Nuevo disco de Conor Oberst, una de las grandes promesas del Folk norteamericano de hace una década, primero al frente de los reivindicables Bright Eyes y luego en solitario, compaginando ambos proyectos y otros como por ejemplo aquel ya señalado en alguna ocasión Monsters of Folk junto a Jim James (My Morning Jacket), M Ward y Mike Moogis (The Bright Eyes). Obviamente, Oberst, que ya cuenta con treinta y seis años, no es una promesa pero sí que es cierto que igual su carrera no ha despegado todo lo que prometía. Presa de una gran hiperactividad, publicando precozmente discos a finales de los 90 y primeros años del siglo XXI, pronto fue bautizado como un ‘nuevo Dylan’ (una carga muy abrumadora, por cierto), e incluso fue incorporado a aquella gira de 2004 de apoyo al demócrata John Kerry frente a George W. Bush en la que también estaban Bruce Springsteen, Pearl Jam o REM, entre otros muchos, todo un espaldarazo. A partir de mediados de la primera década del siglo XXI, Oberst reduce el ritmo y espacia un poco más sus discos, de hecho desde 2006 sólo publicará un disco más como The Bright Eyes, el irregular The People’s Key (2011), donde incide en sonidos más electrónicos, otra constante de su carrera. Su trayectoria en solitario no caerá en esta última deriva, pero también se mostrará irregular, si Conor Oberst (2008) es sobresaliente, en Other South (2009) no funciona tan bien y levanta el vuelo con el ya reseñado en este blog Upside Down Mountain (2014), disco notable pero con algunas limitaciones. Pero Oberst es una figura ya consolidada que también ha seguido sus motivaciones y que sigue manteniendo un gran talento. Su nueva entrega, Ruminations, ha llegado casi por sorpresa y ofrece novedades y le acerca paradójicamente al Dylan más primigenio, el del Greenwich Village, y en ella vuelve a demostrar su capacidad compositiva e interpretativa. Armado tan solo de una guitarra, un piano y una armónica, Oberst nos muestra un disco que no entra a la primera ni a la segunda, pero en el que descubres poco a poco pinceladas y canciones muy redondas.
El comienzo es para ‘Tachycardia’, donde se apoya en el piano y la armónica, y con su voz sonando muy bien, un tema con un cierto tono vital que da paso a, en mi opinión, la mejor canción del disco, la muy dylaniana ‘Barbary Coast (Later)’, cruda en su interpretación con la guitarra y con una melodía preciosa. En ‘Gossamer Thin’ retorna al piano, y desde aquí me quedo con las canciones en las que emplea la guitarra salvo alguna excepción, siendo un tema que gana con las escuchas. Desnudo y crudo, muy minimalista y con la guitarra de nuevo, llega ‘Counting Sheep’. A continuación el turno es para la muy Folk, y con Oberst casi fraseando, ‘Mamah Borthwick (A Sketch)’, una canción muy melancólica que también está entre lo mejor del disco.
Convence menos ‘The Rain Follows the Plow’, ese punto dramático del piano no acaba de cuadrar, pero se recupera volviendo al ‘territorio Dylan’ con otra joya como es ‘A Little Uncanny’, esa guitarra del comienzo a la que luego le da un punto de fiereza y luego de nuevo fraseando. En ‘Next of Kin’ le otorga el protagonismo a la armónica dejando al piano en un segundo plano, dando lugar a un tema bonito y en ‘You All Loved Him Once’ pasa a la guitarra para un tema más melódico. El final es para una teatral y casi dramática en su interpretación »Till St. Oymphia Kicks Us Out’, acompañado únicamente por el piano.
Confieso mi escepticismo cuando salió este nuevo disco de Conor Oberst, pero me ha convencido e insisto en su talento, en que es una de las figuras claves del Folk americano y de lo que podríamos denominar como ‘Indie’. Ha construido una carrera sólida, tomando sus decisiones, con sus aciertos y errores, y seguro que nos dará más alegrías.