DOVES, otra música fue posible en Manchester

 

Las opciones para unos jóvenes con inquietudes musicales en el Manchester de finales de los noventa eran más bien reducidas si tenemos en cuenta que durante los últimos veinte años a las puertas de su casa se cocinaba la música británica que estaba triunfando en el mundo. El sonido de Manchester había invadido las radios y con ello los oídos de todo aquel con una mínima inquietud por la emergente música independiente desde finales de los setenta (Joy Division, The Smiths) hasta principios de los noventa (Oasis, Primal Scream) pasando por los años del Madchester (Stone Roses, Happy Mondays, Charlatans, James).

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Había que tener las ideas muy claras para encontrar un sonido propio entre tanta banda de éxito y parece inevitable que la música que rodeaba a los vecinos de esa capital inglesa durante aquellos años les influyera a la hora de intentar crear la suya propia. Los mellizos Williams, Jez y Andy, y Jimi Goodwin parecían no tenerlas todas consigo cuando decidieron enterrar Sub Sub, la banda de dance que habían formado en 1991, tras no conseguir darle continuidad a su moderado éxito inicial y, aprovechando el incendio de sus estudios de grabación en 1995, apropiarse de las guitarras que les habrían de dar sus mayores triunfos.

Y sin duda que debían de tener una convicción absoluta para hacer lo que hicieron porque, tras el moderado éxito de los tres EP que editaron entre 1998 y 1999, en el 2000 lanzarían su primer larga duración (Lost Souls) que enseguida les situó entre las preferencias de la crítica y en menor medida del público, algo que será una constante a lo largo de su carrera. Canciones como The Cedar Room o Catch The Sun suponían sus primeros éxitos en plena efervescencia del Brit Pop lo que prácticamente les condenaba a cargar con una etiqueta que no terminaba de sentarles bien.

En su música se apreciaba un gusto por el detalle y una cuidada, casi artesanal, producción realizada por ellos mismos que pretendía dejar a un lado su pasado más bailable. En ningún caso se reconocía su procedencia mancuniana ni cabía encuadrarlos en el sonido que en esos momentos exportaba su país; algunas de sus canciones rayaban en lo ambiental y otras mostraban una enorme contundencia de modo que su primer trabajo, como ocurriría con los tres posteriores, resultaba equilibrado y casi conceptual.

The Last Broadcast (2002) confirmaría el ascendente protagonismo de las guitarras, el sonido pop y  la trascendencia rock seguirían convergiendo en un repertorio que empezaba a demostrar la coherencia con la que Doves se enfrentaban a su trabajo. Su segundo disco continuaba con la línea conceptual del anterior aunque contenía un mayor número de buenos temas y menos de transición. Words, There Goes The Fear, Pounding o Caught By The River compondrían la mayor conjunción de canciones memorables, auténticos himnos algunas de ellas, que la banda conseguía reunir a lo largo de su todavía corta carrera.

Su prestigio aumentaba a un ritmo mayor que sus ventas, pero no se podían quejar. La indiscutible calidad de sus composiciones les permitió editar en 2003 un recopilatorio de rarezas y caras B cuando apenas tenían dos discos oficiales en el mercado mientras continuaban con su fiable evolución hacia nuevos ritmos setenteros (Black and WhiteTown, Snowden) además del soul (Almost Forgot Myself,  Sky Starts Falling) o el sonido Bristol (The Storm) a la vez que las guitarras seguían protagonizando su tercer trabajo Some Cities (2005), curiosamente grabado en estudios campestres de Gales y Escocia y que contenía mayor cantidad de elementos ambientales y electrónicos que los anteriores.

El trío afincado en Manchester, aunque original de Winslow, se había vestido definitivamente de etiqueta y se sentía cómodo en el reservado de los músicos cuasiexclusivos, el lugar donde los creadores privilegiados se abstraen de las presiones del mercado, aunque sin despreciarlo, y el resultado seguía convenciendo a la crítica.

En el ya lejano 2009 presentaron Kingdom of Rust, su último trabajo de estudio después de cuatro años de silencio, con el tema más country de su carrera dándole nombre y completado con un conjunto de composiciones cuidadas al detalle que combinaban delicadeza (10:03), energía (The Outsiders, The Greatest Denier) y ritmo (Compulsion) además de los himnos por descubrir que nunca han faltado en sus discos (Jetstream, Lifelines).

Antes de pronunciar las palabras malditas del rock  «descanso indefinido», Doves editaron en 2010 un recopilatorio con lo mejor de su corta pero intensa carrera y, si bien nunca han hablado de separación, lo cierto es que se han dividido en proyectos  que de momento no dejan lugar a la reunión ansiada por sus seguidores. Sería una gran pérdida la desaparición de una banda como Doves, una de las pocas que han recorrido con dignidad las afueras del pop británico con una propuesta llena de coherencia y alejada de los excesos y caprichos de algunos de sus coetáneos.  Mientras nos armamos de paciencia en la espera de nuevo material del trío nos queda el consuelo de la inagotable escucha de sus canciones conservadas como un tesoro que sigue siendo demasiado valioso para ser enterrado.

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