Wilco, de nuevo Wilco. No podemos evitarlo en Los Restos del Concierto, los de Chicago son una de nuestras bandas favoritas. Este año es un año muy Wilco con ese concierto tremendo del Azkena en Vitoria; con su nuevo disco que veremos en breve, Ode to Joy suena muy bien; con discos en solitario de Jeff Tweedy, Warm era acústico e intimista; y conmemoraciones de Summerteeth, A Ghost Is Born y Wilco (the Album). En fin, que habrá gente que dirá que no hay para tanto, pero para nosotros sí. Cuando vimos que Jeff Tweedy había escrito su autobiografía, esperábamos con ganas su traducción y llegó pronto de la mano de Sexto Piso y a cargo de Esther Villardón. Ya sabemos que las autobiografías/memorias de artistas las puede cargar el Diablo, en algunos casos se pueden quedar en unos apuntes o en ciertos dislates, no daré nombres. También pueden generarse expectativas no satisfechas. En el caso de Jeff Tweedy, nos encontramos con un libro muy bien construido, un relato divertido que no deja de lado algunas facetas oscuras de su trayectoria, y un sentimiento de que la carrera de Wilco y Tweedy tuvo momentos de suerte que les llevaron a su estatus. Con una prosa muy fluida y ágil, divertida como decíamos, y sin barroquismos, sin darse importancia también, nos sumergimos en la vida de un Jeff Tweedy que, realmente, tampoco tiene grandes elementos para destacar, ni momentos muy sublimes, ni menos epifanías. Tweedy sigue un camino que va trazando de forma «natural» y va pasando etapas. En algunos momentos se centra en el proceso creativo, pero también parece ir con su personalidad como le indica su hijo Spencer en una de esas conversaciones que inserta, al igual que hace con su mujer, Susie, un vector determinante en su vida y que tiene un protagonismo central en el libro ya que, además, sufre varias enfermedades graves. Queda en un segundo plano su hijo menor, Spencer, aunque no por ello menos reconocido. Y esto me recuerda a un antiguo reportaje, posiblemente hace veinte años por lo menos, cuando el Summerteeth, en el que había una foto de Jeff y su familia, sus hijos unos niños, creo que seguramente en el «Tentaciones» de El País, donde decía que su familia era su banda de Rock.
En cuanto al resto del libro, además del peso de su familia, la relación y el papel de sus padres incluida, hay tres episodios que destacan por encima de todos. Primero su relación con Jay Farrar con el que creó los seminales Uncle Tupelo, pioneros del Country Rock, y cuya relación no acabó nada bien. Tweedy no deja nada en el tintero, y lamenta la situación generada con Farrar, aunque tampoco parece sorprenderle por la personalidad de este. Más dolido parece con el malogrado Jay Bennett, que estuvo en Wilco de 1995 a 2002, y que fue determinante en el sonido y la evolución de Wilco. El retrato de Bennett es más ambivalente, Bennett tiene un perfil más dicotómico, fruto en parte de su adicción a los calmantes, y cuando Tweedy tiene que prescindir de Bennett tampoco tiembla. Y entiendes la posición de Tweedy, claro que Bennett fue uno de los miembros más queridos de Wilco. Y está la propia adicción a las pastillas de Tweedy que le llevó a rehabilitación en varias ocasiones, y no ahorra detalles en todo el proceso aunque no es menos cierto que algunos puntos son más intuitivos.
Una de las cuestiones que más llaman la atención es cómo Tweedy no se incluye en ninguna escena ni profundiza en influencias. Sí que hace referencia a sus primeros recuerdos musicales, a formaciones como R.E.M., The Replacements o Minutemen, pero huye de abanderar movimientos como el «Americana» o el «Country Rock». Apuesta, por el contrario, por un eclecticismo y una experimentación que en parte han marcado a Wilco. Y, con respecto a la banda, hay palabras para los integrantes que han pasado por la formación. Amistad profunda y lealtad de John Stirratt, con él desde Uncle Tupelo; el valor de la incorporación de Glenn Kotche y Mikael Jorgensen; y destaca la presencia de Pat Sansone y Nels Cline. Del pasado, destaca el despido sin contemplaciones del batería original Ken Coomer para ser sustituido por Kotche; el recuerdo a Leroy Bach que dejó la formación y al que Tweedy echa de menos; o la presencia de Brian Henneman de The Bottle Rockets que estuvo en el comienzo de Wilco y grabó A.M. Con respecto a su discografía, se centra más en sus discos hasta Sky Blue Sky mientras que, sus continuadores, no aparecen apenas mencionados.
El libro encantará a los fans de Wilco y de Jeff Tweedy pero también a los que no sean unos grandes seguidores de su obra. Es un relato que te va llevando y que se va haciendo muy ameno. Tweedy refleja la imagen que da, la de un tipo campechano y cercano, tranquilo, pero también una persona con diferentes dimensiones y pliegues. Que dure.
lco