Alrededor del aclamado debut de The Strokes en 2001, y alentado por la siempre cuestionable afición a etiquetar que reinaba entre la prensa musical desde la última década del siglo XX, fueron agrupados bajo la denominación de ‘New Rock Revolution’ una serie de jóvenes bandas de rock, principalmente norteamericanas, entre las que se encontraban Kings of Leon, Interpol o Yeah Yeah Yeahs. Mis favoritos de aquella suculenta camada eran Black Rebel Motorcycle Club, banda de San Francisco formada en 1998 por Robert Levon Been y Peter Hayes, a los que se uniría el batería Nick Jago al poco de trasladarse a Los Ángeles, ciudad en la que han desarrollado toda su carrera.
Bautizados como la banda de moteros liderada por Marlon Brando en ‘Salvaje’, el sonido de su apabullante debut fue inmediatamente comparado con el de oscuras bandas británicas como The Jesus And Mary Chain o My Bloody Valentine además de contener reconocibles influencias del punk y del garaje, pero sobre todo sobresalían las atmósferas creadas por sus poderosas líneas de guitarra y de bajo. Su debut homónimo fue mayoritariamente incluído entre lo mejor de 2001 y contenía trallazos como Spread Your Love o Whatever Happen To My Rock ‘N’ Roll junto a temas menos revolucionados aunque igualmente potentes como Salvation o Rifles en un conjunto sin apenas desperdicio que ponía el listón muy alto, tan alto que no ha sido igualado en sus cinco trabajos posteriores.
Intentaron prolongar su estado de gracia repitiendo fórmula dos años más tarde con Take Them On, On Your Own, que alternaba reiteraciones con aciertos como Stop o Shade Of Blue, y en cuyo metraje dejaban espacio para la crítica al gobierno de Bush en canciones como US Government o Generation. Un sonido similar al de su primer trabajo pero con menor grado de inspiración; seguían sonando graves, atractivos y ruidosos pero puede que en el irregular resultado de este trabajo influyeran las discrepancias que culminarían con su salida de Virgin Records y el inicio de los problemas de drogadicción de Jago, que supondrían su baja en Howl antes de ser sustituido definitivamente en 2008.
En su siguiente trabajo en 2005 se asomaron a las raíces más puras del folk y el blues para renovarse e intentar que no se les escapara el tren del éxito al que tan rápidamente se habían subido y el resultado fue Howl, un disco menos sombrío y más accesible, con algunas canciones capaces de llegar a un mayor público desde el primer tema, la excelente Shuffle Your Feet, y que incluía otra de sus mejores canciones como es Ain’t No Easy Way. A pesar de que las críticas no fueron malas empezaban a pesarles las extraordinarias expectativas generadas por su debut y los resultados no terminaron de remontar en el que ha sido su mayor y más que apreciable esfuerzo renovador hasta hoy.
En 2007 recuperaron a Jago a la batería para retomar el poderío de su sonido original y presentarlo en su cuarto disco Baby 81. A pesar de no contener ninguna novedad remarcable sí que incluía buenas e inmediatas canciones como Weapon Of Choice, Berlin o Not What You Wanted. Contaban con una base sólida de seguidores que no se resentía, pese a que en algunos pasajes empezaban a sonar repetitivos, pero que tampoco elevaba lo que parecía su techo de popularidad. Y a tenor de su siguiente movimiento parecían sentirse satisfechos, ya que en octubre de 2008 estrenaron su propio sello (Abstract Dragon) con un trabajo experimental y totalmente instrumental al que solo se podía acceder mediante descarga digital. Esta maniobra al margen de toda lógica comercial se llamó The Effects Of 333.
En junio de 2008 Nick Jago abandonaba definitivamente la banda y era sustituido por Lea Shapiro, quien grabaría junto a ellos Beat The Devil’s Tatoo, su disco lanzado en 2010. Como siempre habían hecho volvían a encargarse de una producción que alternaba sonidos rugosos a lo Queens Of The Stone Age con pasajes acústicos más cercanos al folk y entregaban un conjunto de canciones presentado por el pelotazo que daba nombre a un disco en el que se repetían algunos tics de su pasado pero que confirmaba lo bien que hacían lo que sabían hacer bien. Con canciones como Bad Blood, Aya o Long Way Down volvían a contentar principalmente a sus seguidores y la crítica les seguía tratando moderadamente bien e incluso lo comparaban con alguno de sus mejores momentos.
Algo que no ocurrió con su último disco grabado en el estudio que Dave Grohl tiene en Los Ángeles, Specter At The Feast de 2013, con el que la crítica se mostró menos benevolente. Su sencillo de lanzamiento fue una versión de Let The Day Begin de The Call, la banda liderada por el recientemente fallecido Michael Been (padre de Robert y manager de la banda), algo que sin duda les afectó, pero que a la vez daba una pista de las dificultades creativas por las que pasaban. Lineal, repetitivo, inocuo, irregular… fueron algunos de los calificativos que en general les dedicaron los medios especializados. Lo cierto es que las desgracias se les acumulaban ya que a su batería Lea Shapiro le fueron detectadas unas malformaciones de Chiari en el cerebro que requirieron de una delicada cirugía, lo que les obligó a cancelar parte de su última gira.
Su último lanzamiento ha sido un doble cd/dvd de un directo en París en el que hacen un repaso a su ya extensa carrera en espera de retomarla una vez superadas las turbulencias de los últimos años. Abandonadas hace tiempo las pesadas expectativas que generó su apabullante debut de 2001, sus seguidores estamos a la espera de nuevas canciones del trío californiano con las que recuperen su pulso habitual para volver a sumergirnos y disfrutar de su oscuro atractivo.