Los retratos que acompañan al cedé mienten: los JSBX se han hecho mayores, pero su música no. Sus miradas nos retan a jubilarlos y parecen preguntar si realmente conocemos a alguien que lo haga mejor que ellos, incluidas aquellas bandas que con fórmulas parecidas han llegado a recintos a los que ellos renunciaron.
Permanecen los rasgos definidores de su sonido directo y sin artificios; las influencias del punk, del blues, del garaje, del comic, del gore, de la serie B, se mantienen tras ocho años de ausencia y el predicador Spencer proclama con la misma convicción las bondades del rock & roll. No cabe duda de que no han cambiado, pero da la impresión de que, como sus dos trabajos anteriores, éste tampoco anda sobrado de inspiración.
Rebosantes de energía regresan con un áspero ejercicio de oficio, más garajero y con menos carga de blues. Hacen el mismo ruido con los mimbres de siempre, sus dos guitarras y su batería, y sus frenéticos ritmos siguen siendo altamente contagiosos, pero cuesta encontrar una melodía memorable o un rasgo innovador que singularice este trabajo con respecto a los precedentes.
Probablemente su vuelta se deba a que nadie les ha tomado el relevo y quien lo ha intentado no ha alcanzado su nivel. Una personalidad tan marcada no es fácil de suplantar y sin duda que la energía de sus directos tampoco es fácilmente igualable, por ello y por la coherencia de sus veinte años de insobornable fidelidad a las percusiones y guitarras incendiarias, mantienen su trono, aunque su corona ya no brille como antes.