La música Soul, y en su conjunto la música negra, es una de nuestras favoritas, esa a la que siempre vuelves, que está ahí para acogerte en todos los momentos, buenos y malos. Decenas de discos se agolpan en la estantería de grandes nombres del Soul, del R&B, del Blues, etc., dispuestos a echarte una mano. Esta música, tan determinante en el global de la música popular, del Rock y el Pop, ha sido una de las más interesantes de teorizar, tanto desde el punto de vista musical como desde el sociológico, al estar vinculada en sus inicios a la lucha por los derechos de una minoría segregada, pero también al conservadurismo más latente, posiblemente muy a su pesar y como una consecuencia no querida de la acción. Los nombres clásicos se amontonan uno tras otro, en unos años (realmente muchos menos de los que su trascendencia podría intuir) en el que eran el mainstream del pop y arrasaron con todo. Reflejaban también el anhelo de un grupo étnico por sumarse al «sueño americano», y la clase media blanca norteamericana la adoptó, para bien y para mal. Lo que vino después fue una desvirtuación del género, con las influencias de la música disco primero, el Hip Hop y el Rap después, y para finalizar el pop actual, algo muy difícil de categorizar y de analizar, que jibariza géneros, y de las que el Soul y la música negra no se han librado. Pero, también hemos asistido a una suerte de revival en la última década, que ha alumbrado figuras de primer calibre.
Pero en este artículo vamos a remitirnos al malditismo que ha acompañado a buena parte de las voces femeninas que encarnaron las distintas fases de esta música, consideradas algunas de ellas herederas de las más grandes e icónicas, y otras simples aspirantes que se quedaron en un segundo o tercer escalón. Ya desde el comienzo, allá por la década de 1960, el peso de las cantantes femeninas en la música Soul era muy importante. Procedentes en su mayoría del Góspel y los cantos religiosos, su voz encajaba como un guante en esta música que iba desde la explosión al intimismo, en baladas que acabaron siendo pervertidas en anuncios y películas. Los sellos icónicos (Motown, Stax, Atlantic, Chess Records, etc.) contaban entre sus filas a auténticas estrellas del Soul y sus derivados, desde Aretha Franklin (la Reina con mayúsculas) hasta los grupos femeninos como The Supremes (con Diana Ross a la cabeza), The Ronettes, Martha and the Vandellas, sin olvidar otras voces como Tammi Terrell, añorada en sus duetos magníficos con Marvin Gaye, Etta James, Irma Thomas, la Tina Turner más esocarada al Rock con Ike Turner, y The Staple Singers, entre una larga lista en la que seguro que me dejo nombres. Muchos de los grupos femeninos mencionados, así como en el resto de grandes artistas, estaban formados por hermanas y otros familiares, lo que le daba una seña de identidad y fraternidad muy elevada, aunque en no pocas ocasiones acabasen como el «Rosario de la Aurora».
La imagen que transmitían era icónica, en programas como Soul Train, que comenzó en 1971 y otros, el Soul y la música de color se desparramaban. Contradictorio y paradójico, esos trajes, esas coreografías y esas voces que sonaban como los ángeles estaban portando la mecha de la revolución a la vez que se integraban en la clase media conservadora. Con Motown a la cabeza, la sospecha nunca dejaría de ser un interrogante, especialmente con tipos como el capo de esta discográfica, Berry Gordy, a la cabeza. Sin embargo, la música que crearon inundó la música popular y la deuda de gratitud es eterna. Aunque estas maravillosas voces se encontraban batallando en un mundo que no les era nada favorable. Ya lo decía James Brown: ‘It’s a Man’s Man’s Man’s World’. Por mucho que Aretha Franklin gritase ‘Respect’, lo tenían complicado, muy complicado.
