Ha costado un tiempo, pero no porque el libro no sea accesible sino porque me ha tocado una época complicada. Abordé al poco de salir la autobiografía de Bruce Springsteen, que no podía llevar otro título que no sea Born to Run (Penguin Random House), en alusión a su clásico, y punto de inflexión, de 1975. Había temor, las autobiografías de músicos son un arma de doble filo, o te salen bien como las recientes de Elvis Costello, o te descuelgas con las de Neil Young, habiendo decidido que no voy a arriesgarme con el tercer volumen cuando toque. Sin embargo, con Springsteen también había el miedo de que se sabía casi todo y que, siendo una figura como la de Springsteen, la cosa tenía un riesgo evidente. Sacralizado por sus fans y siendo uno de los iconos del Rock & Roll, se puede decir que se sabía casi todo de su vida y obra. Pero surgió antes de su publicación, por cierto a nivel planetario, la noticia de que Springsteen era un hombre tendente a la depresión, una herencia de su padre Doug, uno de los personajes que sobrevuelan todo el libro como veremos. Lejos de quedar como una anécdota, este hecho humanizó todavía más a un Springsteen que ha hecho de presentarse como honesto y auténtico una de sus señas de identidad, aunque tampoco este proceso no esté exento del cálculo y de algunas contradicciones que se detectan en el libro. Hay que comenzar diciendo que Springsteen ha escrito una buena autobiografía, un libro bien estructurado donde se vuelca a pecho descubierto y donde guarda un interesante equilibrio entre sus recuerdos y su concepción como personaje. También hay que reconocer el ejercicio de estilo que realiza. Se nota que Springsteen se lo ha trabajado. Y no puedo dejar de señalar su reflexividad, la continua duda que nos presenta sobre su vida y su obra, que llega a su punto máximo con los episodios depresivos. Habrá gente que observe en este proceso una cierta impostura, pero tampoco creo que tendría necesidad de ello.
Born to Run muestra dos partes bien diferenciadas. Una primera que nos muestra los años de infancia y adolescencia de Springsteen hasta su salto al éxito con el disco Born to Run. En todo momento, Springsteen construye un relato que no huye de ese aspecto estructural de la cultura norteamericana como es el esfuerzo, una ética del trabajo demoledora y una convicción acerca de las posibilidades de conseguir su éxito. Desde sus orígenes en Freehold (New Jersey), Springsteen muestra una determinación sin parangón, un gran conocimiento musical y la elevada influencia de algo que será una constante en su vida: la comunidad y la identidad. Su padre ya es uno de los motores de su libro, y aparece en un segundo plano más claro su madre, Adele Ann, pero su influencia se antoja también central, especialmente en algo que parecerá consustancial en Springsteen como es su capacidad de sufrimiento. Cómo se curte en clubes, cómo funda la E Street Band y entran en escena Steve Van Zandt y Clarence Clemons, o los pasos decididos hacia el éxito conforman esta primera parte que es apasionante.
Con Born to Run, en mi opinión las páginas dedicadas al mismo son las mejores del libro, el ‘héroe’ alcanza la ‘Promise Land’ pero comienza a encerrarse en sus contradicciones, sólo así se explican sus siguientes obras donde marca sus orígenes de clase, irá remarcando su clase trabajadora de procedencia, y aunque no muestre grandes ‘divismos’ ni ‘extraños caprichos’, en algún punto llega a autojustificarse. El hito de Born in the USA (1984), el fracaso de su primer matrimonio con Julianne Phillips y la relación con Patti Scialfa, junto con la paternidad y la siempre compleja relación con su padre van a dar lugar a la entrada en una segunda parte de lleno donde Springsteen hace terapia y se desahoga con los lectores. Hay algunos parajes duros, que para algunos no serán comprensibles viniendo de un tipo que lo tiene todo y más allá. Pero es un estado comprensible por la señalada y temida por Springsteen carga genética y por la presión a la que se ve sometido. Y es que en toda su autobiografía también late su necesidad de construirse un relato en plan ‘gran novela norteamericana’, que encaja como un guante en la increíble trayectoria vital de un chaval de Freehold de raíces irlandesas e italianas (más ‘American Dream’ casi imposible), y que cuenta con un gran sentido comunitario.
No ahonda Springsteen en otras cuestiones pero deja entrever mucho. Explícitamente se muestra un jefe no democrático y por momentos paternalista con la E Street Band, se indican roces y no hay mucha insistencia en el momento en que la banda es despedida a finales de los ochenta. No profundiza en fracasos como los discos Human Touch y Lucky Town (1992), ni en los trabajos más irregulares de los últimos años. Al final, detectas la construcción de un ritual basado en la identidad y la comunidad, la que busca a su alrededor, en su familia, en su banda, en sus colaboradores y amigos, en su público. Pero todos hemos visto también cómo ha ido transformando, o quién sabe si haciendo manifiesta, la misma hacia lo ritual. Se agradecen las miradas críticas hacia su país y las desigualdades de la sociedad, de nuevo asume las contradicciones de hablar de las mismas desde una posición de privilegio. Y pone su música al servicio de diversas causas, comprometiéndose.
Springsteen no defrauda en su autobiografía, no busquen tampoco nada escabroso porque no lo hay (en su ética del trabajo, tiene muy claro todo aquello que puede distraerle de su objetivo), pero acabas con un Springsteen como decíamos más humanizado, más cercano. Un Springsteen con dudas e inseguridades pero con una tremenda fe y convicción en sí mismo, que se vuelca en un relato épico para legitimarse. Pero también por momentos te das cuenta de cómo articula el proceso. Aunque no importa, estamos ante un artista y una figura superlativa, autor de un buen número de discos y canciones incontestables. Creo que esa honestidad está ahí y que, con sus aristas, sigue siendo un referente.