No es la primera vez que pasa, ni la última, pero hay bandas y artistas que parece que se van diluyendo como un azucarillo. El caso de Dawes y su último disco, Passwords, es un ejemplo de ello, aunque quizá también es que nos vinimos muy arriba con la banda de Taylor Goldsmith. Fue en 2013 cuando los descubrimos con su tercer disco, Stories Don’t End, y automáticamente nos encantaron North Hills (2009) y Nothing Is Wrong (2011). Su sonido de Folk Rock suave, esos medios tiempos preciosistas, nos convencieron. Sin embargo, desde entonces su carrera ha ido descendiendo de nivel, si All Your Favorite Bands (2015) se mantenía con leves intentos de modernizar su sonido, We’re All Gonna Die (2016) te dejaba bastante frío. Passwords sigue esa línea hasta resultar por momentos aburrido, y eso que recuperan a Jonathan Wilson como productor, ya se hizo cargo de esa tarea en sus dos primeros trabajos, pero su labor puede que añada un punto más de desorientación, especialmente porque donde más parece verse su mano es en las canciones más destacadas.
Es el caso de «Living in the Future», un tema donde es más palpable esa labor de Wilson con esos teclados, ese tono oscuro del principio y esos ecos un tanto progresivos, que acaba siendo una de las canciones que más recuerdas. En «Stay Down» ya desembarca su sonido más acústico e intimista, con Goldsmith cantando con el sentimiento habitual, pero no acaba de calarte. «Crack the Case» sigue esa misma línea, sutil y encauzado hacia el sonido del Laurel Canyon californiano. Sin embargo, el toque Pop de «Feed the Fire» funciona mucho mejor, de nuevo podemos intuir la mano de Wilson, pero con «My Greatest Invention» llevan esa dirección aun tema muy lento y soso, con sección de viento incluida.
«Telescope» es un tema más arriesgado, le dan un protagonismo mayor al bajo, pero se hace muy largo. Y eso ocurrirá con toda la segunda parte del disco con temas como «I Can’t Take», otro tema más Folk. De nuevo la sorpresa llega con de nuevo la más Pop «Mistakes We Should Have Made», seguramente la mejor canción del disco, con un contrapunto femenino y unos sonidos un tanto ochenteros, de nuevo el papel de Wilson parece destacado. Pero es un espejismo porque la insustancial «Never Gonna Say Goodbye» pasa sin pena ni gloria, otro tema muy lento que no parece avanzar hacia ningún lado, aunque lo intenta con un estribillo que es lo mejor del tema. El cierre retoma un leve matiz ochentero de nuevo con la incorporación un saxo de fondo, canción también pausada sin mucha instrumentación y con el piano en primer plano, pero que se queda igualmente en tierra de nadie.
Parece como si Dawes estuviese buscando su sonido pero no acaban de dar con la tecla, o quizás es que nosotros los hemos sobrevalorado y teníamos unas expectativas muy altas. No cabe duda que es un disco correcto, pero poco más, y que para nosotros es el más flojo de los seis que han publicado. No saben si quieren jugar a ser Jackson Browne, salvando las distancias, o qué pero también que creemos que pueden dar más de sí.