Nuestra historia con Josh Rouse comienza un 10 de septiembre de 2004. Aquel día, fuimos a nuestro primer Azkena en Vitoria. El festival cumplía su tercera edición y queríamos ver a Ryan Adams, al que dedicaremos posteriormente otro post. En el cartel también figuraban gente como Mark Lanegan, Urge Overkill y Fun Lovin’ Criminals. Es decir, había mucho y bueno que ver. Pero lo que más nos gustó de la jornada fue el concierto de Josh Rouse, un auténtico desconocido para nosotros y que tocaba entre las primeras actuaciones de la tarde, calculemos que de las 17:30 a las 18:20, en esta clase de festivales de las peores horas. Recuerdo que el programa lo anunciaba como uno de los representantes del rock americano de raíces. Pero ese concierto fue mucho más, nos descubrió a un cantautor ecléctico y con un repertorio muy interesante. Aunque la historia de Josh Rouse es la de un viaje de Nebraska a Altea, la ciudad alicantina de la costa mediterránea.
Un rato después de su concierto, vimos a Josh Rouse saludando a la gente por el recinto, la gente que le paraba para felicitarle por su concierto, porque seguía siendo un auténtico desconocido. Nosotros, que no somos muy mitómanos en ese sentido, no nos acercamos a charlar con él. Nos apuntamos su nombre y prometimos buscar sus discos. Meses después, las diferentes revistas musicales decían que Josh Rouse se venía a vivir a Altea porque su novia, Paz Suay, era española. Coincidiendo con esta noticia, nosotros ya estábamos locos por las melodías de Josh Rouse. Devorábamos sus discos y, cada vez que encontrábamos uno nuevo, más nos gustaba. Si bien es cierto que en sus orígenes su pop-rock estaba muy vinculado al folk y a lo mal llamado «americana», cuando se produce un salto cualitativo es a partir de «Under the cold blue stars» (2002). Pero el gran disco de Josh Rouse llega un año después, se titula «1972» y en él clava todos sus temas, destacando el vital «Love vibration». un disco que, sin olvidar sus orígenes, ahonda en las melodías pop, el soul, etc. Sin embargo, en 2005 casi se supera y entrega «Nashville». Curiosamente, coincide con su llegada a España y supone un cierre estilístico con grandes canciones como «Saturday», «Sad eyes», «My love has gone», «It´s the nighttime», «Winter in the Hamptons», etc.
A estas alturas, algunos de vosotros estaréis pensando, «¿pero quién es este tío?». Y, sí, Josh Rouse ya tenía para entonces un buen puñado de temas para haber conseguido asaltar las listas. Y eso que en todas las revistas especializadas y las críticas siempre aparecía como destacado. Pero Josh Rouse nunca ha tenido un éxito masivo, y sospechamos que tampoco lo ha buscado, a pesar de su música accesible. Volviendo a su historia, se asienta en España y publica «Quiet town» (2006), disco en el que rinde homenaje a su nueva ciudad, disco que refleja también un cambio hacia el pop y ritmos más «latinos», y que se resiente levemente en su calidad. Por cierto, recientemente se utilizó «Quiet town» para un anuncio televisivo. En 2007, parece retomar la senda anterior con el notable «Country mouse city house». Pero no, y ahora es cuando el camino se complica. En 2010 publica un disco, «El turista», cantado en parte en español y con influencias de la bossa nova, el son cubano, etc. El experimento no funciona, el disco es muy irregular, Josh cantando en castellano no funciona. La crítica fue bastante benévola con él, para lo que podía haber sido. Pero, como artista, uno tiene todo el derecho a tomar las decisiones que considere. En 2011 publica «Josh Rouse & The Long Vacations», un disco perezoso (¡solo dura 26 minutos!) en el que, afortunadamente, Josh abandona el español pero no las influencias latinas, más suavizadas.
Josh Rouse se ha asentado en España y es muy grande, al que apreciamos mucho en losrestosdelconcierto, pero que nos lleva a dos reflexiones. Una, la de aquellos grupos y artistas que, teniendo muchos puntos a favor, no han salido de un ámbito reducido. Es habitual ver a Josh Rouse tocar en salas pequeñas, aunque sus fans son bastante incondicionales. Y eso que, lo que nos lleva a la segunda cuestión, han superado o aceptado esos bruscos giros estilísticos, obviamente legítimos. Nosotros nos quedamos con el primer Josh Rouse pero, si alguna vez tenemos la oportunidad de volver a verlo en directo, no dudéis que esta vez iremos a hablar con él.