La cosa iría a peor con el cambio de década. La inocencia y candidez de los 60, mucha de ella impostada, darían paso a una revolución que iría del Funk a la música disco, y aquí la mujer iba a tener todavía muchas más dificultades. Es una década en la que el Soul se va destilando como influencia, pero que no tiene una posición central. La mayor parte de las bandas de funk son masculinas, y en la música disco encontraremos algunas ‘divas’ como Donna Summer o la inevitable Gloria Gaynor. Pero el Soul había quedado atrás, aunque la mayor parte de las artistas de la década anterior siguen en activo, y el papel de la mujer se centra en coristas y bailarinas. En 1980, una película histórica como The Blues Brothers reivindicará el Soul de la mano de Josh Belushi y Dan Akroyd, recuperando a grandes músicos de sesión de aquellas grabaciones de los 60 (con Steve Cropper y Donald ‘Duck’ Dunn a la cabeza) y a figuras míticas (Franklin, Brown, Charles, Hooker).
La década de los 80 no augura nada bueno para el Soul y la música negra en general. Con el Funk también diluido y la música disco deslegitimada, se produce una situación paradójica como es que dos de las tres principales figuras del Pop de esa década como son Michael Jackson y Prince (la otra es Madonna) son de color. Pero su música se va del Pop al Rock, y sus raíces están ahí pero no son predominantes. Mientras que las estrellas del pasado sobreviven, la gran esperanza es Whitney Houston, emparentada con la propia Aretha Franklin y procedente también de la música religiosa. La segunda mitad de la década de los 80 y primera mitad de los 90 serán suyas. Sin embargo, Houston encarna la evolución del Soul hacia ese concepto tan difuso como es el R&B, un género donde cabe todo pero que bebe de las fuentes de la música negra. Junto a Whitney también hace una aparición fulgurante Mariah Carey, otra cantante que encarnará los peores vicios del pop de los 90, que se centrará en parte en el R&B a través de discos sobreproducidos y cada vez más mediocres (ojo, que alguien puede decir qué pinta aquí Mariah Carey, pero en sus orígenes gozó de cierta respetabilidad). Y no podemos olvidar a Janet Jackson, que desde muy joven iría creando una carrera propia y que alcanzaría sus mayores réditos a finales de los 80 y la primera mitad de los 90, más escorada al R&B y otros sonidos más dance. Además, ya es el momento del Hip Hop y el Rap, de nuevas culturas urbanas, monolíticamente masculinas y con mensajes en buena parte de las ocasiones misóginos. La mujer pasa a ser un objeto con todas las letras, aunque la influencia del Hip Hop en el R&B se dejará notar en los 90. Mientras tanto, Whitney Houston se escora claramente hacia el Pop, a pesar de ramalazos Soul y Funk como su versión de ‘I’m Every Woman’ de Chaka Khan.
Curiosamente, en la segunda mitad de los 80 también hay un grupo de artistas que alcanzan su cuota de protagonismo procedentes de Reino Unido y que estarán imbuidos de las raíces de la música Soul y compañía. Una de las bandas que logró una mayor visibilidas será Sade, liderada por la cantante de origen nigeriano Sade Adu. Elegantes y sofisticados, también alcanzarían su lugar en el mainstream, y no podemos olvidar en esta lista a gente de la que ya casi nadie se acuerda como por ejemplo Lisa Stansfield, la cual derivaría mucho más hacia el pop.
Con Houston destrozando las listas, alcanzando su cima con la inefable The Boyguard, y con la inestimable ayuda de Carey, el R&B de los 90 avanzará en su posición predominante de la música negra y en buena parte del pop, en un edulcoramiento sin límites y que respondía también a su momento social, cultural y político. Más accesible que el Hip Hop y el Rap, casi para todos los públicos, será como un reverso de estos géneros, menos adaptados al mainstream, y generará propuestas como Boyz II Men, Luther Vandross (que ya llevaba una carrera más amplia), Babyface, el muy controvertido R. Kelly, etc. Grupos y artistas que se caracterizarán por un lado baladista y que tendrán en el Soul una de sus fuentes de inspiración. Y en el lado femenino nos encontraremos con un salto cuantitativo muy importante, bandas femeninas y artistas que destacarán en las listas, en las que tendrá un fuerte componente la imagen y con su correspondiente carga sexual en no pocos casos. Son las décadas de la MTV, que se va a hinchar de poner vídeos como los de TLC, uno de los mejores grupos de esta corriente, y aquí comienza esa maldición que atenazará a estas artistas, o a una buena parte de ellas.