El pasado 20 de agosto fallecía Justin Townes Earle. Tenía treinta y ocho años y era uno de los exponentes del llamado en su momento «Americana». En Los Restos del Concierto ya habíamos hablado de su trabajo, por ejemplo Single Mothers (2014), un disco que se inscribía en el homenaje a su madre y en la compleja relación con su padre, luego saldría Absent Fathers (2015). Su padre, el mítico Steve Earle, no ejerció de padre y eso estuvo muy presente en su vida y carrera. De hecho, Justin Townes Earle entraría en la categoría de «artista torturado» en la línea de los malogrados Elliott Smith o Jeff Buckley. Nuestra primera referencia de Justin Townes Earle es el disco que analizamos hoy, Harlem River Blues que publicó en 2010 y que sirve también de homenaje a la vida y carrera de un artista que tenía talento para llegar más lejos. Sus canciones, entre el Country y el Folk, transmiten autenticidad y una especie de pureza. A Justin Townes Earle le tocó el final del cometa «Americana», son los años de un Ryan Adams desatado que da paso a Fleet Foxes y Band of Horses. Pero Justin Townes Earle tiene un sonido más purista. Debuta con The Good Life en 2007 y con Midnight at the Movies (2009) logra una mayor visibilidad. Harlem River Blues es su tercera entrega y es un disco que nos cautivó en su día, ya desde esa portada con el tono sepia y que es tan poderosa.
El inicio del disco es para la espiritual y gospeliana «Harlem River Blues», en la línea de la vinculación del Country con esos sonidos y que aquí clava. «One More Night in Brooklyn» es una maravilla acústica de Country Folk en la que canta de forma intensa. Por su parte, «Move Over Mama» es una canción de Country más clásica con un punto de Rockabilly que también recuerda por momentos a Johnny Cash. Una de las mejores canciones del disco es «Workin’ for the MTA», un Country melancólico que cuenta con un tono crepuscular y que recuerda de nuevo al Cash más contador de historias. «Wanderin'» parece que nos va a remitir al Nebraska de Springsteen, esa armónica, pero se va a un sonido Country con esos violines y esas palmas. «Slippin’ and Slidin'» es más clasicista y tiene un punto de Rock & Roll aunque incorpora sonidos Soul con esos vientos y el tono espiritual del comienzo del disco, siendo una de nuestras canciones favoritas de las once que lo componen.
La segunda parte comienza con garra con «Christchurch Woman», una canción que se enclava en el «Americana» aunque luego va hacia el Soul con los vientos. «Learning to Cry» es un Country crepuscular en la que tampoco deja de inscribir el tono espiritual mientras que en «Ain’t Waitin'» mete más electricidad con una canción de Rock & Roll clásico en la que él canta con garra. El final va para una canción preciosa y sutil, de nuevo muy crepuscular, como es «Rogers Park», y retomar el estribillo del comienzo del disco con «Harlem River Blues Reprise».
La carrera de Justin Townes Earle siguió su curso durante la década con otros cinco discos, el último en 2019 con The Saint of Lost Causes. Los infiernos que perseguían a Justin Townes Earle parecían muy grandes y su vida acabó de forma abrupta. Una lástima, uno de los talentos de su generación.