El Azkena vitoriano ha alcanzado su décimosegunda edición en 2013, todo un mérito para uno de los festivales más atractivos de nuestra geografía. Durante estos años, Azkena ha contado con la presencia de grandes nombres del rock and roll, desde Bob Dylan a Pearl Jam, pasando por Wilco, The Black Crowes y una larga lista, que también incluye viejas glorias y nuevos descubrimientos. Sin embargo, la edición de 2013 ofrecía dudas cuando el cartel repetía a The Black Crowes, nada que objetar, contaba con The Smashing Pumpkies, luego lo comentamos, y tardaban en aparecer durante meses nuevos nombres. Las últimas confirmaciones señalaban a The Gaslight Anthem, que nos gustan mucho, como cabezas de cartel para el sábado 29, pero no nos parece que tengan todavía el estatus para encabezarlo. Otro detalle era la reducción de días, ya que Azkena se había centrado en tres jornadas. En definitiva, las perspectivas eran inquietantes. También hay que señalar que Azkena lleva años superado por su hermano BBK Live, más generalista y ecléctico, un festival que tiene otras dimensiones y objetivos, pero que en cierta forma le hace un poco de sombra.
Pero, volviendo a Azkena 13, nos fuimos a Vitoria el viernes 28 a ver a The Black Crowes de nuevo, ya habían triunfado allí en 2009. La llegada al recinto nos confirmó las sospechas de que el festival se ha reducido, más empequeñecido logísticamente en el recinto de Mendizabala. Una de las cuestiones que nos sorprendió es que había desaparecido el «dinero del festival», esas colas que tenías que hacer para cambiar euros por monedas y billetes del festival para comprar bebida y comida. Curioso, cuanto menos, este hecho, pero indicativo.
Azkena nos mostraba de nuevo la parroquia habitual que deambulaba por Mendizabala, con una media de edad ya entrada en años, incluso la presencia de niños era más habitual. Pero, cuando uno acude a Azkena se siente un poco como en casa, en un festival distinto, en el que priman esos sonidos que tanto nos gustan y que tan poco espacio tienen en medios generalistas.
Cuando llegamos, poco antes de las 20:00 horas, estaban terminando en el segundo escenario una banda más metalera, The Sword, a la que tampoco prestamos mucha atención. A las 20:00 le llegaba el turno a M Clan, en el escenario principal, con un Carlos Tarque dominando la escena y desgranando canciones de sus dos últimos trabajos, fundamentalmente.
Los siguientes fueron Alberta Cross, un grupo nuevo de sonidos americanos al que poca gente hizo caso. Tocar antes de los cabezas de cartel tiene un gran riesgo ya que es el momento en el que la gente aprovecha para cenar y coger sitio. Que se lo digan a My Morning Jacket en el Azkena 06, cuando tocaron antes de Pearl Jam. Alberta Cross nos dejaron bastante indiferentes.
El plato fuerte eran The Black Crowes y a eso habíamos ido la gran mayoría. Aunque hace ya cuatro años que no publican material nuevo, desde el notable «Before The Frost…Until de Freeze» (2009), ver a The Black Crowes siempre es un lujo, siendo una de las mejores bandas de rock de las últimas décadas. Además, si tienes dos discos como «Shake Your Money Maker» (1990) y «The Southern Harmony And Musical Companion» (1992), pues ya has mucho ganado. La banda salió a escena muy puntual y pudimos comprobar con un inicio demoledor que están en muy buena forma. Y es que, si empiezas con «Twice As Hard», «Sting Me» y «Hotel Illness», poco que añadir.
A partir de ahí, casi dos horas de grandes canciones y de sus tradicionales jams en las que los virtuosos músicos de The Black Crowes se lucen, destacando de nuevo al impasible Rich Robinson y a su nuevo guitarrista Jackie Greene. Mientras tanto, Chris Robinson, igual de flaco que siempre, nos deleitaba con sus ya clásicos bailes, mientras algunas canciones, como «Thorn In My Pride» se alargaban. Parte de los temas que tocaron se ciñeron a sus dos primeros discos ya señalados, con la emotiva «She Talks To Angels», «Jealous Again» y el clásico «Remedy», que fue el fin del concierto. Por el camino cayeron la gran «Soul Singing», «Good Morning Captain», «Wiser Time», la agradecida «By Your Side», «Good Friday» y «Ballad In Urgency». Sin olvidar el cover de Traffic «Feelin’ Alright».
Había tiempo para un breve bis, ya sabemos cómo son los festivales, y allí la fiesta fue completa con su mítica versión de «Hard To Handle» de Otis Redding, que nos sorprendieron uniéndola al «Hush» de Billy Joe Royal, que hace unos años habían popularizado Kula Shaker. Hacía ya frío en la noche vitoriana pero la gente no paraba de moverse y bailar en el final del concierto de The Black Crowes, y nos quedamos con ganas de más después de un gran concierto.
El termómetro marcaba los 10 grados y parte del público abandonaba el escenario principal. Allí iban a tocar unos remozados The Smashing Pumpkies, encabezados por Billy Corgan, líder y único superviviente de la formación clásica que facturó discos referenciales de principios de los 90 como «Siamese Dream» (1993) y «Mellon Collie And The Infinite Sadness» (1995). Corgan fue uno de los iconos de la llamada Generación X, pero hace mucho que perdió el rumbo. Su concierto fue frío, intercalando sus clásicos como «Tonight, Tonight» o «Zero», con otros temas que dejaron al público apagado. Del concierto de The Smashing Pumpkies sólo nos quedamos con esas canciones que nos invitan a la nostalgia y al recuerdo.
Esperemos que Azkena siga con su filosofía ya que es un festival necesario. Todavía soñamos con que algún año aparezcan nombres como Neil Young, Tom Petty & The Heartbreakers o Foo Fighters. Sí, la crisis es dura y está complicado, pero son imprescindibles iniciativas como Azkena, en la que se vuelca toda una ciudad. Aunque la asistencia no ha estado a la altura de otras ediciones, casi 14.000 personas el primer día, y 25.000 entre las dos fechas, no nos cabe duda que todos los que fuimos disfrutamos y nos sentimos parte de esa comunidad que es el rock and roll.