Uno de los misterios de la música española fue el descomunal éxito de El Último de la Fila. No, no me interpretéis mal, me gustan mucho El Último de la Fila y creo que el mismo es más que merecido. El Último de la Fila fueron una de las grandes bandas de la música popular española en el periodo que va de la segunda mitad de los ochenta a la primera de los noventa. Hay que ponerlos siempre a la altura de Radio Futura y Héroes del Silencio, entre otros, además de los Mecano, Duncan Dhu, etc. Pero, como decíamos, su éxito tenía unos mimbres no convencionales. Manolo García y Quimi Portet fueron, en cierto sentido, un tanto adelantados a su tiempo. Procedían de Cataluña, pero García era hijo de la inmigración hacia territorios más prósperos. Hacían Rock y Pop pero le incorporaban elementos del mestizaje, esos sonidos aflamencados y arabizantes que fueron el sello distintivo del dúo. Algunas de sus letras conectaron con el espíritu de los tiempos, «Querida Milagros» por ejemplo, mientras que otras se basaban en un cripticismo que para sí quisieran Vetusta Morla. Comenzaron desde el underground con Los Rápidos y Los Burros y pasaron a una discográfica menor como PDI donde publicaron sus primeros trabajos, luego llegarían a EMI con el disco que nos ocupa. Y no destacaban precisamente por la imagen, transmitían una normalidad y una cercanía que también les otorgó muchos puntos a la hora de conectar con una amplísima base de seguidores y seguidoras. Nos vamos a detener en el treinta aniversario de su quinto disco de estudio, un celebradísimo Nuevo Pequeño catálogo de seres y estares, publicado en 1990. Como hemos indicado, fue el paso a una major como EMI, y cabe imaginarse la pugna por ficharlos, imagino que Ariola, Hispavox o Warner, por citar algunas de ellas, también harían una puja por incorporarlos a su catálogo.
Para nuestra generación, El Último de la Fila era una de esas bandas que aparecían de forma constante en la televisión y en las radios que comenzábamos a escuchar. Una de mis tías me dejó la casete de Como la cabeza al sombrero, el disco anterior que habían publicado en 1988 y que les había consolidado. La portada ya mostraba la sobriedad «marca de la casa», una imagen de García y Portet, mientras que canciones como «Sara», «Ya no danzo al son de los tambores» o «Dios de la lluvia», entre otras, se incorporaban a un cancionero que habían comenzado a crear desde su debut con Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana (1985), disco que te conquistaba ya por el título. Aquellos primeros discos de El Último de la Fila eran más directos, luego irían haciéndose más barrocos en su sonido y letras, y para muchas personas es la etapa más destacada de la banda. En mi caso, con los años me hice con la edición en CD de Nuevas mezclas (1991), que ya habían publicado en 1987 regrabando algunas de sus canciones más conocidas de sus primeros discos. Allí estaban las atemporales «Lejos de las leyes de los hombres», «Querida Milagros», «Aviones plateados», «Insurrección»…no se puede decir más. Cuando en 1988 publican Como la cabeza al sombrero, afianzan su posición con canciones como «Sara», «Dios de la lluvia», «Ya no danzo al son de los tambores». Además, en 1988 participaron también en el concierto de la gira Human Rights Now! que organizó Amnistía Internacional y que se celebró en el Camp Nou de Barcelona junto a Bruce Springsteen & the E Street Band, Sting, Peter Gabriel, Youssou N’ Dour y Tracy Chapman.
Ya en EMI, como hemos comentado, Nuevo pequeño catálogo de seres y estares es un disco en el que evoluciona su sonido, aunque siguen sus líneas clásicas pero incorporan más elementos electrónicos. Es cierto que el barroquismo de las letras se amplía y que el costumbrismo de parte de sus canciones de la primera etapa deja lugar a un cierto adornamiento, pero siguieron triunfando y añadieron algunos clásicos a su cancionero. También destaca que el libreto incorporara los logotipos de Greenpeace, Amnistía Interncional y otras otro dieciocho ONGs del conjunto de España. Señala Wikipedia que, tras firmar con EMI, García y Portet contaron con una generosa oferta para unirse a una marca comercial, pero ellos lo rechazaron y optaron por esa otra vía.
