Ocurrió casi una década. Jonathan Wilson salió a la palestra con Gentle Spirit (2011), su debut que buceaba en el sonido del Folk con ribetes psicodélicos, heredero en parte de Neil Young y todo el Laurel Canyon de Los Ángeles. Aquel disco me gustó, estábamos muy entusiasmados por Fleet Foxes, Band of Horses y compañía, pero el resto de su carrera me pasó desapercibida. Leía las críticas de sus discos y se decía que su sonido evolucionaba con la incorporación de sonidos más experimentales, cosa que también habían hecho gente como Bon Iver o Iron & Wine. También seguía con su carrera de productor trabajando con Father John Misty, Conor Oberst, tras haberlo hecho con Dawes, entre otros. El caso es que las críticas y reseñas de Dixie Blur, el disco que nos ocupa, me hicieron retornar a Wilson al señalar que implicaba el disco un regreso a los orígenes, sonidos más Folk y orgánicos. Escuché alguna canción y me dejé llevar a este disco pausado, emocional y crepuscular en el que Wilson demuestra la querencia por Young, por canciones intensas que se expanden y por los medios tiempos que se van entrelazando. Es un disco de esos que se dicen de «combustión lenta», en el que tira de pedal steel, violines, etc. A su lado aparece Pat Sansone, uno de los integrantes de Wilco. Una pega, igual es un disco que se hace un poco largo.
«Just for Love» comienza con esos acordes de la acústica que llevan a un tono ambiental y unos vientos suaves, junto al pedal steel que no dejará de aparecer, un medio tiempo que por momentos adopta un tono oriental. «’69 Corvette» es una de las canciones más fascinantes del disco, un medio tiempo crepuscular, melancólico, y con el violín y el pedal steel como elementos determinantes. «New Home» es más barroca y oscura, va creciendo a medida que incorpora aspectos orquestales. Y «So Alive» es una joya con un comienzo Country pero evoluciona hacia un tono Folk de nuevo con unas cuerdas que le dan el toque particular a la canción. En este punto, sorprende un tanto la inclusión de «In Heaven Making Love», un Country más ortodoxo y tradicional, muy animada. El tono crepuscular regresa con otra cima del disco, «Oh Girl», el piano es muy protagonista y es una canción de corte más compleja, en la línea de Father John Misty, con una producción excelsa y con algunos giros interesantes. «Pirate» convence menos, es más acústica pero sigue teniendo el punto ambiental.
La segunda parte comienza con un «Enemies» de corte springsteeniano con esos coros y una batería más protagonista. «Fun for the Masses» retoma al tono crepuscular del disco, otro medio tiempo que da paso a la menos lograda «Platform» en la que tira de un Country Folk canónico. «Riding the Blinds» recupera la senda, aquí ya el pedal steel retorna con fuerza. «El Camino Real» supone una vuelta al Country y otro de los pocos momentos en los que se desmelena, pero ya está «Golden Apples» para recuperar lo crepuscular, aquí con diálogo entre el pedal steel y la armónica. Para cerrar, «Korean Tea» que es más intensa y barroca con algunos quiebros que le dotan de una cierta irregularidad.
Disco notable alto de Jonathan Wilson, ya decimos que lastrado un poco por la extensión de canciones pero con momentos de gran intensidad fruto también de su labor como productor. Una obra que adquiere el sentido en su conjunto, y con momentos muy atractivos como «’69 Corvette», entre otras.