La segunda edición del Curso de Verano de la Universidad de La Rioja Identidad y Música presenta una mesa redonda en la que se debate sobre la organización de festivales de música. Es una cuestión de actualidad, especialmente en este último verano cuando se ha vivido la cancelación de algunos en España. Sin embargo, dentro de este ámbito, otro hecho es el que nos genera el debate: ¿cuál es la motivación de parte del público que va a conciertos o festivales? Vaya por delante que cualquiera puede ir a un festival o concierto por el motivo que considere más oportuno, pero parece evidente que el principal tendría que ser el de disfrutar de la música de un artista, banda o grupo de ellos en el caso de los festivales. Hay muchas más opciones como pasarlo bien, estar con amigos o…ser el lugar en el que hay que estar. Todos ellos legítimos, insistimos. Pero no son pocas las ocasiones en las que hemos visto cómo la música pasa a un segundo plano para buena parte de los asistentes. Habrá gente que pueda argumentar que, en los festivales, van a ver al cabeza de cartel de turno y poco más, también de acuerdo. Pero también hay ejemplos que hemos vivido que nos han llamado la atención desde una perspectiva personal: en el Festival NOS de Lisboa de 2015, Ben Harper tocaba con The Innocent Criminals, no era difícil llegar a las primeras filas ante la indiferencia de la mayor parte del público que esperaba a Muse, el cabeza de cartel; en el BBK Live de 2014, Los Enemigos actuaban a la complicada hora de la media tarde, a pleno sol, ante un par de centenares de personas; Love of Lesbian lo hacían también en Bilbao en el Antzokia en noviembre de 2010 dos noches con todo el papel vendido, en su momento cumbre, mientras unos tipos se acomodaban en la barra de ese bello local y sólo reaccionaron (de malas maneras) cuando Santi Balmes cometió el enorme fallo (sí, en Bilbao eso te puede costar muy pero que muy caro) de decir el Bilbao en vez del Athletic, cuestión que tuvo que rectificar poco después; y así podríamos seguir. Es cierto que no contamos con estudios empíricos que nos muestren cuáles son esas motivaciones pero, la evolución de festivales y conciertos da la impresión que para parte del público se han convertido en un acto social más que en el disfrute de la música, insistimos que de forma muy legítima.
Todo es un acto social, sí, por supuesto, es algo implícito, pero ¿por qué va parte del público a un festival o a un concierto? No creemos que no les guste la música, pero no son pocas las conversaciones como la siguiente que tuve hace un par de años y que no fue en tierras riojanas
– Voy a venir al (NOMBRE DEL FESTIVAL)
– ¡Ah, sí, nosotras también vamos!
– No sabía que te gustaba (X GRUPO)
– No los conozco pero es que siempre vamos, independientemente de quién toque.
No, no es una conversación inventada, y me parece muy bien que la gente vaya a los conciertos y festivales independientemente de quién toque, pero nos lleva a la reflexión. No tengo tampoco muchos elementos de comparación, no había tantas oportunidades para ir a conciertos y festivales hace veinte o veinticinco años en ciudades como las nuestras. Tampoco uno quiere presentarse como «guardián» de ciertas motivaciones legítimas, ni mucho menos, sino que simplemente es una curiosidad que, a falta de los ya mencionados datos empíricos, quiere funcionar más como una ‘intuición sociológica’. Que los festivales han evolucionado en los últimos años es un hecho. Se han convertido a su vez en un mundo en el que la música ya no es el único elemento importante. Hay presencia de otras actividades, fundamentales para posicionarse frente a la competencia, que también implica al resto del municipio donde se celebra. Nada que objetar en ese sentido. Hay ideas y alternativas que funcionan pero que muy bien y algunos festivales, como Actual, llevan mucho tiempo haciéndolo. Pero no es menos cierto que en los festivales fueron ganando terreno muchas de las marcas patrocinadoras de los mismos que fueron ocupando espacios que, años atrás (y no me invade la nostalgia al escribir esto) lo hacían puestos de merchandising del propio festival, de las bandas y artistas e incluso de tiendas de discos (bueno, aquí sí que hay nostalgia). Pero también forma parte de una respuesta a la demanda, aunque es un proceso bidireccional no lo olvidemos. El público también evoluciona y, dentro de esa motivación, puede que la música para parte de los mismos no sea lo más importante. Puede que te hayas perdido a X o Y banda/artista porque a esa hora estabas jugando a no sé qué historia en otro sitio, lo cual insistimos no deja de ser legítimo.
Pero, y dentro de esa ‘intuición sociológica’ que decíamos antes, creo que debemos prestar atención a las variables sociodemográficas del público que asiste a los festivales y los conciertos. Los conciertos de un grupo o artista (especialmente si eres un Bruce Springsteen, unos U2 o The Rolling Stones, etc.) tienen algunas connotaciones parecidas a las de los festivales, pero no comparten otras como las actividades alternativas y complementarias presentes en los segundos. Pero volvamos a esas variables sociodemográficas que decíamos antes. A lo largo de estos años hemos asistido a numerosos conciertos y festivales y, de acuerdo, nosotros ya no somos jóvenes pero tampoco es que vayamos a acabar en un concierto de Phil Collins o de la reunión de El Gusto es Nuestro, por poner dos ejemplos y con todos los respetos. Sin embargo, no es menos cierto que se observa una tendencia de segmentación del público en los festivales y conciertos. Por ejemplo, en pocos festivales de los considerados indies, o en conciertos, aparece gente por debajo de los treinta años. También es frecuente ver familias en los conciertos multitudinarios, o niños pequeños en esos festivales. No cabe duda que las variables sociodemográficas funcionan, somos las generaciones a las que se dirigen este tipo de eventos. Sí, hay festivales y conciertos para públicos más jóvenes, pero la transversalidad no es la tónica. Se podrá argumentar que es lo lógico y lo normal, ciertamente entiendo que mis estudiantes no quieran ver a su profesor en el concierto de un grupo o artista que les gusta (yo tampoco quería, no hay problema). Pero no es menos cierto que también he encontrado gente en estos festivales y conciertos que nunca pensé que tendrían inquietud por la música. Hay una parte del público que se acerca a este tipo de eventos como acto social, llevamos muchos años en los que es uno de los lugares donde ir, con independencia de la música.
En definitiva, una cuestión más para el debate y la reflexión y con una respuesta que no está clara. Insisto que esto es una reflexión personal desde la intuición sociológica y la observación personal, pero sin contar con datos empíricos que sería lo ideal para desarrollar y contrastar esta hipótesis. E, insisto, no niego la legitimidad de que cada cual vaya a un festival o a concierto por la motivación que sea, tampoco es que uno tenga que estar allí en una postura contemplativa o imbuido por la música. Y tampoco esto es una crítica o un cuestionamiento del modelo de festivales o de conciertos, hay motivos para profundizar en el mismo y, la motivación de la gente para acudir a los mismos, es una variable más.