban para acceder a barras y puestos de comida. Y, como siempre, el ambiente en Azkena era un lujo. Aunque también te da la sensación que el festival ya mezcla esos conceptos que hemos comentado en otras ocasiones, evento social y la motivación musical, aunque siempre primando la segunda. No es menos cierto que mucha gente ya va a Azkena sin mirar un cartel para el que, realmente, cada vez lo tienen más complicado. Incluso parece haberse especializado en una suerte de ‘revivalismo’ que, obviamente, funciona. Pero uno echa en falta, coincidiendo con un muy buen amigo conocedor de todo este mundo, un mayor riesgo y apuesta por novedades. Es cierto que la paleta estilística del festival es más limitada, no puede hacer gala de tanto eclecticismo como su hermano el mastodóntico BBK Live. Otra cosa es que las actuaciones funcionen, que los artistas y bandas tengan una calidad indiscutible, pero, en el día que nos tocó, la única ‘novedad’ era Michal Kiwanuka.

Vayamos con la jornada del sábado, una vez que John Fogerty había convencido el viernes mientras que Cheap Trick no, según nos decían amigos que habían estado el día anterior. Llegamos ya iniciada la tarde y no prestamos atención a grupos como Bloodlights o Inglorious, muy alejados de nuestros gustos. El primer plato fuerte era Loquillo, no hace falta mayor presentación. Arropado por una banda de lujo, tres guitarristas entre ellos Mario Cobo y un inigualable Igor Paskual, que aportaron una enorme contundencia, Loquillo se centró en temas clásicos coreados y seguidos por la mayor parte de los asistentes a Azkena, dejando pequeño el recinto en el segundo escenario. Por allí fueron cayeron ‘El hombre de negro’, ‘Feo, fuerte y formal’, Rock and Roll actitud’, ‘Rock and Roll Star’, ‘Quiero un camión’, ‘El ritmo del garaje’ o la imbatible ‘Cadillac Solitario’, entre otras, sabiendo a poco esa hora de actuación de Loquillo y su banda.

El escenario principal acogía a Michael Kiwanuka, que había sido nuestro principal motivo para ir a Vitoria. Kiwanuka cuenta con dos discos que le legitiman como una de las figuras emergentes del Neo Soul, especialmente Love & Hate (2016), que fue producido por Danger Mouse y en el que centró su concierto. Kiwanuka apareció en ese gran escenario con sus armas: su voz, sus grandes canciones y una banda minimalista pero eficaz. Sin embargo, y a pesar de que fue el mejor concierto de los que vimos el sábado por la noche, se convirtió en el momento en el que mucha gente aprovechó para cenar y era fácil llegar a las primeras filas para disfrutar de una música que, en nuestra opinión, no encuentra su mejor lugar en este tipo de escenarios. Kiwanuka triunfó gracias a temas como el maravilloso ‘Love & Hate’, con el que terminó el concierto, ‘Cold Little Heart’ con el que lo abrió, o ‘Black Man in a White World’, ‘One More Night’, entre otros. Pero canciones como ‘Falling’ o ‘Father’s Child’, también fantásticas, rompen el ritmo y son demasiado pausadas para un escenario de esas características. Kiwanuka se defendió perfectamente y nos regaló un buen concierto, y se convirtió en una apuesta de lujo de Azkena, y en un gran acierto a pesar de que no creemos que sea su espacio.

Aprovechamos el concierto de los suecos Union Carbide Productions, que consiguieron convencer y sonaron convincentes, para cenar. Siempre es uno de esos momentos difíciles en todo festival, toca elegir. Mientras tanto, en el tercer escenario los británicos Thunder concentraban a menos público. El cabeza de cartel era Chris Isaak, que retornaba a Azkena. El rockero californiano hizo gala de las esencias del Rock & Roll clásico norteamericano, arropado también por una gran formación que sonó con claridad, mientras que su voz seguía mostrándose en forma. Aunque para muchos Chris Isaak puede ser el ejemplo de ‘one hit wonder’ por ‘Wicked Game’, su carrera va más allá y, además del clásico popularizado por Corazón Salvaje (1990) de David Lynch, se agradecieron la fantástica ‘Blue Hotel’, ‘Graduation Day’ o ‘San Francisco Days’, además de versiones de Johnny Cash (‘Ring of Fire’), Roy Orbison (‘Pretty Woman’), James Brown (I’ll Go Crazy’) y en español hizo una canción de Los Invasores de Nuevo León. Pero, tengo que reconocer que la parte final del concierto, más intimista, se me hizo muy larga y pesada, especialmente para la hora que era y con el cansancio que iba haciendo mella, y es que daba la sensación que Isaak y los suyos habían lanzado los platos fuertes al comienzo. Dejamos para otro día lo del traje de espejos.

Ya eran las dos de la madrugada cuando tocaban The Cult. Los británicos tuvieron su momento en los ochenta y primeros noventa, alcanzaron una importante visibilidad y éxito, pero con Ceremony (1991) las tensiones entre sus dos cabezas visibles, Ian Atsbury y Billy Duffy, eran tan grandes que la banda solo sobrevivió un disco más, The Cult (1993) que no convenció, además de verse arrastrados por el Grunge. Tardarían casi una década en volver a grabar y, desde entonces, han publicado algunos discos que han pasado desapercibidos, pero el que tuvo retuvo y una parte del público estaba allí para ver a The Cult, que también repetían en el festival por cierto, como se podía observar por las camisetas. The Cult hicieron otro breve concierto sin descanso atronando con sus guitarras distorsionadas, con un Atsbury cuya voz ha vivido tiempos mejores (bastante mejores), y con un Duffy haciendo gala de virtuosismo y de tics rockeros. Tienen muchas canciones para elegir, desde aquellas de los ochenta que bebían de los sonidos de la época hasta las más contundentes de finales de la década y comienzos de la siguiente. ‘Fire Woman’, ‘Rain’, ‘Sweet Soul Sister’, ‘Lil’ Devil’, la muy celebrada ‘She Sells Sanctuary’ y ‘Love Removal Machine’ hicieron las delicias de una parte del público entregado (por cierto, me quedé con las ganas de ‘Wild Hearted Son’…). Sin embargo, no es menos cierto que su mejor época pasó hace tiempo.

Muy pasadas las tres de la madrugada dejábamos Azkena y Mendizabala con ganas de retornar pronto a uno de nuestros festivales favoritos. Un festival que, como decíamos al comienzo, está organizado de forma exquisita y que va creciendo en ese sentido cada año. Pero un festival que, como decíamos, tiene el riesgo de agotarse en su fórmula. La apuesta por Kiwanuka fue una buena elección, y estaría bien la combinación de este tipo de artistas con otros veteranos que son los que están copando el cartel. Sí, sé que es difícil, que el Rock & Roll está lejos de ser mayoritario, y que no son tantos los artistas y bandas que ocupan esa franja. Y sabemos del esfuerzo para mantener un festival como el Azkena, pero hay confianza. Mientras tanto, nos quedamos con el recuerdo de un Michael Kiwanuka que fue lo mejor de toda la jornada, con los mejores momentos de Chris Isaak, con la seguridad de Loquillo y con unos The Cult que, aunque muy menores, supieron encender a parte del público.