En su regreso tras cuatro años de silencio en solitario (y aparcados otros proyectos a excepción de su incursión en 2015 con The Dead Weather) el genio de Detroit ha reaparecido con intenciones agitadoras para, desde las innegociables raíces de su música, experimentar con nuevos ingredientes que de entrada pueden sorprender y que funcionan desigualmente a lo largo del disco. Tras sus dos fantásticos discos anteriores (‘Blunderbuss‘ en 2012 y ‘Lazaretto‘ en 2014) se atreve con una electrónica a medida de la sempiterna esencia del blues, salpicado en esta ocasión con aisladas improvisaciones y experimentos efectivos a la hora de «incomodar» la escucha y alterar las bases ya asentadas de su música.
La apertura es excelente con ese vibrante Connected by Love que presenta unos sintetizadores que, realzados por coros y órganos, adelantan lo que serán las coordenadas del disco, seguida de la densidad blues de lento avance de Why Walk a Dog?. Excitante el inicio instrumental de Corporation, más clásico antes de la arenga final, que da paso a Abulia and Akrasia, una corta excentricidad ambiental sobre la voz de C.W. Stoneking no exenta de emoción. Aún más excéntrico el inicio de Hypermisophoniac que poco a poco va tomando forma con añadidos instrumentales para a continuación introducir el rap en una alternancia sonora de estructura libre en Ice Station Zebra. Un reef marca de la casa golpea de inicio Over and Over and Over; le siguen otra soflama sobre percusiones y sintetizadores en Everything you’ve ever Learned y las variadas percusiones iniciales de Respect Commander antes de electrificarse en la segunda parte. Tras la recitación a dos voces de Ezmeralda Steals the Show llega la más electrónica, y cargada de groove y autotune, Get in the Mind Shaft y los arreglos electrónicos que conforman el folk posmoderno de What’s Done Is Done antes de romper con la tónica del disco en la despedida prácticamente en acústico de Humoresque.
Sin duda uno de los grandes valores del rock de las dos últimas décadas, pionero de sonidos y valiosísimo intérprete, White arriesga más que nunca en este ‘Boarding House Reach’ para extraer momentos de inspiración natural que, aunque pierden fluidez al mezclarse con experimentos de irregular eficacia, mantienen el nivel lo suficiente para esquivar la decepción absoluta. No alcanza la talla de cualquiera de sus referencias anteriores (en solitario o no) pero los destellos le habilitan un espacio como inciso en su sólida carrera.