Después de publicar en 2009 «Kingdom Of Rust» todo se volvió silencio en torno a Doves, el trío formado por los hermanos Jez y Andy Williams junto a Jimi Goodwin (con la constante colaboración a los teclados de Martin Rebelski). Sin confirmar ni desmentir su disolución, fueron extendiendo una pausa indefinida hasta que el pasado 2019 anunciaban que se volvían a reunir para participar en algunas actuaciones benéficas (también como teloneros en un par de conciertos de Noel Gallagher) y poco después, pasado el verano, ponerse a trabajar en un álbum de regreso del que comenzarían a adelantar contenido un año después. En total han sido once años hasta que este pasado 11 de septiembre salía al mercado «The Universal Want».
Surgidos de las cenizas de un britpop que habían rondado con su anterior proyecto electrónico Sub Sub, en la década del 2000 publicaron cuatro discos de pop profundo y melancólico, de prominentes guitarras y esmerados arreglos, que les aportaron más prestigio que ventas y una importante fidelidad por parte de sus seguidores. Alejados de excesos mediáticos, seccionaron sorpresivamente una carrera más que sólida que habían levantado con trabajos de alta calidad en los que llegaron a acumular un buen número de joyas pop-rock, auténticos himnos algunas de ellas (Pounding, Caught By The River, Sky Starts Falling…), que no han permitido decaer su prestigio en estos años de inactividad.
Y han regresado en buen estado de forma, con un trabajo menos conceptual de lo que acostumbraban, compuesto por diez piezas creadas con los mimbres que erigieron su estilo lustrado y melancólico y con logrados pasajes épicos, que ponen en duda los efectos del extenso parón del que vienen. Nunca los años pasan en balde y en su apuesta sonora, sin demasiada variación con respecto a sus discos principales, puede que resuenen elementos de otra década, pero la calidad y honestidad de sus canciones bien valen un reencuentro que tiene todo para convencer a los amantes del pop maduro.
Al igual que en «Kingdom Of Rust», han vuelto a colaborar con Dan Austin en la producción de la mayoría del listado que abren con una Carousels a cuya espectacular batería inicial, obra del recientemente desaparecido Tony Allen, se irán añadiendo guitarras y elementos electrónicos para rememorar un sonido que engarza con su trayectoria previa. De un pop más ligero parece compuesta I Will Not Hide, con el ritmo en primer plano y unas guitarras que aportan personalidad e intensidad. De las piezas más redondas es Broken Eyes, cuyo estribillo magnético y emocionante brilla entre guitarras y teclados. For Tomorrow impone algo de pausa e incluye unos brillantes teclados, al igual Cathedrals Of The Mind cuyo bello comienzo añade variedad con mayor protagonismo de las programaciones. Con Prisoners recuperan un estilo clásico y la potencia rítmica, mayor aún en la enérgica e intensa Cycle Of Hurts. En Mother Silverlake introducen elementos de baile y funk para un resultado más envolvente antes del dúo final que conforman Universal Want, de inicio suave y atmosférico que va creciendo hasta la parte instrumental final, y una Forest House que nos despide más acústica y sostenida en una pauta relajada de bajo y guitarra.
Una serie de buenas canciones, sin apreciables altibajos aunque con un par de piezas que atrapan con más facilidad, en las que volver a degustar la música de calidad de una excelente banda que ha sabido regresar a la altura que nos tenía acostumbrados. Un reencuentro alegre para quienes los admirábamos, que esperamos no se haga tanto de rogar en el futuro.