El año en que se cumplen veinte desde su formación, y en el que han sufrido la primera baja en su composición original tras la marcha del baterista Richard Jupp justo antes de esta grabación, Elbow presentan un nuevo trabajo que, como viene siendo habitual, les ha situado inmediatamente en el primer puesto de las listas británicas. Toda la consideración y el prestigio que han merecido a lo largo de los años en su país de origen no les ha bastado para extenderse por España ni otros países; parece que su propuesta no termina de ser igualmente apreciada más allá de su amplia cercanía. Es cierto que, salvo excepciones, sus canciones no obedecen a los estándares más extendidos del pop, pero su calidad y originalidad bien merecen, al menos, nuestra atención. Más aún en un disco como este, portador de una vitalidad y romanticismo de los que carecían otros de sus trabajos.
Optimista y animoso como el arranque y primer sencillo Magnificent (She Says), primera muestra de su buen gusto en la orquestación, seguida de la desnuda rítmica de Gentle Storm, apenas vestida con la percusión y la voz de Guy Garvey, y de Trust The Sun, más íntima y optimista pero igualmente austera en cuanto a arreglos. All Disco es de lo mejor; compuesta a raíz de una reflexión de Black Francis (Pixies) sobre la música y la composición, y con la Velvet en el horizonte, presenta más cuerpo y color que las dos anteriores. La romántica Head For Supplies concede mayor protagonismo a unas guitarras de calma belleza y en Firebrand & Angel, que contiene un sample del último disco de My Morning Jacket, la profundidad del piano marca el ritmo junto a la batería y la voz. También resultan básicas K2, en la que destaca el brillante estribillo integrado en la profusa letra de Garvey, y Montparnasse, con la única compañía del piano. Por encima de los ocho minutos se extiende Little Fictions, con protagonismo para la base rítmica y la grave orquestación que va añadiendo dramatismo hasta culminar con contundencia. De orquestación más cálida y sencilla, el álbum lo cierra la belleza y el romanticismo de Kindling.
No abandonan la línea seguida en sus últimas entregas e insisten en la elegancia y originalidad de su propuesta, arriesgada pero también cercana, en la que sigue destacando la voz de Guy Garvey junto a una lograda base rítmica. Alumnos aventajados de las vías sonoras por las que en su día se adentraron gente como U2 o Radiohead, el ahora cuarteto no se sale del guión y vuelve a entregar un trabajo efectivo y por momentos brillante.
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