Vamos con las canciones. El inicio es corto e instrumental «Grünfink o pinzón verde», donde ya hay algunas muestras de sonidos más electrónicos. Pero el primer golpe es para una maravillosa «Músico loco», son El Último de la Fila en estado puro, con la melancolía y las letras crípticas, con la forma de cantar de García, con el sonido aflamencado pero con el eclecticismo y el mestizaje claramente definidos. Pero había más, «Canta por mí» se convertirá en un himno, guitarras muy ochenteras para comenzar la década de los noventa, otro clásico. «Del templo a la taberna» ahonda en el sonido de los ochenta, esa batería, y el tono melancólico de turno, con García a las voces impresionante y con la guitarra eléctrica como protagonista. En «Andar hacia los pozos no quita la sed» comienza con una armónica muy Blues y luego se lanza hacia sonidos mestizos y orientales. «En mi pecho» también tiene en primer plano esa armónica pero se transforma en una canción acústica y minimalista, aunque incorporan instrumentos como el acordeón que suman valor. «Beatus Ille» es un interludio instrumental que precede a la gran «Cuando el mar te tenga» (¿cuántas veces la cantamos en los bares?). Nada que añadir, un clásico más, una canción instalada en el imaginario colectivo, de nuevo El Último de la Fila en estado puro.
La segunda parte comienza de nuevo con esa armónica Blues en «A jazmín» pero luego se traslada al mestizaje, aquí sonidos más aflamencados, pero también hay espacio para el Rock y para esas cuerdas orientales. «Barrio triste» es una canción melancólica, de las que quedaron igual ocultadas por las más conocidas, y que es bueno recuperar, y con una letra que avisa de la concentración urbana y reivindica las raíces rurales. En «Sucedió en la antigüedad» también tiran de letra reivindicativa, la huella de la Guerra Civil, y García vuelve a tirar de una forma de cantar aflamencada. «Todo el día llovió» recupera la armónica, una canción más acústica en la que también vuelven a las mezclas de estilos. Y lo mismo, aunque más rockera, puede apuntarse para «Canción de cuna 823», aunque ni esta ni la anterior alcanzan la altura del resto del disco. El cierre del disco es para dos canciones instrumentales pero de base electrónica, la primera es «Cauterización de una herida», muy de los 80 en dirección hacia New Order, y «‘The Blue Rabbits Machine’ Corporation Hymn», más experimental.
Los primeros años de los 90 iban a ser de García y Portet. En 1993, con Astronomía razonable, mantendrían su posición en lo más alto de la música popular española, volviendo en parte a la esencia de sus primeros discos y con clásicos tan brutales como «Como un burro amarrado a la puerta del baile». Sin embargo, el desgaste de la banda daría lugar a un final abrupto pero natural. La rebelión de los hombres rana (1995) es un disco que no está a la altura de los anteriores, se nota el desgaste. No pasarían muchos años, 1998, para que El Último de la Fila anunciase su disolución, para disgusto de sus seguidores y seguidoras. Ese mismo año, Manolo García debutó en solitario con Arena en los bolsillos, un disco que también es un clásico y que es muy El Último de la Fila. Portet, por su parte, se ha mantenido en un segundo plano, siguiendo publicando discos en catalán. Seguramente que Portet y García han tenido ofertas para reunirse, para hacer giras, pero no parece que eso vaya a ocurrir, al contrario. De hecho, ni ha aparecido una recopilación de la banda, algo a lo que siempre se han negado. La mirada sobre El Último de la Fila es nostálgica y melancólica, pero maravillosa y con unas canciones que siempre nos tocan el corazón.