Menos de dos años después del lanzamiento de ‘Achtung Baby’ (1991), e inicialmente proyectado como EP, llegó el octavo disco de estudio de U2, probablemente el más descaradamente experimental de su carrera. Mayormente alabado por la crítica, sus ventas no alcanzaron lo esperado y ha pasado a la historia como el disco con menos difusión mediática de los años más gloriosos de los dublineses.
El caso es que de entre todos sus temas quizás los incluidos en su segunda mitad sean los menos conocidos y a la vez los de resultados más apreciables. Canciones como Daddy’s Gonna Pay For Your Crashed Car o Some Days Are Better Than Others ahondaban con éxito en los riesgos iniciados por los U2 de los noventa, y la colaboración de Johnny Cash en la evocadora The Wanderer, anterior a que Rick Rubin relanzara su carrera con la serie de American Recordings, cerraba el disco de manera estelar.
Con dedicatoria a Charles Bukowski, Dirty Day es la penúltima canción del disco y narra el regreso de un padre junto a su hijo años después de haberle abandonado, un asunto recurrente en la temática de Bono (el de las relaciones padre-hijo) a pesar de firmar en esta ocasión la letra junto a The Edge. Grabada con aparente economía de medios se trata de una interpretación densa y oscura, sustentada en la sección rítmica de la banda que se electrifica en el estribillo y unificada por un tono sintético e industrial que termina estallando en un último verso coral («days run away like horses over the hills»). Lejos de la épica de sus trabajos más populares esta canción es sin duda un efectivo ejemplo de los años más osados del cuarteto irlandés.
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