Hay discos que parecen haber sido concebidos en un estado de gracia prolongado que dan como resultado obras que apabullan por su alcance. De cuando en cuando aparecen creaciones al margen de modas que rápidamente se apropian de un espacio exclusivo. En lo que llevamos de siglo, sin duda, este es uno de los pocos que lo han conseguido.
En 2005 Sufjan Stevens contaba treinta años, había transitado por el folk o la electrónica en sus cuatro primeros elepés y con el lanzamiento de «Michigan» (su estado natal) había anunciado en 2003 el inicio de un proyecto que incluiría un disco por cada uno de los cincuenta estados norteamericanos. Poseedor de una formación musical autodidacta que combinaba con sus estudios en la Academia de Artes Interlochen de Michigan, y tras una corta experiencia al frente de la banda de folk-rock Marzuki, no pareció atinar con su propia vía de expresión hasta la publicación de este «Illinois» en el que vertió sin limitaciones todos sus conocimientos y mañas para completar una obra que quince años después permanece como su mayor logro. Planteada como un recorido por los personajes, acontecimientos y lugares fundamentales de ese estado, Stevens llevó a cabo una inmersión profunda en su historia y cultura para extraer el material de unas canciones que inicialmente iban a componer un doble álbum pero al final quedó en simple, aunque con más de setenta minutos de duración.
Compuesto y producido en solitario y grabado en diferentes localizaciones de Nueva York, ciudad en que reside, en él Stevens interpretó una enorme nómina de instrumentos y se acompañó de multitud de colaboradores técnicos, vocales e instrumentistas de todo tipo para obtener un sonido de difícil clasificación y deudor de una heterogénea lista de precedentes en el jazz, el folk, el minimalismo…
A lo largo del disco pueden apreciarse muchos estilos, como el alucinado inicio de Concerning the UFO… (abreviaré algunos títulos porque muchos son de más de una línea) que acompaña a la voz con apenas voz y flauta, seguido de la magnífica solemnidad en ascenso a base de coros y orquesta de The Black Hawk War… antes de dar paso al primer y extenso corte vertebrador del conjunto, un Come On Feel the Illinoise… lleno de preciosas variaciones instrumentales para conformar una muestra de mayúsculo folk de cámara. Sensibilidad extrema en la íntima narración de John Wayne Gacy Jr., antes de la magnífica exhuberancia instrumental desplegada a base de piano, banjo, violines o metales en Jacksonville. El folk de Decatur… avanza a trancos de acordeón y guitarra poco antes de que Chicago deslumbre con su expansión de cuerdas, coros y vientos, enorme. Dos guitarras y dos voces suenan de inicio en Casimir Pulaski Day, que después introduce banjo y trompeta, antes de que empiece The Man of Metropolis… a ritmo eléctrico de guitarras y de coros que irá alternando con pasajes calmados hasta desatarse en otro gran final.
The Predatory Wasp… es otra de las piezas más destacadas, bella a las cuerdas, onírica y vital, va armonizando perfectamente las capas que se añaden, y They Are Night Zombies!!… va sumando con brillantez violines y coros al estribillo y sobre la base jazz inicial; mientras poco a poco, entre epílogos, nudos y lapsos que lo salpican sin mayor trascendencia, el disco avanza hacia su final. El órgano contribuye al ambiente casi fantasmal del piano y la voz centrales de The Seer’s Tower antes de una última gran canción, la animada The Tallest Man…, en la que palmas, flautas, piano y metales ayudan a conformar una atmósfera entre fílmica y clásica. El último cartucho lo quema Out of Egypt… a modo de despedida futurista con sus cuatro minutos de insistenca minimalista.
Como una extensión de Neutral Milk Hotel, o una especie de interpretación a pachas entre Rufus Wainwright y Yann Tiersen, las sensaciones con que te abandona la escucha completa de este disco son de generosidad y holganza de recursos, de experiencia incomparable y de una elaborada y consumada belleza.
Finalmente el proyecto de los cincuenta estados no llegó a fructificar (más tarde declararía que había sido una broma) y se quedó en este segundo capítulo, pero los proyectos de Sufjan se han seguido sucediendo, más o menos espaciados y desde variadas perspectivas sonoras; algunos de ellos fantásticos como su último trabajo en solitario, el «Carrie & Lowell» de hace cinco años que parece tendrá continuacion a finales de este mismo mes con un trabajo de tintes new age, grabado junto a su padrastro Lowell Brams, y del que supongo pronto daremos cuenta por aquí. Entretanto ha sido una verdadera gozada este tiempo dedicado a recuperar estas canciones y comprobar la lozanía de sus notas tras quince años de vida.